Lo dicho:
Resumen
Así fue como llegué a ser capitán.
Me separé de mi raza, quizá para siempre. Me embarqué en una aventura sin fin.
Los dos bandos en los que se dividía mi mundo desaparecieron rápidamente, pues con la venida de los extraterranos quedó bien claro que había no uno, sino muchos imperios más fuertes que los Terraptors. Fue un duro golpe para mi gente. Pero más duro fue que todos y cada uno de los Imperios Benévolos creyeran en Spode... Los Cientos no pudieron soportarlo. La población de mi planeta bajó bruscamente.
Pero se recuperaron. Dos años después de la venida de la UIB el imperio Terraptor se unió a la Unión de Imperios Benévolos, aportando algo que la UIB llevaba necesitando mucho tiempo. Armas.
Si, os preguntareis que para que quiere armas la UIB –o la Unión de Imperios, que suele ser llamada-, si ésta se supone que está compuesta por imperios “buenos” y pacíficos. Es sencillo:
Hay otros muchos imperios en la Espiral –nuestra galaxia- que no son precisamente pacíficos. Más bien todo lo contrario. Siguen, se podría decir, la Filosofía de la Fuerza. La UIB necesita defenderse de ellos. En los doscientos años que lleva formada, la Unión de Imperios ha tenido muchos problemas con estos imperios. La incorporación del Imperio Terraptor le vino de perlas.
Es más, muchos vehículos de ataque utilizados actualmente por la UIB son de mi raza.
Naturalmente, la UIB no disponía de buenas armas antes de la incorporación de mi raza sencillamente porque ninguno de sus imperios estaba especializado en la guerra.
Mientras todo eso ocurría en la Unión de Imperios, yo me embarqué en la aventura más grande de mi vida.
Tras un año de estudio de tácticas de combate –en este tema sabía yo más que mis profesores-, conocimientos generales de comercio y de otros imperios, el día 29 de Novuos del año 221 –según el calendario interestelar- obtuve mi primera misión. Al parecer, un monstruo bastante grande había salido de un letargo de más de quinientos años, y había destrozado el pequeño pueblo de Herbolario, en le planeta Koceliva –planeta natal de los Herb-. Y de paso, el monstruito se había llevado a un niño del pueblo a su guarida, una cueva enorme y muy profunda.
Mi misión era, con la ayuda de otro “capitán novato”-Krash-, hacer salir al monstruo para que los cazas de la Unión de Imperios lo pudieran matar. Los Herb no son muy dados a matar a otros.... por muy peligrosos que sean esos otros.
Y de paso, teníamos que entrar a la cueva y rescatar al niño, hijo de una persona importante en aquel pueblo. El farmacéutico.
He de recordar que los Herb son expertos en plantas, son la principal fuente de medicamento para la UIB.
Y eso hicimos. Más o menos... Poco después de entrar a la profunda cueva, nos encontramos rápidamente con el hijo del farmaceutico. El chaval se dirigía a la salida, ya que hacia, según él, cinco días ya de que el monstruo le dejara en la cueva y no había vuelto a aparecer. El niño había decidido salir de la cueva.
Al llegar a la salida, pero sin haber salido todavía, nos encontramos al monstruito. Agarrado al rocoso techo de la cueva. Justo encima de nosotros.
Con por lo menos cinco metros de altura –yo mido dos- y más de diez toneladas de peso, el gigantesco animal se soltó y empezó a caer hacia nosotros. Nos salvamos por un pelo, saltamos hacia la salida algo aturdidos por el gigantesco golpe del monstruo contra la piedra dura que formaba el suelo. Mientras el monstruo se levantaba, y mientras nosotros corríamos hacia fuera de la cueva, oí un sonido terrorífico. El que produce una piedra al empezar a quebrarse.
El monstruo se incorporó –era bípedo- y se dirigió también a la salida. Tarde.
Literalmente, se le cayó la montaña encima.
Un Yiip de los Herb –un coche pequeño, todo terreno- nos recogió a toda prisa y nos alejó de la montaña-avalancha. Unos pocos fueron alcanzados por la montaña en movimiento, mejor no pensar en eso. Ya pensé en ello demasiado los meses siguientes. Atormentado.
Mejor pensar en el éxito de mi primera aventura. Me hice muy amigo de Krash, mi compañero en esa aventura, y Ehos arregló las cosas para que también lo fuera en las aventuras próximas.
Tras otras cinco aventuras –bastante simples, mata a otro monstruo en el lejano mundo de Pied, descubre que misterioso animal está comiéndose los Spoffit de la señora Spoffit en Spof IV (resulto ser un Predo), etc.-, yo y mi amigo Krash subimos de nivel. Imagino que los lectores conocen el sistema de niveles de los capitanes, pero por si acaso los explico:
Hay diez niveles. Los capitanes novatos empiezan desde el más bajo, el nivel 10.
Los mejores capitanes se sitúan en los niveles 4, 3, 2 y 1. Aunque nadie ha conseguido todavía llegar al 1, los jueces –que son quienes te ascienden de nivel- nunca han considerado todavía que nadie se merezca el nivel 1.
Cada nivel te otorga respeto por parte de otros y un sueldo determinado.
Esa subida de nivel nos permitió, además de lo anteriormente dicho, acceder a aventuras más importantes, como, por ejemplo, eliminar una plaga de Toksik´s en Aldeirán, que fue la aventura que nos tocó.
Durante los tres años siguientes fuimos cobrando importancia en la Capitanía, la organización que lleva los asuntos de los capitanes. Ya hemos participado en alguna guerra; el imperio Mlajostia atacó Dieser, planeta natal de los Dunos y Krash y yo fuimos enviados como apoyo a la guerra. Me agradó bastante el encontrar algunos de los vehículos que veía en los museos de Ciena en esa guerrilla. La llamo guerrilla porque tampoco fue para tanto, sólo trescientos soldados Mlajostios y diez tanques suyos, contra quinientos soldados de la UIB –muchas especies diferentes- y otros diez tanques, siete de los Duno y tres de Ingenios Terraptor, la empresa Terraptor que lleva la producción de tanques y la posterior venta.
Poco después de esa guerra, cuando nos dirigiamos hacia la proxima aventura en la nave de Ehos, nos topamos la nave de otro imperio. Un imperio que ni yo ni Krash conocíamos.
La nave pareció de un portal espacial, y se dirigió directamente hacia nosotros. Por la cara que puso Ehos al verla, me temi lo peor. Pero ni en las peores pesadillas podría imaginar a qué imperio pertenecia esa nave. Color morado y gris oscuro, armas super avanzadas. No cabia duda.
Los cañones automáticos de nuestra nave empezaron a disparar a la nave enemiga, pero cada cañonazo era absobido por un pequeño estallido rojizo en su carroceria. Se seguia dirigiendo directamente hacia nosotros, sin disparar.
Los tres nos refugiamos en la cápsula de emergencia justo cuando la nave Grox alcanzó la nave de Ehos. Miles de fragmentos de la “Antimateria” –la nave de Ehos- salieron despedidos hacia el espacio. La Amtimateria quedó partida en dos.
La nave Grox dio media vuelta y se dirigió, otra vez, hacia nosotros. Pero esta vez a una velocidad reducida. Encendió una especie de focos, y empezó a atraernos.Fragmento del Diario Perdido de Ter.
GroxMe desperté, con un dolor de cabeza increible, en una cama. Poco a poco me levanté.
Me encontraba en una habitación bastante amueblada, llena de estanterias cerca de la pared con botellas de diferentes colores. Donde no habia estanterias habia camas y pequeñas jaulas con unos animales extraños. O mejor dicho: monstruosos.
Me incorporé sin mucha dificultad. Cuando me iba a destapar la manta que me cubria de pies a cuello, la puerta en la pared opuesta se abrió. Por ella entró un Grox. Advertí que llevaba en una mano mi diario.
El Grox, percatandose de que yo miraba mi diario, sonrió y me dijo:
-Voy por el día de tu duodécimo cumpleaños. Página cincuenta y ocho. Tranquilo, cuano termine te lo devolveré.
-Me importa un rábano por donde vayas. ¿Qué hago aquí? ¿Qué le habeis hecho a Krash y al capitán Ehos?
-Les hemos disparado.
Eso me sorprendió mucho. Sin pensarlo un momento, me levanté de la cama con la intención de hacer trizas al Grox. Me sonrió.
De pronto, a unos pasos de él, que me seguia sonriendo, me detuve. Esa sonrisa es muy fácil de reconocer. Me eché hacia atrás justo en el momento en que un mazo, proveniente de mi derecha, pasara delante de mi, a la altura del pecho, y a la velocidad del rayo. El Grox dejó de sonreir, sorprendido, y buscó en su bolsillo algo. Antes de darle tiempo a sacar ningún arma, le solté un puñetazo en la gran cabeza –caracteristica de los Grox- y le tumbé. Parece ser que se desmayó, pues no se movió más. Del bolsillo en el que buscaba salió una pistola rayos Pum, o eso me pareció a mi. La cogí – no sin antes darle una patada al Grox, por si las moscas-.
Oí una voz al otro lado de la puerta. Apunté con el arma recién conseguida.
-¿Rox, estás ahí?- Preguntaba la voz.
Al cabo de unos segundos, el Grox se asomó por la puerta entrecerrada. Disparé.
De la pistola, en vez de salir un rayo de luz verde azulado, com es costumbre, salió otra cosa. Una especie de onda azul.
La onda alcanzó la puerta y se la llevó por delante como si fuera papel. Lo mismo hizo con el Grox de detrás, dejándome libre el paso. Salí corriendo por el largo pasillo –cogiendo antes mi diario de las manos del primer Grox-, esquivando al Grox caido y buscando una salida, para escapar de ahí. Me encontré algunos pocos Grox por el camino, les pillé desprevenidos y disparé mi nueva arma lanzándoles contra las paredes.
Por pura casualidad, encontré un almacén de armas, entré y cogí una especie de fusil de color gris metalizado y algunas cosas que parecian granadas. Antes de salir, oí pasos en el pasillo. Cuando se acercaron lo suficiente, pulsé el botón de una de las granadas y la lancé por la puerta. La granada se mantuvo en el aire y antes de chocar contra la pared de enfrente de la puerta, giró y se dirigió a la derecha, fuera de mi vista.
Una gigantesca explosión hizo retumbar las paredes y una llamarada de fuego apareció por la puerta. Rápidamente se desvaneció. Me llené los bolsillos de esas granadas y salí por la puerta para ver el destrozo que habia provocado la granadita.
Algunos brazos y piernas desperdigados por el pasillo, las paredes ennegrecidas y chorreantes de no quiero saber qué. Ni rastro de algún superviviente. Esquivé los trozos de Grox –curiosamente, siempre me habian dicho que los Grox eran seres parcialmente roborizados, todavia no he visto ninguno con partes de robot- y seguí mi camino, fusil en mano.
Pocos minutos después –me tuve que enfrentar a otros pocos Grox que me buscaban- encontré una gran sala; una de las paredes parecia hechade un campo de fuerza, y por ella entraba una nave Grox en ese momento. Dentro de la sala también habia algunas naves Grox, iguales a la que destrozó la “Antimateria”. Algunos Grox trabajaban en las naves. Uno se giró y me vió. Me llene las manos de granadas de esas mientras el Grox daba la voz de alarma y se las lancé cuando algunos Grox sacaban ya sus pistolas y apuntaban. Me refugié detrás de la puerta de la sala y la cerré. La explosión de antes me pareció el suspiro de una mosca comparada con esta. Tal su esu potencia que la puerta tras la que me refugiaba de la explosión saltó y me aplastó contra la pared.
Fue una suerte, porque unos Grox armados con fusiles como el mio aparecieron por mi izquierda –por donde yo habia venido-, justo para ver como yo salia disparado agarrado a la puerta. Empezaron a disparar sus fusiles, utilicé la puerta a modo de escudo. Cada disparo en la puerta hacia que ésta me diera un golpe a mi. No duraria mucho.
Cogí una granada -intentando no ponerme a tiro de los Grox-, pulsé el botón y la lancé por debajo de mi escudo-puerta.
-Cuidado!- Oí decir. Sonreí.
Dejé de sonreir inmediatamente cuando la llamarada de la granada me alcanzó a mi, y me quemó por entero.
Cuando retrocedió salí de la puerta chamuscado. Otra vez, como antes, el pasillo se puso que daba asco. Entré por el marco –obviamente, no habia puerta- que daba a la sala de las naves. Menudo panorama. Volví a oir voces en el pasillo, “tengo que darme prisa”, pensé. Tenia que coger una de las naves, la mayoría habian salido intactas de la explosión, excepto algunas pocas, que tenian la puerta abierta. Salia humo de su interior.
_________________________________________________________________
No ha pasado por el "corrector ortográfico de Word", asi que...
He cambiado de idea. La historia escrita en texto normal puede ser escrita en primera persona. O como me dé la gana
Mañana subo las criaturas a mi taller.