perdon por la tardanza
26 – La Asamblea Crepuscular
- Dos semanas después de la misión Karn – Aquella mañana había mucho ajetreo en el Nexo Imperial de Natsuro (el Nexo es el Ayuntamiento de una ciudad, el de Natsuro es el Palacio Imperial). Gran cantidad de personas vigilaban el recinto, mientras otras llegaban allí en transportes de lujo. Según llegaban iban entrando en el Nexo. Una vez dentro del Nexo, eran conducidos a la Sala Crepuscular, donde tenían lugar las Asambleas Crepusculares.
Nexo Natsurian Nada más entrar en la sala, había que recorrer un pequeño pasillo por debajo del semicírculo que formaban los asientos de los Arcontes Crepusculares. En el centro del semicírculo un trono especial se alzaba a gran altura, por encima de los otros. Era el lugar del Judicator. Encima del semicírculo tres balcones con más asientos: uno frente al Judicator para los Ejecutores, y otros dos a los lados para los Pretores y los Indicatores respectivamente. Las paredes, revestidas de auracero* al igual que la fachada, brillaban como el sol.
Poco a poco los asientos eran ocupados y la sala se iba llenando. Nebur subió al balcón correspondiente a los Ejecutores y se sentó en la primera fila. Los Arcontes se iban sentando, Pretores e Indicatores también. Cuando estuvieron todos entró Metafight. El gran murmullo se extinguió, la sala se sumió en el silencio. Metafight subió a un ascensor en la columna que sustentaba su trono, y al subir se sentó en él.
Metafight – Se abre la Asamblea. Bien, hermanos, estamos en un punto muerto. Los silveos han perdido fuerza, pero no la suficiente. Tenemos que contraatacar antes de que lo hagan ellos. Adelante, ideas.
Uno de los Arcontes, Orgals, se levantó.
Orgals – Yo tengo una propuesta, lord Metafight.
Metafight – Adelante.
Orgals – Bien, como todos sabéis, algunas colonias de los silveos en Seranus se han independizado, pero la verdad es que lo están pasando mal. Los brutales ataques de Silverdae los está destrozando. Han formado una coalición entre ellos, pero si siguen así no durarán mucho. El líder de la coalición se puso en contacto conmigo el otro día. Me propuso un trato: si les ayudamos con los silveos, accederán a anexionarse al Imperio. Creo que sería bastante recomendable.
Metafight – Es interesante, pero para ayudarles necesitamos más recursos de los que tenemos. Debemos desarrollar más y mejor armamento. Contactaré con ellos para ver si consigo establecer una ruta comercial, mientras tanto...
En ese momento uno de los Arcontes, Cadlis, harto ya de todo lo dicho en la Asamblea, dio un golpe en la mesa y se levantó.
Cadlis – Pero Judicator, ¿por qué nos comemos tanto la cabeza?
Metafight – (Asombrado por su brusca reacción) ¿A qué te refieres?
Cadlis – (En un tono de reproche) Podríamos acabar con su ejército fácilmente, y lo sabéis.
Metafight – Ya dije que no. Me niego.
Cadlis – Señor, recapacitad. Vuestro hijo y su cristal es nuestra última esperanza.
Toda la sala se giró y miró al balcón de los Indicatores, donde se encontraba sentado Naethar, que empezaba a incomodarse de que todos le miraran.
Metafight – Por última vez, mi hijo no luchará.
Cadlis – Pero, ¿por qué no?
Metafight – Porque... (Improvisó) va a realizar una misión de exploración que yo le he encargado.
Era mentira. Simplemente, no quería que Naethar fuera a la guerra porque le aterraba la idea de que le ocurriese algo. Pero lo había dicho, así que ahora debía cumplirlo.
Cadlis – Y, ¿en qué va a consistir esa misión exactamente (se había olido el engaño)?
Metafight – Va a navegar hacia el oeste desde Naenthia, en busca de nuevas tierras (improvisó rápido).
Cadlis no se atrevió a replicarle, le respetaba demasiado. Metafight suspiró, había salvado la situación, pero Naethar parecía enfadado.
Estuvieron debatiendo durante más de una hora. Finalmente, decidieron aceptar la oferta de los estados de Seranus. Terminaron, y los Arcontes empezaron a salir de la sala. Luego los Ejecutores. Después Pretores e Indicatores. Y finalmente el Judicator, que se dio prisa para alcanzar a su hijo.
Había llovido mucho desde que nuestro joven amigo emprendió su viaje hacia la costa metánea. Ahora nos encontramos ante un Naethar mucho más maduro y responsable, aunque mantenía algunos de sus característicos momentos de valentía imprudente. Físicamente estaba casi igual. Pero ahora, además del pantalón azul, lucía un cinturón doble en el pecho con el símbolo áureo.
Metafight – ¡Naethar! Espera, quiero hablar contigo.
Naethar – No hay nada de que hablar.
Metafight – ¿Estás enfadado?
Naethar – ¡Ya está bien, padre! ¡Tengo 122 años, dejad de tratarme como si fuera un crío!
Metafight – Solo intento protegerte.
Naethar – Sé protegerme solito. Soy muy bueno manejando armas. Y además tengo esto.
Agarró el símbolo del cinturón y lo quitó. Debajo de él, escondido el cristal Xelius. Lo volvió a colocar.
Naethar – Con esto soy prácticamente indestructible.
Metafight – Pero solo durante un rato. Después, ¿qué? Quedas expuesto. No se hable más, vas a ir a la misión que te he encargado. Descubre nuevas tierras y expande nuestro imperio.
Naethar acabó resignándose, pero seguía enfadado.
A los pocos días viajó a Gir, una ciudad costera al oeste de Naenthia, donde un barco y su tripulación le esperaban.