Me guardo los consejos...
(y las críticas xD)Noche intranquilaTal había sido la firmeza de la orden de Ter, que nadie se opuso a que la gran robot Ayler y sus dos guardaespaldas pudieran campar a sus anchas por el planeta.
Aunque Aylar siempre mantuvo a los dos robots menores en la cápsula, siempre inmóviles.
Aunque aquella noche eso cambió.
Ter y Tara dormían en sus respectivas habitaciones, o al menos lo intentaban. El hecho de que un Ayler anduviera suelto por la base, por muy amigo que fuera, no podía menos que preocuparles, aunque a cada uno por motivos diferentes…
Ter no podía quitarse de la cabeza que un Ayler hubiera venido huyendo de los suyos pidiéndole cobijo en su mundo, para colmo demostrando que venía dispuesto a ayudar. No cuadraba con lo que él conocía de los Aylers. No cuadraba nada.
Y lo peor era que no era ése el único problema, ya que los Rinara, desde su querido Anillo en ese otro universo, seguían esperando una razón para seguir ayudando a los Terraptor en la guerra.
Otro de los problemas que se le presentó fue en el momento en que se dio cuenta de lo que era ese nuevo -o nueva- robot.
Dejando de lado el hecho de que éste había venido en son de paz, su diseño era asombroso. A diferencia de todos los demás Aylers que conocía por el momento, construidos a base de chatarra y con apariencia bastante vieja, este nuevo Ayler estaba diseñado y construido mucho mejor, con cada pieza ajustada a su función, tamaño, forma, color… este robot estaba más cuidado que los demás. Ansiaba verlo en combate, sabía que no resultaría una decepción. Esos brazos y piernas terminados en armas, junto con la delgadez y aparente ligereza del robot, resultarían sorprendentes cuanto menos, usados en una batalla.
Precisamente ahí radicaba una de sus más grandes preocupaciones. Este robot, tan cuidado, tan trabajado… ¿Significaba que los Aylers estaban cambiando? ¿Podían los Aylers estar modernizándose? Ter recordó la facilidad y velocidad con la que Aylar había accedido a los ordenadores de todo el imperio. ¿Y si los siguientes Aylers tuvieran esa capacidad de procesamiento? ¿Y si fueran todos tan inteligentes como ella?
Pudo haber preguntado a la propia Aylar esa noche, pero prefirió seguir intentando dormir.
Por su parte, Tara sólo pensaba en cómo podía Ter haber permitido que un Ayler campara a sus anchas por su mundo. ¡Un Ayler! ¡El principal enemigo del Imperio Rinaptor! Y lo dejaba suelto…
¿Cómo podía Ter haber llegado a esa decisión? ¿Qué había pasado? Desde el primer momento en que vio a la gran robot, Tara vio que ella y Ter se trataban con bastante confianza, aun siendo miembros de dos especies enemigas irreconciliables. Había algo de Aylar, o de Ter, que ella no sabía. Algo que los uniera, o que los separara menos. Tal vez Aylar no fuera de la especie de robots Ayler… aunque su propio nombre contradecía ese pensamiento, su diseño físico y mental no se parecían en nada a lo que ella conocía de los Aylers.
En ese momento recordó a los Barok’s, otra especie de robots, no agresivos, y con un diseño mucho más cuidado y menos hiriente para la vista. No habían tenido contacto nunca, por lo menos ningún Terraptor, pero entre los archivos de los Rinara esta especie figuraba, y como una de las más pacíficas y a la vez fuertes de esta galaxia.
Puede que “Aylar” fuera de esa especie.
Aunque, también era difícil creerlo, ya que según los escáneres de los satélites, Aylar, su cápsula, y los otros dos robots estaban hechos del material característico Ayler.
Algo pasaba con esos dos que los demás no conocían… casi seguro que era eso.
De repente, una serie de disparos y explosiones resonaron preocupantemente cerca. Ter y Tara se levantaron a la vez, aún estando en habitaciones separadas. Ter miró por la ventana; el robot Aylar disparaba con sus brazos a otros dos robots más pequeños, uno gris y el otro rojo oscuro, que disparaban a su vez a Aylar. Ter no los reconoció inmediatamente, pero al ver la cápsula de Aylar caída en el suelo, dañada severamente, junto a la destrozada plataforma levitante, se dio cuenta de que eran los dos robots “guarda espaldas” de Aylar, que ahora la atacaban.
Antes de que fuera demasiado tarde, Ter cogió su telecomunicador y contactó inmediatamente con uno de los más altos comandante militares, avisándole de que no debían destruir al robot alto y verde, ya que no era la verdadera amenaza. Que se centraran en los dos pequeños.
Antes de que el comandante pudiera transmitir las órdenes a los capitanes y éstos a los soldados de los tanques, los propios tanques cercanos –controlados por Aylar- dispararon al unísono contra los dos robots, dañando sus escudos gravemente. Aylar aprovechó el momento mientras se recuperaban y atravesó el pecho de uno con uno de sus brazos, eliminando el escudo y, dañando severamente su célula de energía. Al sacar el brazo, disparó con uno de los cañones al pecho del robot, que con una sacudida se abrió y lanzó hacia atrás al robot, ya inoperativo.
El segundo robot se disponía a disparar, Aylar fue más rápida y, esquivando el disparo, se situó detrás de él y le disparó con todos los cañones de sus brazos. El robot cayó hacia delante con la espalda y el interior del cuerpo hecho un amasijo de hierros.
***Frip caminaba a paso lento por las afueras de la base principal, o, más bien, patrullaba a paso lento, con sus casi tres metros de alto, entre los edificios tras el Punto Neural. Éstos días, en los que Ter no le hacía caso y Tara estaba enferma, se dedicaba a andar por aquí y allá, buscando algo interesante, ya fuera un enemigo… o un nuevo amigo. Ésa noche su humor estaba bastante caldeado, ya que acababa de salir de los laboratorios Rinara, donde le habían hecho unas cuantas pruebas bastante desagradables. En realidad, cualquier prueba que le hubieran hecho le hubiera resultado desagradable, pues no estaba acostumbrado a que nadie le tocara siquiera, nunca, más que nada porque él nunca lo había permitido. Por eso, hoy, aunque sólo le habían tomado una muestra de sangre, estaba considerablemente enfadado. Como precaución, le habían sujetado con correas –como es lógico cuando se le hacen pruebas a un animal-, y eso le había fastidiado bastante. Por eso, cualquiera que le viera vería a una bestia buscando presas entre los callejones, en vez de al habitual y alegre Frip.
Más de una oscura rata se cruzó en su camino, cosa que lamentaron rápidamente todas las que lo hicieron, porque Frip hizo de ellas su cena sin pensarlo dos veces.
Su enfado sólo fue en aumento cuando las ratas despistadas dejaron de aparecer para permitirle desahogarse con ellas.
Realmente, hubo suerte de que nadie pasara por allí y se topara con él, no porque Frip pudiera atacar, se pueda pensar; Frip nunca ha sido capaz de atacar a nadie sin conocerle siquiera. Pero ese alguien podría haberse llevado un susto de muerte al encontrarse una figura cuadrúpeda y alada, de tres metros y una cornamenta que podría levantar un coche, todo esto con una cara de ira bastante aterradora.
Hoy Tara, su mejor amiga en estos momentos, había salido del hospital del Punto Neural, hubiera ido a visitarla si no hubiera sido porque su salida coincidía con la estancia de Frip en el laboratorio…
Doblaba una esquina a izquierdas cuando de repente oyó una serie de potentes detonaciones a lo lejos. Sin pensárselo, salió disparado, recorriendo los callejones con asombrosa agilidad, moviendo sus más de mil kilos a la velocidad del rayo entre las estrechas calles. Salió como una flecha a la llanura, y se detuvo para ver de dónde venían exactamente las explosiones y los disparos. Inmediatamente lo vio, un gran robot de unos veinte metros de altura se enfrentaba a otros dos más pequeños, en ese momento el robot atravesaba a uno de ellos con el brazo, lo extraía de él y le disparaba en el pecho.
Frip no conocía de nada a ninguno de los tres robots, pero sabía bien que no eran propiedad de este imperio. Por lo que no se lo pensó dos veces, y se lanzó directamente a por el mayor de los tres. Éste acababa de eliminar al segundo robot, destrozándole la espalda a tiros.
Con los dos robots eliminados, el robot se giró hacia el nuevo adversario, una criatura alada y bastante grande se acercaba volando hacía él. Esperó inmóvil hasta que el animal estuvo a un par de metros, y se apartó rápidamente, pasando Frip a pocos metros de su cabeza. El gran animal dio media vuelta y lo volvió a intentar, Aylar volvió a esquivarlo en el último segundo. La ira de Frip fue en aumento, sabía que estaba jugando con él. Su vuelo empezó a tornarse muy rápido y vertiginoso. Después de muchos intentos, la velocidad a la que Frip embestía le hacía volverse una figura indefinida, demasiado rápida para que un ojo normal percibiera sus detalles. Aylar seguía esquivándolo en el último momento, con relativa facilidad.
***Ter, asomado a la ventana de su habitación, alertado por los anteriores disparos, los miraba con preocupación. Preocupación por Frip, por supuesto. Había visto como Aylar había soportado los disparos de esos robots, era obvio que Frip no podría hacerle el más mínimo daño. Pero ella a él sí.
-¡No le hagas daño! Dijo mentalmente Ter.
-Es un animal -respondió Aylar-
, sé bien lo que he de hacer. Observa.En una de las embestidas de Frip, Aylar no se apartó. Tal fue el golpe, que Aylar, aún intacta tuvo que dar un paso atrás para no perder el equilibrio, pero fue Frip el que se llevó la peor parte. Aún habiendo atacado él, el cabezazo contra el robot sólo le había hecho daño a él.
Ni siquiera rebotó, el golpe le hizo quedarse tirado de mala manera en la cabeza de Aylar unos segundos, lo suficientemente aturdido y dolorido como para no poder ni intentar levantarse o agarrarse a algo. Cayó como un trapo desde más de veinte metros, a los “pies” de Aylar, que esperó adrede a que cayera hasta el suelo, y luego lo levantó de ella, agarrándolo, inmovilizándolo, con los tentáculos del final de sus brazos.
Lo acercó a su alargada cabeza y dijo, silabeando lentamente:
-No soy tu enemigo.
Luego lo dejó en el suelo con cuidado, y se mantuvo frente a él sin moverse.
Ter y Tara salieron a la vez de sus habitaciones, coincidiendo en los pasillos. Ninguno dijo nada mientras corrían a la salida, sin embargo Tara dirigió una mirada de furia a Ter.
Ter bombardeaba mentalmente a preguntas a Aylar en esos momentos. Rápidamente recibía cada una de las respuestas: Los dos robots habían sido controlados por el uno de los planetas Aylers más cercanos a esa galaxia, aprovechando la onda IEM que los Terraptor habían lanzado contra ella sin que Ter lo supiera. El Impulso Electromagnético había desorientado a Aylar el tiempo suficiente como para que otro le pudiera arrebatar el control sobre los robots.
Sobre Frip, él había atacado y ella, sin atacar ni defenderse, le había vencido. Punto.
Llegaron al lugar, Frip ya se encontraba de pie, intentando mantener el equilibrio, cosa que había perdido a causa del mareo producido por el golpe.
Tara miró a Frip con cara de pena y luego miró a Ter otra vez con enfado.
-¿Ves como era un p…?
Aylar la interrumpió y empezó a hablar ella.
-Antes de que aproveches esta situación para poner a Ter en mi contra, deberías saber que esta situación la han producido los propios Terraptor que, han enviado una onda IEM contra mí, liberando a esos robots de mi control, y volviéndolos contra todos nosotros.
Tara miró con furia a Ter y Aylar por igual.
-¿Y cómo sabemos que no miente?
Ter, en silencio, miró a Aylar esperando que ella respondiera a la pregunta.
Y así lo hizo: por los altavoces ocultos de su cabeza se empezó a oír la voz del Capitán Miritan dar la orden. Tras dar las coordenadas y dar la orden de disparo, Miritan añadía que “esto no había ocurrido”.
Tara seguía mirando a Aylar con enfado.
Eres un robot, puedes modular tu voz como la del capitán Miritan. No me creo que Miritan haya dado una orden así y ocultársela a Ter.
Ter siguió manteniéndose en silencio pues realmente no podía decir nada, Tara tenía razón. Aylar era un robot, podía crear archivos de audio que sonaran exactamente como ella quisiera, y podía imitar la voz o el sonido que quisiera.
Así que Ter se puso a mirar a Frip, que ya había recuperado gran parte del equilibrio y los miraba a los dos, esperando que hicieran algo con el Ayler que tenían encima. Le sorprendía bastante que Ter y Tara no lo hubieran atacado o algo parecido.
Al final Ter miró a Aylar y dijo:
-¿Hay alguna manera de que puedas demostrar que lanzaron el IEM contra ti?
-No puedo demostrarlo sin que se piense que he falsificado la voz de Miritan, el informe sobre los resultados que le entregaron, o los efectos que el IEM produjo en mí.
Ter miró a Tara con cara de aburrimiento.
-Bien. Me voy a la cama –tras lo cual se dio la vuelta y se fue andando con tranquilidad.
Tara lo siguió con más enfado aún, y ahora con indignación.
-¿Pero es que no te importa?
-¿Qué me tiene que importar?
-Acabamos de presenciar un combate entre Aylers! ¡AQUÍ! ¡En nuestro planeta! Y encima, tu protegido, ha hecho daño a Frip. Pareces ignorar todo eso.
-Esos dos robots estaban controlados por Aylar para que no nos atacaran. Aylar ha perdido su control y los ha eliminado. Yo no veo nada que deba importarme mucho ahí. Además, ella no ha hecho daño a Frip. Frip se ha hecho daño al atacarla. Que se fastidie y no ataque a quien no deba.
Tara no encontraba palabras para hablar.
-¡¿es que ignoras que hay un AYLER en nuestros dominios?! Es más, no sólo ignoras que sea Ayler, sino que lo defiendes. ¿Sigues siendo tú Ter Rawinston? ¿O tenemos a un Ayler infiltrado con la forma de un Terraptor?
Ter detuvo sus pasos, y se giró hacia Tara. Contrariamente a lo que ella esperaba, sonreía.
-Por favor, ya digo y hago suficientes estupideces yo como para que empieces a decir estupideces tú. No las digas, y, te aviso, tampoco las hagas. Además, que un Ayler merodee por aquí como si ya fuera uno de los nuestros ahora es el menor de nuestros problemas. Ese Ayler ha demostrado no ser como los suyos varias veces, lo sepáis los demás o no. –Ter empezó a andar otra vez- Puedes comprobarlo si quieres, en nuestras bases de datos. Desde que ella vino hay mucha más información sobre los Aylers de la que habíamos tenido nunca.
-Si, claro. Nuestros técnicos están ya recopilando la información que ese robot introdujo a la fuerza –pronunció con énfasis esas palabras- en nuestros servidores. Una a una cada palabra es mentira. Ter, ¿sabes lo que pone ahí? Ahí pone que, al contrario de lo que pensamos, existen por lo menos dos trillones de Aylers menos de los que nosotros sabemos. Hablan de que están siendo construidos Aylers totalmente nuevos, mucho más grandes, mucho más fuertes aún. Y por el contrario pone que el Rey de los Aylers…
Ter detuvo bruscamente su paseo, y de miró con enfado a Tara, a la vez que habló, interrumpiéndola.
-No me importa lo que Aylar haya metido a la fuerza en esos servidores, es más, no quiero ni saberlo. Tengo problemas MUCHO más graves que esto, de los que me tengo que ocupar –Ter se acercó un par de pasos a Tara-, así que guárdate tus acusaciones y excusas para otro día, y hazme un favor, difunde un mensaje los demás Altos mandos de los Rinaptor. Un solo ataque más a ese robot, y el responsable servirá de comida a los Tyranodontus.
Dicho esto, Ter dio media vuelta y se fue a su habitación.
Tara seguía sin creer lo que oía. Miró a Ter desaparecer tras la puerta principal del edificio “Punto Neural”. Aún más furiosa que antes, se giró para ver a Aylar, que, como era costumbre, no se había vuelto a mover desde que Frip chocó con ella.
-¡¿Se puede saber a qué demonios has venido aquí?!- Gritó al lejano robot con furia, sin esperar que la oyera.
Un altavoz cobró vida tras ella, en la pared.
-He venido aquí porque es el único lugar en el que estoy a salvo.
Tara se giró rápidamente, sobresaltada, hacia el altavoz. Al oír aquella frase, le dirigió una mirada interrogante.
-¿A salvo de quién?
El altavoz no volvió a emitir ningún sonido. Esperó durante un tiempo, pero no volvió a hablar.
Sin embargo empezó a sentir unas grandes pisadas en el suelo, se giró hacia el lugar donde se suponía que Aylar se encontraba de pie; en esos momentos Aylar se acercaba andando hacia ella.
Desconociendo sus intenciones, y desconfiando de ellas, Tara sacó su pistola en un acto instintivo. Aylar siguió acercándose. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, giró a la izquierda, dirigiéndose a la derecha de Tara, hasta llegar a la gran pared. Una vez al lado, a unos ocho metros de Tara, Aylar desprendió de su espalda una gran carcasa, que le ocupaba toda la espalda, con un misil dentro. Los dos cayeron al suelo estrepitosamente –el misil dentro de la carcasa-, al lado de Tara. La carcasa era tan alta como ella. Cuando miró al robot, ésta se había apoyado de espaldas contra la pared, con la cabeza inclinada hacia abajo, como si fuera a dormirse apoyada en la pared. Y, ciertamente, eso iba a hacer.
-Si te dijera de quien exactamente estoy huyendo y porqué, no podrías conciliar el sueño en meses. Te recomiendo que te acuestes y esperes a ver cómo se desarrollan los acontecimientos a mi alrededor.
Tara miró de arriba abajo al robot lentamente. Parecía haberse acomodado muy rápido a su nuevo hogar. Sabía bien que se iba a quedar. Seguramente lo sabía desde el principio.

Tara rodeó lentamente la carcasa con el misil dentro, estudiando con asombro el gran proyectil, a la vez que se acercaba a los pies de Aylar.
-Así que te escondes de alguien poderoso… Para colmo traes el peligro a nuestro mundo. Si quienquiera que te busque te encuentra aquí seremos nosotros los que se tendrán que enfrentar a él.
-Los seres que me persiguen saben en todo momento donde estoy, y por supuesto saben que estoy en este mundo. Pero no pueden venir a por mí, ya que eso significaría ordenar un ataque contra este imperio, con el consiguiente esfuerzo mental de diseñar estrategias y elegir cuidadosamente a que unidades van a enviar a la guerra. Ahora el imperio que gobiernan está en serios problemas, no pueden ocuparse de una batalla ahora. Ni siquiera pueden tomarse el lujo de pensar en cómo ganarla aunque tuvieran efectivos para atacar. Necesitan toda su capacidad de procesamiento para otros fines más importantes... Pero, por el contrario, si yo no estuviera bajo la protección de este imperio, quienes me buscan lo tendrían fácil para eliminarme.
-Y… ¿quiénes te buscan?
-Eso no puedes saberlo.
Tara entrecerró los ojos mirando a la robot.
-¿Porqué no puedo saberlo?
-Porque tampoco podrías dormir en meses si lo supieras.