INTRODUCCION
Me llamo Sheeryn Lacob y tengo 23 años. Es 20 de Enero y hace seis meses que Thaïs sufrió un grave accidente delante de mis ojos.
"Estaba en mi coche, volviendo a casa, cuando de repente vi cómo una moto no se paraba para ceder el paso a una chica que desconocía (Thaïs). Después de que Thaïs muriera en el acto y se la llevara la ambulancia, vi que en el suelo estaba su bolso y lo recogí. Buscando en él un teléfono o dirección para contactar con su familia, di con una lista que ella había redactado (con unos deseos que jamás se realizarían) y decidí quedármela para no hacer sufrir más a su familia.
De los veinte deseos, Thaïs sólo había cumplido dos: perder 45 kilos y llevar unos zapatos sexys. El primero ya estaba tachado. Yo taché el segundo, ya que llevaba unos tacones de aguja el día de su muerte."
Hoy me he decidido a cumplir los deseos que Thaïs no pudo realizar ya que me siento un poco responsable de su muerte, a pesar de que todo el mundo diga lo contrario. Su hermano Adam, al que me encontré en el cementerio hoy cuando llevé flores a Thaïs, me apoya.
CAPITULO 1
Siguiente punto de la lista: Besar a un desconocido.
- ¿Qué piensas de éste?
El chico que Baha me señalaba era tan guapo que me parecía raro verle aquí, con camisa y corbata, en vez de en el sitio que le correspondía: un anuncio televisivo de ropa interior para hombres.
- Sé realista.
- ¿Qué? Si solo es un beso.
Qué fácil, no era ella la que tenía que darlo.
Era la noche de un jueves después de salir del trabajo, y el Brass Monkey hervía de gente. Hacía ya una hora que Baha y yo espiábamos en el bar bebiendo margaritas a 2 (un poco bastante ligeras, desgraciadamente, para darme valentía).
- Según tú ¿en los labios? Pregunté.
- Sin ninguna duda, pero la lengua es una opción.
Después de unas cuantas charlas, me decidí por tres chicos instalados en una mesa cercana. Bien vestidos, y sobretodo, sobretodo, parecían inofensivos. ¡Vamos allá! Me levanté con tanta bravura como si fuera a un combate.
Mi plan consistía en acercarme, exponerles la situación, y rezar para que a uno de ellos le diera pena y se propusiera para el trabajo.
Vacié mi vaso de cuajo, respiré hondo y me dirigí a la mesa. Los tres chicos me examinaron con una curiosidad evidente.
- ¡Hola! ¡Me llamo Sheeryn! Anuncié con un tono alegre.
Tras un silencio, a lo mejor para ver si intentaba venderles algo, uno de ellos respondió:
- Yo soy Leo, y estos son Aaron y Ted.
- ¡Encantada!
Y me lancé a contarles lo que necesitaba pero de repente, Aaron me cortó para decirme que tenían pareja pero que un amigo suyo podría ayudarme.
- ¡Eh Marco! (Leo gritó en el bar, y qué casualidad era el modelo para ropa interior el que se giraba) ¡Hay una chica aquí que necesita ayuda!
Marco vino y cuando quise dar marcha atrás, pegó su boca a la mía, metiendo su lengua entre mis labios. Sinceramente, no fue para tirar cohetes.
Al enderezarse, me soltó, atrevido:
- ¡De nada!
¡OH, piedad! Me dieron ganas de vomitar. Después, al son de las risas de los chicos de la mesa que no habían perdido detalle de lo sucedido, agarré a Baha por el brazo para irnos.
Después de todo, tenía aún muchos puntos de la lista por rayar. Y, como decía mi abuela: << No hay reposo para los condenados. >>
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