Competencia
Esto ocurrió una tarde de verano, mientras un grupo de expedición cabalgaba por la llanura, al sur del continente –muy cerca del ecuador-, en busca de buena madera para las hogueras y estructuras de las nuevas casas que se iban a construir.
Los diez Terras cabalgaban en silencio a sus Dahis -esta especie no era de carácter serio, pero tampoco eran precisamente extrovertidos, ya desde sus inicios-, cuando el primero del grupo -el jefe, Tay’s-, vio a lo lejos unas siluetas altas. Pequeñísimas, pero ya desde esa distancia se atisbaba que no eran animales.
Objetos finos y no tan finos sobresalían de aquel ordenado grupo de siluetas.
Tay’s avisó a sus nueve compañeros, y, aunque no se detuvieron, si se prepararon para un posible enfrentamiento. Muy pocas veces se habían topado con otros seres inteligentes, y todas las veces que eso ocurrió, esos seres eran otros Terras con ganas de conquistar su aldea.
Así que presuponían que estos venían a lo mismo.
El grupo de desconocidos seres vio a su vez a los Terras, el jefe de la expedición de esos extraños seres hizo que prepararan sus armas “de larga distancia”.
Tay’s fue guardando en su memoria cada aspecto que veía de aquellos nuevos seres, que eran totalmente desconocidos para él y para los Terras de su grupo… Seguramente también para todos los Terras de su aldea.
Eran unos seres bípedos, bastante altos, de color azul claro, y piel brillante. Dos brazos, dos piernas, como él. Buscó una larga cola, pero estos seres parecían carecer de ella.
Lo que sí que tenían largo era las lanzas, como pudo comprobar muy poco después… cuando las primeras lanzadas por los Baros le alcanzaron –y atravesaron- a él y a su montura.
Los otros nueve Terras no supieron que hacer en ese momento. Iban a atacar con sus espadas, pero viendo como estos nuevos enemigos podían matar a la gente desde tan lejos, acercarse a dar una estocada no era buena idea. Tampoco podían lanzar sus piedras, no llegaban tan lejos como las lanzas del enemigo.
Así que, tras haber muerto otros cinco Terras en pocos segundos por acción de las lanzas del enemigo, los otros cuatro Terras salieron despavoridos de allí como pudieron, muriendo otro ensartado por las horribles lanzas antes de que pudieran alejarse lo suficiente.
Los tres Terras llegaron a toda velocidad a la aldea, con el terror en sus caras contaron todo lo ocurrido al Jefe de la aldea; que ordenó preparar a los guerreros para vengarse inmediatamente.
Y un grupo de cincuenta guerreros fue hasta el lugar donde antes habían muerto los Terras… y no nadie volvió esta vez.