Recolección [2]La Zonas de limpieza del suelo Terrano eran lugares cercanos a la Base principal que estaban muy afectados por la reciente batalla sobre el planeta, en las que los objetos caídos del cielo alcanzaban el tamaño de montañas, y habían arrasado varios cientos de kilómetros cuadrados con su impacto sobre el suelo, extendiendo escombros y fuego por todos lados. Desde hacía unos meses, Ter ordenó que las zonas cercanas más afectadas fueran limpiadas de escombros por voluntarios, para dar sitio a la primera ciudad de Terra y los primeros bosques, que se repoblarían en cuanto la atmósfera del planeta lo permitiera.
Las Zonas de Limpieza recibían un nombre, resultado de el ángulo y los kilómetros de lejanía a los que estaban del ahora edificio principal de Terra, Punto Neural.
Por ejemplo, el nombre que recibía la zona donde Tara y Frip ayudaban con la extracción en esos momentos, era 0_5 DOS. 0,5 grados con respecto al Punto Neural, y a 5 Kilómetros de distancia. Muchas de estas zonas tienen un nombre algo más coloquial, que les han dado sus trabajadores; esta de la que hablamos es llamada Crucero de gloria. Seguramente recibe ese nombre por ser el lugar donde cayó el último crucero Ayler.
Irregulares montañas del tamaño de pequeños edificios se alzaban por encima de las cabezas de los Terraptor, que apartaban sin cesar los trozos de chatarra y los depositaban en las carretas, que llevaban el material a un transporte, situado en las afueras de las montañas.
Las montañas solían tener por centro un gran fragmento de nave, de cientos de toneladas de peso y decenas de metros de volumen, que sobresalían de la montaña y “daban sombra” a los trabajadores, estando muchas veces directamente por encima de ellos. Así que debían ser cuidadosos.
Bajo uno de esos gigantes de metal se encontraban Tara y su compañero Frip, que, al igual que los demás, recogían pedazos de nave y los depositaban en carretas que los encargados traían.
Rodeados de guardias... Tara encontraba incómodas esas situaciones. Fuera donde fuese una legión de guardias la seguían a donde fuera. “Ya que están aquí, podrían ponerse a ayudar”, pensó mientras extraía otro fragmento de metal.
El grave y fuerte zumbido de un caza empezó a oírse en la lejanía. Nadie le dio importancia, hasta que el sonido del caza se hizo aún más grave, y luego se fue apagando, hasta desaparecer. Al mismo tiempo, varios guardias -las Zonas de Limpieza estaba infestadas de ellos- dejaron su posición y fueron a saludar a Ter -y, como siempre, a comprobar que se encontraba bien-. Todo el mundo sabía que si algún caza podía aterrizar aquí, invariablemente Ter se encontraba en él. Nadie más tenía permiso para hacerlo.
Ter bajó del vehiculo y esquivó a los guardias que venían a él, dedicándoles un mínimo gesto. Aunque para ellos era suficiente. Uno de ellos le indicó el camino hacia Tara y Frip, mientras otro subió al caza y lo llevó a un lugar donde no estorbara; los demás volvieron a sus puestos. Curiosamente, nadie escoltaba nunca a Ter, pero cada vez que tenían oportunidad, los guardias repartidos por la base y otros lugares se preocupaban por su estado. Por el contrario Tara no tenía un minuto de respiro. Pero nadie le preguntaba nunca como estaba.
Ter llegó al lugar -como siempre, más de un curioso le miró. Hartos deberían estar ya de verle...pero no- donde Tara y su alado amigo extraían hierros retorcidos y demás materiales de la gran montaña junto con otros voluntarios; y sin mediar palabra -aunque dedicándoles un saludo gestual-, empezó a sacar grandes trozos de material, que apilaba en el suelo a la espera de depositarlos en la siguiente carreta que viniera.
Fue Tara la que inició la conversación, sin dejar de trabajar. Sabía que Ter necesitaba hablar, sino, habría venido en uno de los transportes que cada hora iban y venían de la Base.
-¿No crees que has dormido demasiado poco? No hace tres horas que llegamos aquí.
-Ha vuelto a aparecer. –Dijo, con un suspiro.
Tara sabía bien de quién hablaba. En los pocos ratos libres que tenían, habían hablado mucho del tema. Ter se había alegrado mucho de tener al fin alguien con quien compartir sus dudas.
-¿...Y? ¿Qué ha pasado esta vez?
Ter hizo un arco con el brazo, señalando todo a su alrededor.
-No le ha hecho la más mínima gracia.
-Creí que te felicitaría por haber empezado a la reconquista...
-Mira de que manera hemos empezado... Recuerda que en el suelo que pisamos yace un ser vivo; esta reconquista ha empezado destrozando nuestro hogar. Por lo visto el daño que inflijamos al planeta se lo infligimos también al Dios vinculado a él.
Los Terraptor más cercanos empezaron a escuchar, disimulando como podían, pero prestando mucha atención a lo que sus Reyes decían. A Ter nunca le había importado hablar en público, aunque, como era normal, tampoco permitía que un circulo de curiosos se formara a su alrededor, cosa que dejó muy clara en su momento.
-Para ser un Dios, parece no comprender que algunas cosas son inevitables. Ahora hemos descubierto que ese Impulso electromagnético que preparábamos no habría servido si hubieses ordenado disparar. Gracias a tu decisión no perdimos el tiempo, salvamos quizá muchas vidas por eso. Además, no había muchas más alternativas, precisamente.
-Para ella no he tomado la decisión correcta. Desde luego tengo que tener más cuidado en tomar las próximas... En fin, al menos he salido como nuevo del trance.
Siguieron trabajando en silencio, los tres, sin volver a articular una palabra en bastante tiempo.
Aunque Tara seguía mirando a Ter, con tristeza. ¡Bastante tenía el pobre con el peso de su cargo, para que otro viniera ahora a atormentarle con los daños colaterales que causaba! ¿A caso Spora no comprendía el inmenso esfuerzo que Ter hacía ahora? Si por él hubiera sido, La Unión Rinaptor al completo se habría trasladado a uno de los innumerables universos paralelos que existían, y hacer de él un bastión inexpugnable contra los Aylers, y vivir entonces en paz. Pero no, Ter había sido obligado a reconquistar este universo, por voluntad de un Dios. Un Dios bastante caprichosillo.
Frip, mientras tanto, no hacía tanto caso a Ter y continuaba golpeando la irregular pared con su cabeza y cuernos, arrancando fragmentos de diversos metales que los encargados de las carretas recogían cada quince minutos.
Ya no mostraba tanto afecto por Ter, quizá porque las circunstancias los habían separado demasiado tiempo, Ter siempre estaba ocupado revisando cosas y trabajando, sin tiempo para sus cariños, mientras que Tara sí tenía tiempo para él. Por lo que Frip se había acercado a Tara, y la acompañaba desde hacía meses a todos los lugares, como hacía no tanto tiempo ocurría con Ter.
Siguieron trabajando alrededor de una hora en silencio, sin que nada los perturbara. Las carretas iban y venían, recogiendo los desperdicios que los voluntarios extraían de las montañas de escombros. Quizá por primera vez en muchos días, no ocurrió ningún incidente. En contra de la “rutina” habitual, ninguna montaña se había derrumbado sobre nadie. Ningún trozo especialmente grande de nave cayó de su trono de chatarra.
Hasta que un leve temblor empezó a sacudir gran parte de la zona.
Los pequeños terremotos eran habituales en las Zonas de Limpieza, pues las placas tectónicas del planeta se habían desestabilizado un poco con la caída de las grandes naves. Prueba de ello era la masiva erupción de volcanes en Terra... y estos temblores. Por precaución, todos salieron en pocos minutos de la Zona, pues, con el temblor, todas las montañas de escombros perdían estabilidad y solían derrumbarse. A poco estuvo una de esas montañas de acabar con la vida de un grupo rezagado, que tardó más de la cuenta en salir de la zona de peligro. Ter, Tara y Frip fueron los primeros en salir, escoltados por los omnipresentes guardias.
Todos aguardaron con tranquilidad a que el temblor pasara, para volver a sus tareas. Pocos se sorprendían de esto, ya que los terremotos en Terra estaban a la orden del día.
Pero, cuando el temblor no hizo sino crecer -cosa extraña- , muchos empezaron a asustarse, por mucho que lo intentaran ocultar. Por el contrario, Ter permaneció tranquilo, aunque serio. Un recuerdo de otro temblor le vino a la mente... Se giró hacia Tara.
-Me parece que esto no es un temblor natural.
-¿Porqué no?
-Porque los terremotos normales no vienen acompañados de sonidos mecánicos.
Tara se sorprendió mucho al oír eso.
-¿Cómo? Yo no oigo nada...
Ter reparó de repente en que nadie parecía oír nada extraño.
-¡Me parece que deberíamos empezar a separarnos! –gritó.
-¿Porqué? –preguntaron muchos.
Cogió a Tara por la mano y empezó a correr hacia su avión.
-Porque si no me equivoco es una gigantesca serpiente Ayler.
Frip lo siguió galopando, mientras la gente empezó a entrar en pánico y a correr por todos lados. El temblor se hizo más fuerte aún, y, como Ter había sospechado, una gigantesca serpiente de metal apareció saliendo en vertical del suelo. Lo que Ter no sospechaba es que la serpiente salida debajo de él.
El gigantesco engendro de metal embistió a Ter desde abajo, lanzándolo por los aires. A un ser normal lo hubiera atravesado de parte a parte. Tara también fue lanzada por los aires, por “suerte” sólo fue alcanzada por el cortante costado del robot. Frip, que había visto cómo sus dos amigos eran golpeados por el Ayler, esquivó a la serpiente y levantó el vuelo sin pensárselo dos veces, atrapando a Tara entre sus patas. De la sangrante y desmayada Terraptor se escaparon unas cuantas gotas de sangre, lo que el Ayler había venido a buscar. Se internó en la tierra al caer, la siguiente vez que emergió, recogió el material donde había caído, saltando al cielo cual pez que salta el agua. Frip llevó a Tara a la ambulancia más cercana (dispuesta para posibles accidentes en la Zona de Limpieza) y, furioso, se lanzó volando contra el gigantesco y metálico ofidio mientras éste caía por segunda vez. Su cabezazo no hizo el más mínimo daño al robot.

Ter se levantó del suelo dolorido, pero en perfecto estado. Su primera preocupación fue Tara, en el momento en que la vio ser llevada por Frip una furia inconmensurable recorrió sus venas. Sin pensarlo dos veces sacó la espada de la funda de su espalda y se dirigió al último lugar donde el Ayler se había dejado caer. Pero el Ayler tenía lo que necesitaba. No volvió a emerger del suelo, sino que se alejó escarbando a toda velocidad.
Frip se recuperaba del cabezazo propinado al Ayler, mientras la ambulancia encendía sus luces y con su alarmante sonido se alejó del lugar, en dirección al hospital.
Ter detuvo sus pasos, y, pensando rápidamente, llamó a Frip. Éste vino raudo en su busca; Ter se subió a el sin reparar en el rostro desfigurado por la ira que su compañero traía. Sólo en los restos de sangre en su cuerpo, que obviamente no eran de él. El golpe que recibió Tara debía de haber sido muy grave.
Al subir a lomos del animal, Ter pronunció unas palabras a los oídos de su compañero.
-Persíguelo. Puedo sentirlo, yo te guiaré. Acabaremos con él.
Frip levantó rápidamente el vuelo, y se dirigió al oeste, guiado por su amo, que aún mantenía agarrada con fuerza su espada.
