Epílogo
Una pequeña nave de transporte descendía lentamente entre las nubes de un azulado cielo, prestando mucha atención a su alrededor en su descenso. Su destino era el suelo, concretamente una explanada cerca de un inmenso bosque, que limitaba con un aún más inmenso y recien aparecido desierto.
Mientras descendía todos sus sensores analizaban el aire, cada centímetro cúbico, cada capa, cada elemento en aquella atmósfera era sumamente importante. Hasta ahora la composición del aire era la prevista, 23 % de oxigeno, 67% de nitrógeno, 1,7% de vapor de agua, lo más importante. El resto de componentes no eran nocivos.
Al llegar a la zona de aterrizaje, la nave se mantuvo detenida a unos veinte metros del suelo, observando con atención a su alrededor, en busca de enemigos.
Tras tres minutos escaneando con diversos filtros la zona, y varios kilómetros alrededor, no encontró más que pequeños animales, mamiferos, reptiles y aves en su mayoría. Lejos de ser peligrosos, estos animales habían oido a la nave llegar y habían huido de la zona. La mayoría de ellos no habían visto una nave en su vida, pero en su instinto estaba grabada la idea de que esas cosas eran peligrosas.
Por suerte para ellos, lo que aquella nave estaba buscando no era a ellos, ni siquiera una forma de vida orgánica. Al contrario. Lo que buscaban encontrar (más bien temían encontrar) era una forma de vida no orgánica. Un robot.
Y por suerte para la propia nave, no encontraron lo que buscaban. Aun con cautela, la nave descendió lentamente, hasta aterrizar en el límite de aquel bosque.
La compuerta trasera se abrió lentamente, antes de que hubiera podido abrirse por completo, un Terraptor saltó por ella, con tal fuerza que hizo temblar la nave. Aterrizó con gracia tras el salto, y miró alrededor con alegría.
Su mundo por fin estaba restaurado.
Los demás Terraptors, entre ellos su esposa, salieron de la nave, con mucha más lentitud, admirando el paisaje con igual felicidad. Tras ellos, varios pequeños vehiculos automatizados empezaron a avanzar en diferentes direcciones, tomando muestras del suelo, las plantas, y el aire. Algunos de ellos se internaron en el bosque, otros se dirigieron al desierto. Más tarde volverían con toneladas de informes que algún científico responsable tendría que leer y evaluar.
Entre tanto, aquel Terraptor se habia detenido en la arena, y sólo observaba el cielo, el desierto y el bosque con una sonrisa en la cara.
-Espero que sea de tu agrado- dijo su pareja tras él.
Él la miró a los ojos.
-Nunca la había visto tan hermosa.
Ella giró la cabeza hacia el paisaje. Tenía razón. Ahora su mundo era aún más hermoso que antes. Ahora era un mundo virgen.
Otra vez.
Él no había dejado de mirar sus ojos.
-Y a tí tampoco.
Ella volvió a mirarle sorprendida,y al instante comprendió. Sonrió como no lo había hecho nunca, y siguió a su pareja corriendo hacia el bosque.
Los pocos Terraptors que vieron la escena soltaron más de una carcajada, y algún que otro aplauso suelto en señal de aprobación, y reanudaron su trabajo aún más alegres que antes. Algunos comenzaron a delimitar el área donde la gran excavadora se adentraría en el terreno hasta acceder a la cámara subterranea donde los animales protegidos se encontraban, otros empezaron a lanzar al aire pequeñas aeronaves no tripuladas, para que empezaran a escanear los alrededores y pudieran empezar a trazarse mapas de la zona. Unos pocos se adentraron en el bosque con herramientas de análisis biológico para asegurarse de que todo estaba como habían previsto los Rinara.
A lo largo y ancho de todo el planeta naves de transporte descendían portando con ellas centenares de herramientas de análisis y escaneado, en direccion a todos los lugares posibles. Decenas de cruceros de transporte llegaban de la estacion espacial El Anillo, trayendo con ellas material de construcción, para levantar las primeras bases que se construirían en Terra.
Había mucho que hacer.