¡Hola a todos! Creí que me tardaría un poco más en traerles otra actualización, pero me equivoqué... al parecer los problemas con mi pc ya están solucionados... Aquí les dejo la segunda parte, disculpen si la calidad del video final no es tan buena, pero tuve un contratiempo con las imágenes, por cierto, el video no se lo salteen... Bueno, sólo me resta despedirme de ustedes.
¡Disfruten el capítulo! y ¡Espero sus comentarios, de verdad son muy importantes para mí!¸,ø¤º°`°º¤ø,¸(¯`v´¯) A L A S_P L A T E A D A S (¯`v´¯)¸,ø¤º°`°º¤ø,¸
-Un amor puro que desciende de las estrellas-Esa noche, Emily no pudo dormir por tantas emociones, así que se puso a escribir tratando de que sus compañeros no despertaran.
La vela que le alumbraba se fue apagando dejando consigo huellas de cera en el piso de madera. La niña quedó profundamente dormida con las hojas que había escrito en manos.
La luz de la luna que se colaba por la ventana le alumbraba con sutileza, y hacia escasamente visible a Lahatiel que permanecía a su lado, cuidándola y arrullándole tiernamente.
- Nunca me separaré de ti… Ahora entiendo ese sentimiento que tanto anhelan los humanos…-
Sin querer una lágrima del rostro de Lahatiel cayó sobre la mano de Emily.
La vida de la pequeña cambió de manera drástica, cada instante que pasaba lo vivía al máximo.
-¡Qué bien! Hoy desayunaremos emparedados de jamón. ¿Puedo ayudarle a prepararlos, señorita Miel?
-Claro que sí, Emily. Puedes comenzar a untarles un poco de mostaza.
-De acuerdo.
También sus compañeros notaron el cambio de inmediato porque ahora Emily reía y platicaba con ellos con naturalidad.
-¿Hoy también irás a la pradera, Emily?
-Sí, quiero terminar de escribir el cuento que le prometí a Annie.
-Pero cuando regreses, jugarás con nosotras a la casita, ¿verdad?
-Claro, Jenny.
Siempre que tenía una oportunidad les contaba los cuentos que había escrito a todos sus amigos del orfanato. Ahora la niña favorita de Lakewood era Emily.
Todos sin excepción, buscaban estar a su lado.
-¡Vamos, Emily, arrójame la pelota!
-¡No, Emily, arrójamela a mí!
La encargada del orfanato también la quería mucho.
-Mire, señorita Miel, lo hice especialmente para usted.
-¿Para mí?... pero si no es mi cumpleaños…
-Bueno, es que como sé que le gusta mucho el panqué y nunca le he dado las gracias por cuidarme todo este tiempo, entonces yo…
-Emily, muchas gracias, seguramente será el mejor panqué que haya probado en toda mi vida, ¿te parece si lo compartimos con los demás en la merienda?
-Claro que sí, señorita Miel.
Desde pequeña, Emily acostumbraba a ir al pequeño almacén, por mucho tiempo ese había sido su escondite preferido en el orfanato, en especial, cuando tenía ganas de llorar o bien, cuando simplemente quería concentrarse en el próximo cuento que escribiría.
-¿Sabes, Lahatiel? Ahora siento una alegría muy grande en mi corazón, tengo muchos sueños y esperanzas… Desde que te tengo a mi lado todo ha sido tan distinto… Tal vez nunca te lo he dicho, pero… te quiero mucho.
Aunque Lahatiel no era visible, no se separaba de la pequeña ni un solo momento y ella lo sabía porque siempre percibía su calidez, la calidez de ésa persona que la amaba incondicionalmente.
Todas las noches Emily se escapaba del orfanato y caminaba hacia las praderas del peñasco, que con la luz de luna parecían plateadas.
Allí era el único lugar donde el ángel se hacía enteramente visible.
La niña siempre le esperaba con una sonrisa y un abrazo en el momento en que aparecía a su lado.
Emily le platicaba todo lo que había hecho en el día…
-Y después, Jenny terminó empapada de agua. Fue muy divertido…
Aunque no era necesario puesto que Lahatiel siempre estaba a su lado.
-Pero a la señorita Miel no le causó mucha gracia. Dudo mucho que vaya a levantarle el castigo.
A veces, también jugaban con las luciérnagas que se escondían entre las flores.
Y antes de que la pequeña se marchara de la pradera y Lahatiel se volviera a hacer invisible, le contaba uno de sus cuentos que escribía por las mañanas.
-…y vivieron felices para siempre.
-Este me ha gustado más que el anterior, no cabe duda que tienes mucho talento para escribir. Espero que cuando crezcas no pierdas ese gusto por la literatura y te conviertas en una famosa escritora de cuentos para niños, así nunca perderás toda esa fantasía y bondad que existe en tu corazón.
Emily sonrió y abrazó con todas sus fuerzas al ángel.
-Gracias… ¿sabes? Pronto escribiré un cuento que hable de ti y de cómo te conocí, verás que será el mejor de todos.
Lahatiel le devolvió la sonrisa.
-Seguramente lo será, en especial si tú eres la escritora.
En toda la pradera se oía la risa de ambos.
Sin embargo, como todas las noches, llegó el momento de que Emily regresara al orfanato. A medida que se alejaba de la pradera, Lahatiel se desvanecía delicadamente.
Y una vez en el orfanato, el ángel siempre le cantaba cariñosamente al oído hasta que la pequeña lograba dormirse.
Esa noche, el ambiente que se percibía era misterioso, así que Lahatiel salió al pequeño balcón.
Y allí permaneció de pie, esperando algo que sabía debía de pasar.
Una fuerte ráfaga de viento llevó consigo una flor hermosa que brillaba como un diamante a la luz de la luna y despedía un agradable aroma. El ángel la tomó y cerró los ojos, esa flor llevaba en sus entrañas un mensaje de Dios.
“Pronto adoptarán a Emily, tu trabajo ha terminado, lo has hecho muy bien. Mañana, antes de la media noche, partirás de la Tierra para volver al reino celestial, es hora de salvar otro corazón herido.”
Al terminar de oír el mensaje, Lahatiel no pudo evitar derramar sus lágrimas sobre la bella flor.
-No le quiero hacer daño a Emily, pero debo de obedecer… Sólo vine para cumplir con mi trabajo, pero… ¿por qué…siento…esto…?
Un nuevo día llegó, El ángel trató de no sentirse triste aunque era sumamente imposible, pero lo último que quería era transmitir esa tristeza al corazón de la niña.
Emily se había esmerado toda la mañana pintando un bonito cuadro que le había puesto de título “Esperanza Celestial”.
La pintura se trataba de una niña abrazada fuertemente a un ángel que a la vez la envolvía con sus enormes alas plateadas.
-Por fin lo he terminado. Se lo regalaré a Lahatiel como agradecimiento por todo lo que ha hecho por mí…
La niña tomó el cuadro y lo envolvió con mucho entusiasmo.
Luego miró el reloj; ya era la hora de ir al peñasco.
Como todas las noches el ángel se hizo visible, pero Emily notó algo extraño en su rostro, una tristeza muy profunda, pero no preguntó nada.
-Veo que ya te has recuperado, Emily…
-Sí, todo gracias a ti…
Lahatiel sonrió y volteó rápidamente su vista hacia las rocas que se encontraban debajo del peñasco, allí donde las olas chocaban sin cesar.
-Ya falta poco…
-¿Qué sucede?...- Emily sintió un vuelco en su corazón parecía haber entendido todo.
Lahatiel no le respondió a la niña, sólo alzó su mirada hacia el cielo al mismo tiempo que una lágrima rodó por su mejilla.
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