El fresco de la noche chocaba contra sus rostros. Las luces de las calles ya encendidas, guiaban en su andar a Miyoko, quien llevaba entre sus manos un delicioso pastel de bayas y a Maki que iba fuertemente agarrada de la mano de Takashi.
-Mamá, hermano, casi se me olvidaba… La próxima semana será el Festival del Deporte en la escuela y mis amigas y yo bailaremos “Chocolate disco” de Na…
-Sí, ya sabemos que es de Naoko Higashida. También sabemos que es tu ídolo y que sólo esa música sabes bailar.
Maki enojada frunció el ceño y le sacó la lengua a Takashi; Miyoko que iba adelante, sólo sonrió.
-El caso es que quiero que vayan a verme –la niña volteó a ver los rostros de su madre y de su hermano, como vio que no le dijeron nada agregó- El que no vaya, no le hablaré por un mes.
Nadie le respondió, Miyoko y su hijo sólo se quedaron viendo con cierta preocupación.
-Hija, tu hermano no podrá irte a ver, recuerda que pronto entrará a la universidad y…
-Está bien, ya sé… -le respondió Maki con su voz entrecortada.
-Lo siento, pero como recompensa, cuando venga a casa en las vacaciones, te traeré algo de Tokio.
-¡No quiero nada!
La pequeña lloraba en silencio. Sus ligeros temblores la descubrieron.
-No llores, hija. Pronto llegaremos a la casa de Arisa y te vas a ver muy fea con los ojos hinchados.
-¡No me importa! ¡La que es bella es bella…!
Su hermano no pudo evitar reírse.
-Anda, Maki, ya no llores… Está bien, no me quería comprometer pero… ahora que estaré viviendo en Tokio, seguro en una de esas me encuentro a Naoko Higashida y le pediré un autógrafo y también le platicaré mucho de ti…
Sus palabras fueron como una inyección de alegría para la niña. En un instante recuperó el ánimo que había perdido por la pronta partida de su hermano.
-Me lo has prometido y recuerda que a mí no se me olvida tan fácil una promesa. Si me has mentido y no me traes nada en las próximas vacaciones, no te hablaré por mucho tiempo.
Entre las pláticas y los berrinches de Maki, llegaron a la humilde casa de Arisa en el pequeño muelle de Yokohama.
Su padre, un señor de edad madura, se dedicaba a la pesca, sólo bastaba con ver su casa para adivinarlo puesto que en la entrada, tenía un montón de cachivaches oxidados, redes para pescar y un par de lanchas.
Arisa, “la hermosa hija del pescador”, como comúnmente la conocía la gente que vivía cerca de ahí, ya los esperaba en la puerta con una agradable sonrisa.
-Buenas noches.
Se inclinó ante los tres y ellos, de igual forma, le devolvieron el saludo.
-Ya los esperaba ansiosa. Papá está adentro, se alegrará en cuanto los vea.
Miyoko sonrió y le entregó la caja con el pastel que había preparado.
-Para el postre.
-Muchas gracias, señora.
Al mirar que Takashi llevaba sus mejores prendas, la muchacha no pudo evitar sonrojarse y rió nerviosamente.
Una vez adentro, el señor Fujiwara los recibió con la gran hospitalidad que lo caracterizaba. Desde hace mucho tiempo, era amigo de la familia Minamoto y aunque casi todos los días se encontraba y platicaba con ellos, casi nunca hacían celebraciones tan formales como la de este día.
-Hoy, Arisa se ha lucido en la cocina. Siempre he dicho que mi niña heredó el arte culinario de su madre y si no me creen, espérense a probar todos los deliciosos platillos que preparó con los mejores pescados de mi jornada de hoy y todo esto, para celebrar su despedida.
Miyoko y su hijo se extrañaron al oírlo. Nunca pasó por la mente de Takashi que Arisa, su pequeña amiga de la infancia, partiría algún día de Yokohama dejando solo al hombre que tanto quería, su padre.
-Arisa, no me habías dicho nada… ¿A dónde te vas? –le preguntó Takashi preocupado.
Desde niños, habían sido muy buenos amigos, siempre que tenían oportunidad, conversaban sobre sus sueños, sus metas e incluso, cada domingo de quincena, salían a pasear y ahora, de la nada, todo eso terminaría.
-Lo siento, es que era una sorpresa y para decirlo, quería que fuera un momento especial como este. –le dijo Arisa un tanto apenada mientras colocaba en la mesa los últimos platillos que había preparado.
Maki que desde que llegó se encontraba en la “luna”, ensayando en su mente los pasos de la coreografía que bailaría en la escuela, pareció reaccionar al escuchar la palabra “sorpresa”. Sin pensarlo, jaló dulcemente el brazo de Arisa.
-Hola, Arisa –le dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
La chica sonrió y acarició el cabello de la pequeña.
Al notar que la joven seguía arreglando los platillos, volvió a insistir y cruzó por debajo de la mesa para encontrársela más de cerca.
-¡Hola, Arisa! –dijo de nuevo.
-Que adorable es tu hermanita, Takashi –al voltear su rostro hacia el chico, Maki le sacó la lengua.
-Es que aún no la conoces.
La niña se desesperó; quería su sorpresa a como diera lugar.
-Ándale, ándale, ya dame mi sorpresa, one-chan. Mi mamá me dijo que me tenías una sorpresa.
La muchacha quedó desconcertada. No recordaba haberle dicho algo a Miyoko, pero desde lejos le hizo señas aprovechando de que Maki estaba distraída. La señora, de igual forma, le pidió que le dijera que la sorpresa era el sushi.
-La sorpresa es que preparé sushi especialmente para ti, como sé que es tu platillo favorito…
Maki fingió estar emocionada.
-¡Que rico ya lo quiero probar!
Y entre dientes susurró- Aunque hubiera preferido el DVD Live Tour de Naoko.
De pronto, el señor Fujiwara sacó una botella de sake y llenó las pequeñas tazas, a excepción de la de Maki.
-Antes de comenzar a cenar, me gustaría hacer un brindis y darles un anuncio muy importante.
Arisa se sonrojó.
-Papá, no exageres.
El señor alzó su pequeña taza.
-Ari-chan ha sido admitida en la Universidad de Tokio.
Takashi no podía creer lo que oía, su corazón se llenó de alegría al saber que su amiga se iría a estudiar a la misma ciudad a la que se iba él. Miyoko le dio un fuerte abrazo a la chica.
-¡Felicidades, Ari! –Takashi se acercó a ella y también la abrazó.
La joven sonrojada, sólo agachó la mirada tratando de no ver a los ojos a su fiel amigo.
-Gracias…
-¿Por qué no me lo habías contado? Nunca pensé que tu deseo fuera estudiar la universidad en Tokio, creí que querías quedarte aquí, en Yokohama.
-Lo que pasa es que no creí que correría con la suerte de pasar el examen de admisión, por eso no quise contártelo antes…
Mientras comenzaban a degustar los sabrosos guisos que se encontraban dispuestos en la mesa, el padre de Arisa intervino en su plática.
-Desde que mi hija fue admitida en la Universidad de Tokio y luego de saber que tu también fuiste admitido en la Royal Japanese University, me he puesto ha pensar en algo que significaría mucho para mí… en algo que quisiera pedirte como un gran favor, hijo… Me da mucha pena pero…
Takashi, sonriente como siempre, lo interrumpió.
-No se sienta apenado, señor. Pídame el favor que usted quiera, yo haré todo lo que esté en mis manos.
Hubo un minuto de silencio. Miyoko escuchaba atenta la conversación.
Maki comía velozmente cuanto sushi entrara en su boca.
Y Arisa se puso tan nerviosa, que parecía saber lo que su papá estaba a punto de pedirle a Takashi.
-Me gustaría que cuidaras de mi pequeña, Ari, ahora que los dos vivirán en Tokio. Sé que no estudiarán en la misma universidad, pero por lo menos me conformaría con que vivieran cerca y estuvieras al pendiente de ella.
El muchacho le sonrió amablemente.
-No se preocupe. Aunque usted no me lo hubiera pedido, yo estaría al pendiente de Ari-chan. Es mi amiga y bien sabe que nunca la abandonaría.
-Gracias, hijo. No sabes qué alivio siento ahora.
La joven le dio las gracias a Takashi y enseguida sus mejillas tomaron su característico color rojo.
Maki miró celosamente a Arisa.
-Ni que todavía fueras una niña linda como yo para que te cuiden…
-¡Maki, compórtate! –Miyoko se disculpó apenada…
…pero todos comenzaron a reír antes los desplantes de la niña.
-Y dime, hijo, ¿cuándo partes a Tokio para ver todos los documentos de la universidad y el lugar donde vivirás? –preguntó el señor Fujiwara un tanto ansioso.
-Mañana mismo ya que la siguiente semana comienzan las clases.
-¡Papá, ¿me puedo ir con Takashi?! –los ojos de Arisa se encendieron de alegría.
-Claro que sí, hija. Ahora que él cuidará de ti, no debes separarte de su lado.
-Gracias, papá, por eso te quiero mucho.
Todos sonrieron, menos Maki que burlándose imitó a Arisa.
-De verdad me da mucho gusto que los dos se acompañen, así no se sentirán tan solos –dijo Miyoko.
-Ari-chan, aunque igual no podamos vernos todos los días, te prometo que los domingos, los únicos días que tendré libre en la Uni, te los dedicaré a ti.
-Gracias… no sabes lo feliz que me haces…
Aquellas palabras del chico fueron como melodía a los oídos de Arisa, una linda melodía que decidió guardar en lo más profundo de su ser.
La cena transcurrió entre pláticas, risas, planes para las próximas vacaciones y un sinfín de cosas que interesaban a los grandes.