por Eddlm » 14 Feb 2011, 02:00
La cacería
Los Rinara se tomaron su tiempo para tomar una decisión.
Y los días pasaron. Tranquilos, realmente, más tranquilos que de costumbre.
Ter caminaba por la gran llanura que se extendía frente al Punto Neural, admirando cuanto se movía a su alrededor. Seres con cuerpo de robot y mente Terraptor correteaban por la llanura, a lo lejos, siguiendo las órdenes de los generales a los que debían sumisión. Pese a su más que justificada aversión a los robots, Ter reconocía que estos le acababan gustando. En ese momento, pasó delante de él varios Cazadores, a toda velocidad. Diseñados con cuerpo de motocicleta, y armados hasta los dientes, estos robots -o ciborgs? Ter nunca había sabido cómo calificarlos- eran unos maestros de la velocidad y la agilidad, cuyas armas y cerebro avanzado añadían a sus cualidades la de asesinos certeros. Su color oscuro ayudaba a pensar en ellos como máquinas de matar.
Ter los había visto en acción algunas veces, los Aylers escondidos que quedaban en Terra eran usados como sujetos de pruebas para probar estas nuevas armas.
Siguió con la mirada el recorrido de las motos, que se dirigían, junto con un grupo de TyranodoS, a algún lugar al oeste, a su derecha. Un transporte terrestre Tropars los guiaba, seguramente a alguna expedición en busca de Aylers. Aylar había dispuesto un mapa a disposición de todos los militares, actualizado cada hora, de los lugares donde detectaba que habría robots enemigos.
Ter miraba alejarse el Tropars, recordando a Aylar y a su extraña “desaparición” de su vida estos días, cuando el vehículo se detuvo y dio marcha atrás. Mientras se acercaba, lentamente, Ter se preguntó si le habrían visto y querían hablar con él. Esperó.
Lo confirmó cuando un soldado Terraptor se asomó por la puerta trasera del vehículo y lo miró, mientras el vehículo seguía acercándose. Una vez estuvo lo suficientemente cerca, el vehículo se detuvo, mientras Ter seguía mirando al Terraptor asomado, esperando. El Terraptor bajó de un salto y se acercó un par de pasos hacia Ter, aunque todavía los separaban más de cinco metros. Luego, con voz algo entrecortada, habló:
-Esto… bueno, yo y mis compañeros le hemos visto ahí parado contemplando a los robots… y nos preguntábamos si le apetecería acompañarnos a la caza de algunos Aylers…
Ter lo pensó unos segundos.
-Bueno, realmente, me esperaba una tarde aburrida paseando por la llanura –dijo con una leve sonrisa-. Por supuesto vuestra opción es mucho mejor, os acompaño.
Bajo centenas de toneladas de tierra, en las montañas, despertó de su corto sueño. Sus sensibles sensores le informaban de que un sonido, el sonido de varios motores pequeños pero potentes, se acercaba. No necesitó mucho tiempo para deducir que tipo de vehículos eran, y casi inmediatamente accedió a su base de datos personal para obtener información sobre esas motocicletas automatizadas que eran los Cazadores.
Tras obtener la información necesaria, sensibilizó al máximo sus sensores para determinar el número de motores, y, en consecuencia, el número de Cazadores que se acercaba a aquellas montañas.
Cinco. El Seyler no hubiera dudado en salir de su escondrijo subterráneo para acabar con aquellas cinco pequeñas molestias, sino fuera porque otro sonido acompañaba al de los motores de los Cazadores. Eran pasos, pasos rápidos y pesados a la vez, como lo serían los de un Tiranodonte… Si esos animales existieran aún. Pero, los seres que eran autores de esos pasos que ahora oía, se parecían mucho a los Tiranodontes que él conocía. Se trataba de varios TyranodoS.
Eso redujo las probabilidades de victoria para el Seyler si salía a combatir contra ellos. Los Cazadores y los TyranodoS formaban muy buen equipo; muy bueno, y bastante peligroso, lo sabía bien. El Seyler escuchó el patrón de los pasos. Había tres sonidos parecidos, que se repetían siempre de la misma manera.
Cinco Cazadores y tres TyranodoS. Aún podía ganar, si se esforzaba lo suficiente en intentarlo. Pero no. Aquel zumbido grave, penetrante, delataba al tanque que acompañaba al equipo de ciborgs.
Cinco Cazadores, tres TyranodoS y un tanque, probablemente con unos ocho soldados bien armados dentro.
Calculó. Las probabilidades de que saliera victorioso eran del doce por ciento. Aunque, ese valor variaba dependiendo de qué tanque fuera el que acechaba ahí arriba.
Comenzó a bombear energía a su dormido cuerpo de serpiente, para activar los motores que le permitían excavar la tierra y moverse entre ella. Y esperó. Esperó, que los atacantes no llevaran consigo uno de esos detectores-interceptores de Aylers de los que Aylar le había informado. Si los atacantes contaban con uno de ellos, las probabilidades de acabar con ellos y salir vivo del encuentro se reducían a cuatro por ciento...
Aylar. Mientras esperaba que los atacantes se acercaran lo suficiente, procesó información sobre ella. Ese robot renegado ahora actuaba como una red de comunicaciones auxiliar par los Aylers del planeta, ya que no podían utilizar el sistema estándar de comunicación, pues los Terraptors los detectarían.
Gracias a Aylar, los Aylers de Terra sabían cuántos aliados robot quedaban en el planeta, contra qué enemigos se habían enfrentado… y cuándo habían sido destruidos. Rara vez un Ayler se alzaba con la victoria total en esos enfrentamientos.
Aunque la red que Aylar había montado para ellos les era útil en muchos aspectos, Aylar no permitía que los Aylers conocieran la localización de otros Aylers. Esa robot jugaba con ellos, eso lo tenían claro. Pero no podían hacer nada por evitarlo, su programación era mucho más avanzada que la de ellos. Ella ponía las reglas en ese juego.
La robot tenía sus razones. Pretendía aumentar la dificultad con la que los Terraptors se enfrentaban a esos Aylers. Permitir a los robots conocer el estado de otros robots les permitía prepararse mejor para los futuros enfrentamientos, pero, permitirles conocer la localización de sus compañeros haría que los Aylers se unieran y pudieran formar grupos, lo que aumentaba demasiado la dificultad que Aylar pretendía dar a este juego de caza.
En esos momentos Aylar centraba su atención en el Ayler serpiente que iba a ser atacado, de manera que empezó a ver lo que él veía, a oír, sentir lo que él oía y sentía. Su cerebro robótico ahora recibía cada bit de información que procesaba el Seyler.
Sólo con el objetivo de añadir los detalles de su destrucción a su cuadro de estadísticas.
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