Como ya sabeis, en estas dos semanas me toca estudiar como un condenado para la selectividad, asi que dejo el foro temporalmente. Asi que me despido por todo lo alto con un nuevo capitulo de mi un tanto abandonada historia. Que lo disfruteis (espero
).
13- El detonante Pasaron un par de semanas, y Naethar parecía acomodarse a vivir allí. Se percató de que Mark no le quitaba ojo de encima, lo cual era comprensible. No le dijo nada, allí Naethar tenía un sitio donde reponerse de sus heridas y no quería estropearlo. Heridas que, por cierto, cicatrizaban de maravilla. En ese tiempo habían cerrado en gran parte los cortes y las quemaduras casi habían desaparecido. Aún sentía molestias y contusiones, impidiéndole hacer gala de toda su agilidad. Aún así, todo indicaba que en un par de semanas más volvería a encontrarse en plena forma.
Mark insistió mucho en que debería ir a la embajada a denunciar el robo y que le repatriaran. Naethar buscaba toda clase de largas, aunque ninguna parecía convencerle. Un día Mark se ofreció a llevarle, ante lo cual no pudo decir que no. El que no quisiera denunciar su caso le hacía sospechar, y Naethar no podía permitirse perder su confianza. Así que Naethar entró solo en la embajada y fingió interponer la denuncia, cuyos trámites, según él, podían tardar varias semanas, consiguiendo ganar tiempo.
Algunos días le costaba dormir. No sabía si por estar en un sitio nuevo o por la presión a la que estaba sometido, pero esas noches no solía pegar ojo, y se las pasaba meditando y dándole vueltas a la cabeza. Naethar no era muy de pensar, pero la situación requería una reflexión a fondo. Lo malo es que no sabía ni por donde empezar. No sabía qué es lo que tenía que hacer ahora. Esto para Naethar no era ni mucho menos nuevo, pero pocas veces se jugaba tanto por ello. Se movía de un lado a otro de la cama, inquieto, confiando en que la respuesta se le adviniera de pronto en un repentino ataque de lucidez. Cosa que no pasaba, y que le frustraba profundamente.
Cada día Mark le hacía acompañarle al trabajo. La intención no era más que la de evitar que Naethar se quedara solo en el piso. Por mucho que Naethar intentara mostrarle que era de fiar, Mark no podía evitar tener sus reservas. Para desgracia del primero, ya que a pesar de trabajar en un observatorio, Naethar solía aburrirse en ese lugar. Primero, porque no le dejaban tocar nada; y segundo, porque, después de viajar a la velocidad de la luz y participar en apasionantes batallas espaciales, apenas le interesaba esa parte tan
teórica del Universo. Pero Mark desconocía de todas esas cosas, por lo que no entendía el poco interés que prestaba en un tema que aseguraba apasionarle.
Un día se quedaron en el observatorio hasta tarde y se vieron obligados a volver a casa de noche. La carretera por la que discurrían no era muy concurrida a esas horas, pero convenía estar atento. Estos viajes solían ser silenciosos, y este no parecía ser una excepción. La tensión se respiraba en el ambiente, era tal que podía cortarse con un cuchillo. Pero ese día, Mark decidió intentar algo para romper el hielo y relajar el ambiente.
- ¿Sabes? Este domingo hay eclipse de sol. Podríamos ir a verlo.
- Bueno – dijo Naethar, sin demasiado entusiasmo. No tenía la cabeza para eclipses ahora, y Mark se dio cuenta de ello.
- No parece hacerte mucha ilusión, y eso que a ti te gustan estas cosas. Tengo la impresión de que te preocupa algo.
Sus impresiones no fallaban, aunque no coincidían en magnitud. Naethar sabía que en algún momento tendría que contarle la verdad, que no podría ayudarle más si no sabía a qué le estaba ayudando. Este era uno de los pensamientos más frecuentes en esas noches de insomnio, y aun así era uno de los que menos claros tenía. Hizo una pausa mientras pensaba que respuesta dar, la cual Mark interpretó como una respuesta en sí.
- Supongo que no me lo puedes contar, ¿verdad?
- No lo entiendes, Mark.
- Mejor dejamos el temita de las narices. Siempre que te pregunto me saltas con lo mismo. Eres buen tío, pero está claro que ocultas algo. Y eso no me gusta.
Naethar seguía sin saber qué decir. Se sentía en deuda con Mark, pero se sentía mal por no atreverse a decirle la verdad. Estaba en una encrucijada, si le decía la verdad corría el riesgo de perder su confianza, y si no lo hacía también. El joven amnidae parecía no tener salida.
Sin embargo, Mark se olvidó de la conversación al ver unas extrañas luces en el cielo moviéndose hacia ellos. No parecían las luces de un avión, lo cual le tenía inquieto. Naethar no tardó en darse cuenta de las luces y quedó mirándolas interesado. Al poco rato pudieron definir una tímida silueta acercándose al suelo. Mark seguía patidifuso, en cambio Naethar parecía reconocer las luces y la silueta dada su expresión de asombro mezclada con alegría.
El objeto volador, ya reconocido como un vehículo aéreo, seguía acercándose a gran velocidad hacia su posición, ante la actitud nerviosa de Mark. Finalmente, al pasar por encima de ellos a escasa distancia, la increíble velocidad los desestabilizó, obligando a Mark a maniobrar hábilmente hasta detener el coche. Al parar, Naethar se apresuró en salir del coche y siguió con la mirada al vehículo, que se alejaba a la misma velocidad. Cuando Mark se incorporaba a averiguar lo que había pasado, pudieron vislumbrar un segundo conjunto de luces tenues moviéndose en dirección a las primeras. Era tal su velocidad y la distancia a la que estaban, que apenas llegaron a distinguir ninguna forma.
Paralelamente, varios pares de nuevas luces se incorporaban hacia su dirección, esta vez a ras de suelo, al final de la carretera. Varios automóviles avanzaban velozmente hacia el mismo destino, acercándose a Mark y Naethar. El primero quedó extrañado, ya que todos los vehículos eran idénticos, de color negro y el mismo modelo. Además, era muy raro ver tanto tráfico en esa carretera a esas horas. Naethar, en cambio, no parecía desconcertado, sino preocupado, aún más que antes.
La mayoría de los automóviles pasaron de largo, ignorándoles. Cuando pasaba ante ellos el último de estos vehículos, Naethar pudo ver a las personas de su interior a través de la ventanilla bajada. Aquellos hombres le eran familiares. Cruzaron miradas. Miradas de odio, de miedo, preocupación, emoción. Miles de pensamientos expresados en un fugaz pero eterno vistazo. El coche continuó su trayectoria impasible, mientras Naethar le seguía inmóvil con una intranquila mirada.
Mark intentaba explicarse ese extraño suceso.
- ¿Qué… qué ha pasado aquí?
- No… no lo sé seguro – dijo Naethar, sin perder de vista el automóvil –. Será mejor que volvamos…
Al decir esto y girar la vista hacia Mark, oyeron un ruido que les hizo volver a dirigir sus ojos al negro vehículo. Este estaba efectuando un brusco frenazo, acompañado de un derrape que le hizo dar media vuelta y colocarse en sentido contrario. En breve volvió a acelerar de nuevo en dirección a Mark y Naethar, con ánimo de persecución. Naethar pronto entendió sus intenciones, y se las hizo saber a su amigo con fuerte inquietud.
- ¡Arranca, arranca!
- ¿¡Qué, por qué!?
- ¡¡ARRANCA!!
Mark empezó a asustarse ante el alto grado de nerviosismo de Naethar. Ambos subieron de nuevo al coche, y Mark aceleró hasta una velocidad que no creía que su coche fuera capaz de alcanzar. Daba comienzo una dura persecución.
- ¿¡Pero qué pasa, por qué nos siguen!?
Naethar hizo caso omiso al comentario de Mark, y sacó un comunicador de su bolsillo. Estaba seguro de que las primeras luces que vieron correspondían al Viajero de las Tinieblas, la nave de viaje de Nebur, e intentó desesperadamente contactar con él. El comunicador recibía muy poca señal, por lo que sólo era capaz de transmitir señales de audio. Aun así, Nebur no respondía. Era comprensible, no parecía la mejor situación para pararse a charlar. Naethar no se daba por vencido, y no paraba de gritar su nombre en un vano intento de obtener una respuesta.
Todo aquello terminó de desquiciar a Mark, ya muy alterado por la persecución y el comportamiento de Naethar. Puesto que este parecía ignorarle, acabó saltando de una forma algo abrupta.
- ¡¡RAAAAALPH!!
Naethar no tuvo otra opción que sobresaltarse y prestar atención a Mark, en lo que este recobraba el aliento.
- ¡Qué narices está pasando!
- Ahora no, te desconcentraría. Sigue conduciendo, tenemos que despistarlos.
- ¡¡Cuéntame lo que pasa de una p*ta vez o te juro que te suelto aquí mismo!! – dijo en un tono muy ofuscado.
Si Mark ya estaba al borde del ataque, la bala que destrozó el espejo del coche terminó de dispararle los niveles de adrenalina, ya por las nubes.
- ¿¡Nos disparan!? ¿¡EN QUÉ CO*O ANDAS METIDO!?
- ¡No es el momento, sigue conduciendo! ¡Después te lo contaré todo, te lo prometo! – mientras, seguía intentando hablar con Nebur – ¡Nebur, NEBUR! ¡Nada, no responde!
- ¿¡Quién es Nebur!?
- Alguien que nos puede ayudar.
- ¿¡A qué!?
- ¡A salvar este j*dido mundo!
Un segundo disparo, que impactó en la carrocería, los puso de nuevo en la persecución.
- ¡¡ACELERA!!
Mark pisó el acelerador a más no poder, muerto de miedo. Se dice que el miedo nubla la mente e impide pensar con claridad. Y Mark en ese momento era un manojo de terror. No obstante, Naethar tenía más experiencia en estas situaciones, y supo ver una oportunidad para escapar. En dirección contraria se acercaba un camión bastante voluminoso, lo cual Naethar aprovechó. Agarró el volante y envió el coche al otro carril, con destino a impactar contra el camión. El camionero pronto reaccionó dando un frenazo en seco, a la vez que intentaba girar para evitar un siniestro que parecía inevitable. Sin embargo, estaba todo planeado.
- ¡AHORA, GIRA!
Mark apuró los últimos metros para introducirse en una carretera secundaria, que sus perseguidores no pudieron tomar ya que el camión ya había avanzado taponando el acceso. Finalmente se evitó el impacto, pero los perseguidores se vieron obligados a maniobrar y frenar para evitar el siniestro, lo que les hizo perder de vista a Naethar y Mark.
Mark respiraba con dificultad, con la mente todavía turbada por los acontecimientos. Aún con el miedo en el cuerpo, siguió conduciendo, mientras bombardeaba a Naethar con multitud de violentas preguntas. Naethar no creía adecuado responderle estando en ese estado, y pidió que se tranquilizara, cosa que no hizo.
Tras un largo camino aún bastante más tenso que de costumbre, llegaron al piso de Mark y subieron. Mark ya había rebajado su nivel de histeria, pero aún se reservaba una buena dosis. Cerró la puerta de un fuerte portazo, y dirigió a Naethar una mirada asesina y fulminante. Había llegado el momento de contar la verdad.