Capítulo I: El Origen de la VidaPoco tiempo después de la creación del universo, en el evento que hoy conocemos como Big Bang, se formaron las primeras estrellas, que dieron lugar a los planetas, donde luego se originaría la vida. Nuestra historia nos lleva a uno de esos planetas, uno muy especial, llamado Cotucar.
Todos sabemos que los planetas en sus primeras instancias, tienen temperaturas altísimas, y después se enfrían. Resulta que este planeta no se enfrió del todo, por lo que hace calor todo el año, en todas partes.
Cuando el momento de hacerse la vida llegó, millones de meteoritos diminutos cayeron en el mar y en la tierra, soltando en él las primeras formas de vida; las plantas. Después de algunos cuántos años de constantes lluvias de meteoritos, empezaron a llegar las primeras células, que en tan solo miles de años, plagaron los mares. Todo iba perfecto; las plantas fabricaban su alimento, las células herbívoras se alimentaban de ellas, las carnívoras se comían a las otras celulas, y las omnívoras, bueno, se comían todo.
Aproximadamente 1.500 millones de años después de la llegada de las células al mar, éstas evolucionaron, creciendo considerablemente y adquiriendo la capacidad de respirar aire puro, además de piernas para andar por tierra firme. La mayoría no pasaba el metro de alto, y sus cuerpos eran muy primitivos. En los primeros años de la llegada a tierra, había 6 especies dominantes (2 herbívoras, 2 carnívoras y 2 omnívoras). Entre los herbívoros reinaban el Domplandes y el Lorachipe, de los omnívoros el Fuerraz y el Leriscuda, y de los carnívoros el Areteones, y el más especial de todos; el Gingrica.
Especies dominantes en los primeros años de la llegada a la tierraDomplandes, una criatura no muy evolucionada, con una sola pierna y un solo ojo.
Lorachipe, uno de los más grandes de su época, con un cuerpo muy robusto y una cabeza grande.
Fuerraz, el más rapido de todos, ensartaba a sus presas con la púa de su cola.
Leriscuda, las glándulas de veneno de su lomo le permitían matar a sus presas sin mucho esfuerzo.
Areteones, muy ágil y astuto, tendía emboscadas a sus presas.
Gingrica, su gran velocidad y poderosa mandíbula lo convertían en el máximo depreador de su época.