por Eddlm » 03 Oct 2010, 14:06
Coma
Oyó unos pasos, instintivamente fue a abrir los ojos; pero... notó que le era difícil. Notó por primera vez que le dolía la cabeza... le dolía mucho. Intentó recordar el motivo... lo último que recordaba era que estaba con Ter y Frip en la Zona de Limpieza. Intentó recordar los últimos instantes... corría agarrada de Ter hacia un avión, cuando algo la golpeó.
Consiguió abrir los ojos.
Un tipo de la especie Rinara (médicos por excelencia en la Unión Rinaptor) la miraba desde los pies de la cama, en silencio.
En cuanto vio la bata verde supo donde se encontraba. Dedujo inmediatamente que podía empezar a tranquilizarse. Estaba en buenas manos, le ocurriera lo que le ocurriera.
El médico se mantuvo en silencio, esperando. Era la primera vez que la paciente despertaba desde el incidente, además, no había prisa.
Por fin, tras unos minutos, ocurrió lo que esperaba. Tara había cerrado los ojos otra vez, pero sabía que estaba despierta, lo notaba en su respiración. En la respiración de los pulmones biomecánicos que descansaban al lado de la cama, mejor dicho.
-¿Que me ha pasado?
No recordaba la última vez que un paciente preguntó otra cosa cuando despertó del coma.
Sabía bien que responder:
-Has sufrido un accidente en la Zona de Limpieza 0,5 DOS. Un intruso ayler se internó en la Zona y le atacó a usted y al señor Ter Rawinston. No se preocupe por Ter, está a salvo y se encuentra ya en estas instalaciones, esperando para verla.
-Por supuesto que se encuentra bien, eso no lo dudo. Pero... demonios, me duele muchísimo la cabeza, estoy mareada... ¿que me hizo ese Ayler? ¿Chuparme la sangre? Es como si me faltara...
-Pues, casi. El Ayler tenía forma de serpiente, y se deslizaba bajo tierra, los atacó desde abajo. Usted recibió múltiples cortes muy profundos, la mayoría de sus órganos están destrozados. Lleva usted cinco horas en coma, señorita. Ha perdido mucha sangre, otra razón por la que los órganos están casi inutilizados. Le daré detalles, si quiere.
-Con que me curen y pueda volver a dar brincos por ahí como si nada hubiera pasado me vale, gracias.
El médico sonrió.
-Eso hacemos. Sólo me resta decirle una cosa: cómo habrá comprobado, no puede mover sus brazos, ni las piernas, ni siquiera el cuello. Eso es porque hemos desconectado su cabeza del resto del cuerpo, conectándola a una máquina que emula su cuerpo. Pulmones, corazón... lo necesario para que siga viva. Nosotros trabajamos en su cuerpo –el médico vio la mirada asesina de la paciente-. Es decir, no se alarme, sigue pegada a su cuerpo, pero este está inutilizado temporalmente para que podamos trabajar con él.
-Bueno; vale. Y, ¿cuándo podré salir de aquí?
-Dos semanas. Si todo va bien.
-Si todo va bien...
Pasaron unos largos segundos de silencio, hasta que el médico volvió a hablar.
-Bueno, no me resta más que decirle, yo me voy. Si necesita algo... –miró la maquinaria al lado de la cama, y la señaló- bueno, nosotros lo sabremos.
El médico salió de la pequeña habitación sin ventanas, dejando a Tara sola. Ésta decidió que descansar era lo mejor que podía hacer, y eso hizo. Cayó otra vez en un profundo sueño.
De pronto otra vez el sonido de unos pasos la despertó, habían pasado varias horas desde la conversación con el médico, pero a ella le pareció que no habían pasado más de unos segundos.
Cuando abrió los ojos, vio un frasco de cristal del tamaño de su mano, a unos centímetros de su cabeza, que contenía lo que parecía ser algo de sangre. Siguió el brazo que aguantaba el frasco, hasta encontrarse con la cara de Ter, que la miraba desde el lado derecho de la cama, junto al cuerpo mecánico –una serie de cilindros opacos que zumbaban y vibraban unos encima de otros-.
-No me mires así, es tuya.
Tara miró otra vez al frasco, con extrañeza.
-¿Cómo que mía?
Ter alejó el frasco de la cara de Tara y lo miró con curiosidad mientras explicaba:
-Lo encontramos dentro del Ayler que nos atacó. La hemos analizado, y si, es tuya.
Tara miraba a Ter ahora con más extrañeza aún.
-¿Y para qué quiere un Ayler mi sangre?
-Yo también me lo he preguntado, hasta que recordé: ¿para qué queríamos nosotros tu sangre? ¿Recuerdas?
Tara hizo memoria; la última vez que habían necesitado sangre suya era para combinar su ADN con el de Ter y así poder clonarlos y crear un pequeño ejército Terraptor, hacía casi un año.
-¿Ahora los Aylers quieren un ejército Terraptor?
-No lo sé. Pero lo que si sé, o, sabemos, es que no han conseguido la muestra de ADN que necesitaban. Por lo que supongo lo intentarán otra vez. Además también necesitan una muestra de ADN masculino... Por desgracia masculinos sobran. Somos diez mil.... No les será difícil conseguirla.
-O sea, que os toca protegerme, evitar que se apoderen de mi ADN a toda costa -dijo Tara sonriendo.
-No reirás tanto cuando te diga a donde irás para estar protegida. En cuanto arreglen lo que queda de tu cuerpo te irás al Anillo rinara. Ellos te esconderán mientras nos aseguramos de que aquí no hay más máquinas vivas.
A Tara no pareció hacerle mucha gracia
-¡Entre rinaras! ¡NO!
Incluso la propia Tara se sorprendió de poder gritar en su estado. Lo atribuyó a las maquinas que la deban vida en este momento.
-También hay un hueco reservado para ti en una caja fuerte de adiminio de veinte centímetros de espesor... Y fíjate que no me estoy riendo.
Efectivamente Ter no reía, aunque otro en su situación no dudaría en hacerlo.
-Ya lo veo. Sabes esconder la risa muy bien. ¿Tú sabes a donde me mandas?
La cara de Ter mostró algo de enfado.
-Conozco bien el lugar donde vas. Donde ningún Terraptor quiere ir, al hogar de los Rinara. “esos seres blandengues y llorones con los que nadie quiere estar”. Los seres que todos despreciáis por no usar la violencia como solución a todos los problemas.
-Allí me mandas, encima para que cuando un Ayler se acerque salgan todos despavoridos y me dejen sola frente a él.
-Prejuicios, prejuicios, prejuicios. Cada día los Terraptor demuestran tener más. Que no usen la violencia no significa que sean unos cobardes. De paso, ya que vas, los conocerás bien, y verás que en realidad son unos valientes.
Tara no pudo menos que soltar una carcajada.
-Si, valientes...
La oscura noche bañaba hacía horas el edificio principal de su mundo, el Punto Neurálgico. Tras haber cenado, Ter se dirigía a su habitación; como siempre ensimismado cruzaba los pasillos sin saludar a nadie. Precisamente hoy eran más los que intentaban saludarle, por los hechos ocurridos hacía pocas horas. No todo el mundo cabalgaba a lomos de una serpiente de cinco metros de ancho y vivía para contarlo.
Pero Ter ignoraba los saludos y seguía caminando, nadie osaba cortarle el camino directamente. Hoy los pensamientos entre los que navegaba eran más profundos que de costumbre, más aún si cabe.
Sus pensamientos giraban en torno a sus extraordinarios poderes.
Aún le parecía imposible que la serpiente Ayler no le hubiera partido por la mitad cuando lo atacó, mientras que a Tara, que sólo la rozó, casi acaba con ella. La fuerza con la que se movía ese ser podía partir tanques... Pero él se había subido a aquella serpiente y se había mantenido en ella durante casi media hora. Incluso después de que ese bicho se le tirara encima con sus decenas de toneladas, él había salido sólo levemente herido del impacto. Impacto que, se repitió, habría aplastado a un tanque...
Metió una mano en la abertura de la izquierda de la pared, junto a la puerta de su habitación casi sin pensarlo. La mano se internó en una sustancia gelatinosa, que analizó su tamaño, huellas y ADN. Tras confirmar que se trataba de Ter Rawinston, la puerta se abrió y pudo entrar.
Ter se dejó caer en la cama, con una frase en su cabeza.
Tengo que averiguar cómo funciona este Talismán. Tengo que saber que me hace.
Pero en poco tiempo dejó ese pensamiento de lado, mañana ordenaría que hicieran un análisis exhaustivo del Talismán.
Había otra cosa mucho más cercana que tenía pensado hacer, cosa que se le ocurrió mientras volaba con la aeronave Athos hasta la Zona de Limpieza, hacía unas horas.
Tenía que contactar con el Dios que moraba en este planeta.
Tenía muchas cosas que decirle.
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