Hola a todos, apenitas ayer publiqué el final de la Hija de la Portera y ya me tienen aquí de nuevo, esta vez para compartirles este nuevo relato, muy diferente al anterior en cuanto a la trama, pero eso sí muy emotivo... Mi intención en un principio era ponerles el argumento, pero por lo mismo de que la historia es corta, hacerlo sería casi como contarles el final... En fin, sólo me resta darles mi infinito agradecimiento a todas las personas que leyeron mi historia anterior y desde luego, a todo el equipo que hace posible este foro.
Bien... ¡Estrenamos nueva historia! ¡Espero que ésta también sea de su agrado! ¡Hasta pronto!
P.D. El video del link, no es el preview, es una especie de intro. Los invito a que lo vean.
¸,ø¤º°`°º¤ø,¸(¯`v´¯) A L A S__P L A T E A D A S (¯`v´¯)¸,ø¤º°`°º¤ø,¸-Un amor puro que desciende de las estrellas-http://www.youtube.com/watch?v=2QGOgRwCnioHace mucho tiempo existía un pintoresco pueblo escondido entre las montañas.
Muchos decían que no sólo humanos lo moraban puesto que era el lugar favorito de muchos seres mágicos que coexistían con ellos sin que se dieran cuenta.
Por las noches cuando ya todo estaba en silencio, desde las ventanas de las casas se podía oír el retumbar de las olas del mar con las rocas de un peñasco que se hallaba un poco alejado de allí.
Desde el orfanato de Lakewood, una niña observaba el manto estelar una y otra vez como tratando de encontrar una estrella fugaz.
Las lágrimas de la pequeña escurrían por sus sonrosadas mejillas…
Hasta dar en una cajita musical de madera que mantenía abierta al pie de su ventana.
Emily se había convertido en una niña muy solitaria desde que sus padres habían muerto cuando apenas tenía cinco años de edad. Aunque no lograba entender muchas cosas de la vida porque no había nadie quien se las explicara, ella escribía y se imaginaba cómo era ése cálido sentimiento del que todos hablaban, escribía acerca del amor sin acordarse de cómo era sentirlo.
Su corazón tenía muchas heridas, tantas que a veces las personas especulaban que Emily tenía una extraña enfermedad puesto que nunca sonreía, ni hablaba. Cada día le perdía mas sentido a la vida pero aun así no se daba por vencida porque en su interior, albergaba la esperanza de que algún día todo ese dolor sería recompensado con algo que le haría feliz para toda la vida… con alguien que la amara.
Todas las tardes, a los niños del orfanato se les permitía salir a divertirse en el pueblo con la condición de que regresaran antes del ocaso del sol.
Emily siempre visitaba la pradera del peñasco, le gustaba sentir la brisa del mar en su rostro mientras escribía.
El sol pronto comenzó a despedirse, el océano estaba teñido de un rojizo intenso al igual que la pradera.
La niña aún permanecía escribiendo pero…
Al notar el crepúsculo se detuvo.
-Oh… no me di cuenta de la hora, tendré que darme prisa o la Señorita Miel me regañará –pensó la pequeña.
Emily sabía bien que si se demoraba, no alcanzaría a tomar la merienda, sin embargo, su anhelo de ver una estrella fugaz era más importante para ella.
Sin pensarlo dos veces, se recostó mirando hacia el cielo. Sin duda, esperaría la noche en el peñasco porque estaba segura que desde allí cumpliría su sueño.
Con forme el tiempo pasaba el rojizo atardecer se transformó en naranja, luego en violeta y en un abrir y cerrar de ojos la oscuridad envolvió el ambiente.
Emily se sentía tan sola que podía oír los latidos de su propio corazón que casi se desvanecían por la profunda tristeza que le invadía por no tener a nadie a su lado.
Su mirada se perdió por un momento en la espesura de la pradera que era iluminada por miles de luciérnagas,
Sus lágrimas fluían con el tenue viento que se deslizaba por el altozano.
-Si tan solo hubiera una persona que me quisiera…
Cuando Emily volvió a ver hacia el cielo…
Una estrella fugaz se deslizó por la oscuridad y…
Rápidamente cerró los ojos y sintió una fuerte ráfaga de viento que la envolvió. Todas las hojas que había escrito salieron volando.
Una hoja en especial, se posó sobre unas finas y delicadas manos de alguien que se encontraba de pie junto a Emily y la leyó. ..
La niña se sobresaltó al oír aquella voz que parecía melodía en sus oídos, pero siguió sin abrir los ojos, seguro era su imaginación y no quería desconcentrarse porque al fin había visto una estrella fugaz y esa era la oportunidad que había estado esperando.
De pronto, sintió una calidez que le envolvió todo el cuerpo, como si fuese un abrazo lleno de cariño, el abrazo que siempre había soñado, ese abrazo del que escribía y del que estaba segura que llegaría.
La chica no se asustó pero sus labios dibujaron por primera vez una sonrisa y entre las lágrimas que aún no paraban de brotar, abrió lentamente sus ojos azules y profundos como el mismo oceáno…
Poco a poco, su vista fue aclarándose; el perfil de un rostro hermoso y unas enormes alas plateadas alrededor de ella, fueron las primeras imágenes que distinguió.
-¿Quién eres?
Los ojos de Emily nunca habían estado tan expresivos como en aquellos momentos.
-Soy un espíritu celeste que quiere que conozcas qué se siente amar y ser amado… Estoy dispuesto a hacerte feliz y a brindarte esa calidez que por tanto tiempo te ha faltado y ha dejado un vacío muy grande en tu pequeño corazón…
El ángel le ayudó a la pequeña para que se pusiera de pie.
-Me puedes llamar Lahatiel. Tú eres Emily, ¿verdad?
La niña asintió.
-Emily, me haré invisible pero siempre estaré contigo, envolviéndote con mis alas plateadas. Te protegeré contra todo peligro y jamás dejaré que vuelvas a sentir frío. Antes de venir, me hablaron sobre tu vida. Yo… nunca imaginé que los niños pudieran sufrir tanto… Por eso, te prometo que nunca me separaré de ti... Nunca.
-Gracias, Lahatiel.
La voz de Emily se oía como si no la hubiera usado por mucho tiempo. La niña no dijo más pero toda la felicidad que sentía en esos momentos se la expresó al ángel con una sonrisa y un fuerte abrazo.
El viento jugaba con la larga túnica y el cabello plateado del espíritu celeste. Lahatiel se hacía invisible al compás del sonido de las olas del mar…
Hasta que desapareció por completo de la vista de la pequeña.
La niña corría y cantaba de felicidad en la oscuridad de la noche. Las luciérnagas la envolvían en un círculo resplandeciente.
-Al fin ha llegado lo que pedía todos los días antes de dormir.
La luna desde el peñasco se veía gigantesca y contrastaba con el océano que se extendía más allá de su vista.