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Lyo, la gran capital

Cuenta aquí lo que te plazca, y deléitanos con los últimos sucesos en tu ciudad.

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Lyo, la gran capital

Notapor jorge888 » 08 Oct 2009, 22:24

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Una gota de sudor se resbalaba por mi mejilla, las hojas de los arboles me impedían ver con claridad, tenía que contener el aliento, no podía hacer ningún ruido. Me moví agachado muy sigilosamente hasta el tronco de un largo y robusto árbol, desenvainé la espada, me armé de valor y ataque al jabalí. Las plantas de los verdes arbustos de alrededor se empañaron de roja sangre, había cazado a la bestia, tenía suerte ya era el segundo que cazaba hoy, puse cada cadáver en un hombro y me dirigí a la ciudad.

A la vez que yo, estaban entrando otros hombres con carros llenos de botijas de agua, el agua, ese liquido tan azul y tan preciado. Qué bien sabía después de un duro día de caza, pero que escasa era. Sólo se repartían dos botijas de agua por familia cada semana. Esta sustancia celestial provenía de detrás de las montañas y los ríos, de la ciudad de Eria. Decían que era preciosa, yo nunca la llegué a conocer. No había salido nunca de Lyo, pero según contaba el sabio, había muchas más cosas fuera de estas fortalezas y estos bosques.

El sabio era un hombre anciano, de cincuenta y tres años, esa descuidada barba blanca guardaba más de medio siglo de vida. El sabio nos solía deleitar las noches de verano con historias sobre las tierras que se encontraban más allá, decía, que en su juventud había viajado por toda la isla y que había convivido con otros pueblos, sobretodo del Imperio Morta, que según él era el más poderoso de la isla. A veces contaba historias de su abuelo, el cual decía que había estado fuera de la isla, pero como ya he dicho, el sabio es anciano, por lo tento se le va la cabeza de vez en cuando.

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Por fin entré en la ciudad, lo primero que ví fueron las torres de vigilancia y las obras del nuevo ayuntamiento, el cual había mandado construir el rey. El rey solía fardar sobre esto y contaba que sería de color blanco y estaría tan limpio que su techo parecería un retrato del cielo. Pero, seguramente, ni el rey ni yo viviríamos para verlo ya que los dos teníamos ya una avanzada edad, pronto cumpliríamos los treinta y esas obras faraónicas durarían otros cinco años.

Me fui hacia el almacén donde dejé una de mis presas y luego anduve hasta mi casa, en la puerta me esperaba mi familia sonriendo. Mi mujer, Mila, sostenía a Sol, mi hija pequeña. Al lado aguardaban mis dos hijos, Aler y Karlo. Seguramente estaría hambrientos y sedientos por eso se alegraron cuando vieron el gran jabalí que llevaba y más aún cuando les comenté que había visto a los tipos del agua entrar en la ciudad.

Nos adentramos los cinco en casa y Mila sacó un pequeño mantel, yo partí la carne, Aler y Karlo fueron a por leña y comimos, mientras comíamos les conté a mis hijos una de las historias del sabio y a los dos, aunque sobre todo a Karlo, les picó la curiosidad y me pidieron ir un día a visitar todas esas ciudades y yo, que no estaba tan interesado en salir de Lyo, sólo puede dejar salir un tímido y poco convincente “puede”.

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Mientras manteníamos esta conversación oímos un grito agudo de fuera, parecía que provenía de Berta, la mujer que cuidaba del sabio. Aler, que era el mayor, y yo, salimos a ver qué pasaba. Nos hicimos hueco entre la gente y vimos en los pies del Rey al sabio, moribundo, susurrando algo inentendible. De pronto señaló a Aler, e hizo un ademán para que se agachara. Aler obedeció a las órdenes y se arrodilló, poniendo la oreja en la boca del sabio el cuál murmuró sus últimas palabras y cerró los ojos.

- ¿Qué te ha dicho? – le preguntó el rey a Aler, mientras Berta lloraba por detrás.
- Nada, no llegó a hablar – contestó fríamente mi querido hijo.
- ¡Dime que te ha dicho ese hombre! – gritó el rey a la vez que le agarraba por el cuello.
- Suelta a mi hijo – ordené yo.
- ¡Cállate! – el rey subió un poco más el tono y repitió – ¡dime que te ha dicho!
- Le juro que solamente dijo una palabra, mas no la entendí – confesó Aler
- Bien, te puedes ir vasallo

Yo estaba enfadado con el rey en esos instantes, agarré a Aler y nos marchamos, nadie puede coger así a mi hijo y ordenarle algo de esa forma, pensaba mientras volvíamos a casa, pero era el rey y había que hacerle caso, eso decían las normas, ¿quién puso esas estúpidas reglas? El rey hacía lo que quisiese y los demás cargábamos la culpa, no me parecía justo. El rey no era un dios, solamente los dioses tenían el poder de gritar a un niño.

- Padre – Aler interrumpió mis pensamientos
- ¿Qué quieres hijo?
- Que el hombre anciano sí que me dijo algo
- ¿Qué te contó? – pregunté yo orgulloso de mi hijo a la vez que intrigado
- Me dijo que se está acercando el fin, que yo y mi familia teníamos que huir sin decírselo a nadie.
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Re: Lyo, la gran capital

Notapor erjolog » 09 Oct 2009, 16:34

oO Que buena historia, que bien nos introduciste a la escena, y me gusta como se siente esa sensación de ciudad antigua, y las fotos geniales. Ni puedo esperar a ver que haran luego :D
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Re: Lyo, la gran capital

Notapor Sergiovi » 12 Oct 2009, 21:39

Está muy bien este comienzo. Diferente al resto de historias urbanas. Muy bien :wink:
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Re: Lyo, la gran capital

Notapor attzar » 13 Oct 2009, 22:58

Un buen principio para una buena historia. Me encantan las novelas ambientadas en la edad media.
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Re: Lyo, la gran capital

Notapor _Javi_ » 19 Oct 2009, 21:59

Muy buena introducción,y también me encantan las novelas ambientadas en la edad media.
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Re: Lyo, la gran capital

Notapor jorge888 » 07 Nov 2009, 18:58

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Yo confiaba en el sabio, y más aún en Aler, pero no me agradaba salir de Lyo. Y menos con Sol, que solamente llevaba un año en la tierra, además yo quería que mis hijos se criasen en Lyo, igual que yo, igual que mi padre y que mi abuelo. Pero el fin es una idea muy temerosa, así que decidí visitar a la mujer más sabía y anciana después de la trágica muerte del sabio: mi madre.

- Aler, hijo mío, vamos a ir a casa de la abuela para ver que piensa ella de lo sucedido
- Estoy de acuerdo, pero aprisa porque me dijo que quedaba poco tiempo

El lugar donde habitaba mi madre era de piedra, como todo en esa ciudad. De camino a su casa vi a varias personas, muchas sonrientes, no sabían lo que venía, pero la verdad es que, a veces, es mejor vivir en la ignorancia y no estresado como yo en aquel momento

La puerta de la morada estaba abierta, y detrás de ella estaba mi madre sentada, con ese aire tan moribundo; ojeras, pelo revuelto, pupilas dilatadas y arrugas por toda la cara. En la mano sujetaba un utensilio de la cocina, yo no sabía que era, ya que, en ese momento, no había cocinado nunca. Me miró seriamente y apartó la vista a Aler, luego de mirarle de arriba abajo sonrió, dejando ver sus pocos y negruzcos dientes.

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- Madre, tenemos un problema – dije rompiendo el hielo
- Ya me imaginé, siempre que vienes es por eso – contestó ella con su ronca y débil voz.
- Mas esto es realmente importante, abuela – Aler tomó parte en la conversación.
- Aler, mejor habló yo.
- Hijo, deja al niño que hable – mi madre se puso de parte de Aler – ¿Qué pasó?
- Pues el hombre sabio murió.
- Ya era hora – murmuró la abuela a regañadientes.
- Y entonces me dijo que llegaría el fin y que había que escapar, ¿qué opina usted abuela?
- Que debéis iros, pero no a cualquier parte, id al Este, ahí encontrareis una residencia religiosa donde os darán agua, comida y lo más importante ahora mismo, la protección del dios Lyo.
- Y con usted que haremos, madre – pregunté yo preocupado.
- Seguramente moriré antes de que partáis, sólo me queda un atardecer – respondió ella, e inmediatamente hizo un gesto para que nos marchásemos.

Y así hicimos, marchamos a casa para dar la noticia de la huida a Mila y para coger algunos víveres para el camino, que no iba a ser corto, y tampoco iba a ser fácil de atravesar. Me daban miedo esos bosques, no por mí si no por Mila y los niños, sobretodo de noche los árboles parecían los fantasmas de todos los viajeros que habían muerto atacados por animales o bestias más inmundas y peores.

A Mila se le atragantaron las palabras cuando se lo conté, sin embargo a Karlo le atrajo la idea de viajar. Entre todos decidimos partir justo al amanecer con comida y agua para tres días y tres noches. Dormiríamos en las cuevas que formaban las rocas y sólo descansaríamos una vez al día y sería para almorzar.

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Lo importante en ese momento era conseguir alimento, así que poco antes del último rayo de sol me fui al almacén de la ciudad. Entré por un hueco que había en la parte de atrás del edificio y cogí algo de comida, incluido el jabalí que había cazado por la mañana. Qué bien empezó el día, que buena caza, ¿Quién me podía decir que iba a acabar así? Teniendo que saquear a la ciudad, en la cual me crié, en la cual crecí y en la cual siempre pensé que moriría.

Pasé la noche sin dormir, tenía tantos buenos recuerdos de la ciudad. Recordé como corría por sus calles con Sol, mi mejor amiga de la infancia, la cual le dió nombre a mi hija. Recordé la noche en que conocí a Mila. Recordé nuestra boda, el nacimiento de cada hijo nuestro. Hice memoria de toda mi vida, hasta ese momento. Ese momento, en el que mi madre profetizaba su propia muerta y el sabio la de toda la ciudad.

Solamente cuando vi como el sol se asomaba por detrás del horizonte me di cuenta del tiempo que había pasado pensando y recordando tumbado en la cama junto a Mila. Me incorporé y fui hacia la cocina donde curiosamente ya estaba Aler, sentado y medio dormido. Tomé un poco de agua y fui hacia la casa de mi madre, la cual yacía muerta en el mismo sitio donde la vi última vez.
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Re: Lyo, la gran capital

Notapor _Javi_ » 08 Nov 2009, 01:37

Muy bueno =D>
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Re: Lyo, la gran capital

Notapor Sergiovi » 08 Nov 2009, 13:46

Continúa bien. :wink:
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Re: Lyo, la gran capital

Notapor erjolog » 08 Nov 2009, 16:33

Wow :shock: , no se equivoco su mamá después de todo.
Esta muy bien... veremos que les pasará ahora
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Re: Lyo, la gran capital

Notapor jorge888 » 03 Dic 2009, 23:38

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Cuando iba de camino a casa, pensé que sería preferible no darle la noticia de la muerte de mi madre a nadie; iba a morir de todas formas. Me quedaba poco de recorrido y me crucé con Berta, ella tenía prisas y llevaba en la espalda una bolsa grande. Mi primera reacción fue de sorpresa pero luego me percaté de que, seguramente, el sabio no le dijo solamente a Aler aquella cosa que, no sabía si para bien o para mal, estaba cambiando mi vida demasiado de repente.

Llegué por fin a casa, esa sería la última vez que llegaría a mi propia casa, la cual fue herencia de mi padre, ese hombre, prefiero no pensar en él. Se escapó y dejó a mi madre sola, cuidando de mí y de mis tres hermanos mayores, muertos en la guerra en la que también murió Sol, mi amiga. Y de la cual me libré gracias a mi madre, que me escondió a tiempo en el sótano, donde también me guardó mi padre el día que se marchó para no volver.

Realmente nunca supe los motivos de su marcha, mi madre desde que murieron mis hermanos hasta su muerte no había hablado mucho, y cuando hablaba, no hablaba de ningún tema que le hiciese recordar. Ya recordaba mucho las noches que se pasaba en vela esperando con los brazos abiertos a mi padre y a sus demás hijos.

Nunca creyó ni que papá se hubiese ido para siempre, ni que mis hermanos se hubiesen muerto, pensaba que solamente se habían olvidado de ir a visitarla y cada vez que iba yo miraba por encima de mi hombro para ver si, con un poco de suerte, me seguía alguno de ellos. Siempre quise a mi madre, pero mi madre quiso más a sus hijos muertos que a su hijo vivo.

Mila me tocó por la espalda y me hizo despertar de mis pensamientos. Me señaló el reloj, era la hora de huir de Lyo, era la hora perfecta, casi nadie estaba despierto, pero ya había suficiente sol como para guiarse por el bosque. Cogí todo el agua que encontré en casa, cargué a Aler y a Karlo con comida y, cuando Mila cogió a mi hija Sol en brazos, salimos a la calle, poco iluminada y sucia, esto último lo estaba siempre, así que ha ninguno nos extrañó. No había nadie, eso si que era atípico, normalmente las calles estaban plagadas de niños jugando y de adultos discutiendo.

Estábamos ya saliendo de la ciudad, cuando Sol empezó a llorar, a ella tampoco le apetecía irse, había salido a su padre. Mila la acunó un poco y se volvió a quedar dormida. Mire hacia atrás, literal y metafóricamente. Vi la ciudad y también todos los recuerdos, mi madre, mis hermanos, Sol, lo pensé bien y todos ellos estaban muertos y se merecían mi respeto, sobretodo mi madre. Pero decidí mirar hacia adelante, hacia el bosque y lo que había más allá y hacia el camino que se iba a abrir ante mí y, por suerte, ante toda mi familia también.

Según nos adentrábamos en el bosque más de día se iba haciendo y más oscuro se iba volviendo el ambiente que nos rodeaba. Procuraba tener a Aler y Karlo siempre al lado mío, si se llegan a perder en ese bosque seguramente no les volviésemos a ver nunca, y si les volvíamos a ver sería solamente el esqueleto, con la carne desgarrada por todas la bestias que ahí habitaban y que yo cazaba todos los días para sustentar a mi familia.

Sol ya empezaba volver a llorar, debía tener hambre, decidimos parar a comer, a mi estómago, la verdad, le parecía una buena decisión. Abrimos uno de los sacos que llevaba Aler, en él había solamente fruta y pan, una pieza de cada uno de esos para cada uno, la ración diaria hasta llegar al monasterio. Obviamente, Sol no tomaba ni fruta ni pan, solamente se alimentaba de la leche materna. Karlo, que tenía nueve años por aquel entonces, era el que más hambre tenía, pero no podía darle más que su ración.

Esa noche acampamos para dormir, lo cual iba a ser fácil, pero a la vez difícil. Fácil por el cansancio acumulado, pero difícil por esa vocecilla que no te deja dormir de vez en cuando, esa vocecilla llamada conciencia. De pronto oí el grito de Mila, no me gustan los gritos, suelen traer algo malo detrás. Mila seguía gritando desesperada, conseguí calmarla para que me dijese que pasaba: Karlo había desparecido.
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Re: Lyo, la gran capital

Notapor erjolog » 04 Dic 2009, 16:13

Ayy :o :( :cry: espero la continuación =D> =D>
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Re: Lyo, la gran capital

Notapor Sergiovi » 04 Dic 2009, 16:33

Uy ese bosque. Ya veremos como continua.
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Re: Lyo, la gran capital

Notapor attzar » 06 Dic 2009, 23:05

Jo, pobre familia. Se les están juntando todas las desgracias posibles.
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Re: Lyo, la gran capital

Notapor jorge888 » 29 Ene 2010, 12:04

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Yo no sabía qué hacer, era por la noche, la noche no es buena, por mucho que buscásemos no íbamos a encontrarle entre esa oscuridad y esa niebla tan espesa. Además había animales por todas partes más hambrientos y feroces aún que los cazadores que los solían matar todos los días.

Era una idiotez intentar buscarle, pero la gente me suele llamar idiota. Salí a buscarle con una pequeña daga para atacar a los animales y una vela para iluminar los oscuros árboles que poblaban el bosque. El bosque que siempre había dado de comer a mi familia y ahora un miembro de mi familia iba a ser comido por ellos, era un ojo por ojo. Pero yo no lo iba a tolerar.

Tras un tiempo andando sin encontrar nada encontré un claro en el bosque y decidí tumbarme ahí a descansar un rato, lo cual no es una buena idea en un bosque lleno de bestias asesinas, lo sé. Ahí tumbado me puse a recordar, por qué nos darían los dioses la capacidad de recordar, era odioso.

Cada vez que recordaba me venía a la memoria no momentos felices como mi boda, mis hijos... etc. Sólo me venía a la cabeza el día en que mataron a mis hermanos, las lágrimas de mi madre cuando le dieron la noticia o los chillido de la misma cuando mi padre, borracho, la pegó y la abandonó. Todo eso eran pequeñas cicatrices que se abrían con la soledad. Cuando estaba con Mila y con mis hijos nunca pensaba en mi pasado solo en mi presente, en el cual, por suerte, estaban ellos.

No sé si me quedé dormido o estaba tan inmerso en mis recuerdos y pensamientos, que no oí llegar al jabalí hasta que lo tuve tan cerca que, si no fuese porque era una cría, me habría matado. Me levanté y saqué el cuchillo. La vela estaba apoyada en el suelo y se estaba consumiendo, hasta que me quedé a oscuras, solamente con la luz de la luna alumbrándome a mí y a la pequeña bestia que tenía delante.

Di un paso hacia atrás lentamente y el uno hacia adelante, me quería ganar terreno. Rápidamente me escondí detrás de un pequeño arbusto, demasiado pequeño ya que no me cubría entero y el jabalí me intentó atacar, me eché a un lado y el jabalí me siguió. Le intenté clavar el cuchillo pero lo evitó con sus colmillos, se abalanzó contra mí, yo no sabía qué hacer, pero no tenía miedo, era una situación habitual, pertenecía a mi rutina.

Aquella cría de monstruo me quería clavar uno de sus colmillos, pero entonces encontré una rama, lo suficiente ancha, y la cogí. El jabalí clavó ahí sus colmillos y, la verdad, no se quedó enganchado mucho tiempo, pero si el tiempo justo para permitirme huir y eso hice. Ya se había hecho casi de día y aún así todavía no había encontrado a Karlo, e hice algo de lo que no me siento nada orgulloso: tirar la toalla y dar a Karlo por perdido.

Volví junto con Mila, Sol y Aler. Y les dije que no había encontrado a Karlo y que había que seguir hacia el Este, tal y como dijo mi madre. Así que dejamos a Karlo, ahí solamente como una parte más de Lyo: Olvidado. Pero como ya he dicho recordar es algo odioso y por eso estuve todo el viaje recordándole, al igual que todos los demás.

Pasaron las otras dos noches y los otros dos días y nadie habló durante el viaje. Yo por vergüenza, Mila por pena, Aler por culpabilidad y Sol, simplemente, porque no sabía hablar. Así, en silencio, llegamos al monasterio fermeo del que mi madre nos había hablado. Nos recibieron con agua y comida, todos aceptamos pero asintiendo con cabeza, sin llegar a hablar.

Los monjes fermeos nos enseñaron la habitación de todos los dioses, un cuarto oscuro el de la diosa mena, la diosa de la noche y de la oscuridad. Un cuarto con cascadas el de Eria la diosa del agua y de los lagos. Un cuarto de oro y plata para el dios Lyo, le dios de dioses. Y así llegamos al cuarto de la diosa Sol, la diosa de la recuperación, un cuarto humilde pero hogareño y ahí, dormido sobre una cama, estaba Karlo.
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Re: Lyo, la gran capital

Notapor Sergiovi » 29 Ene 2010, 14:04

Sigue bien la historia, solo una pega, los jabalíes tienen colmillos, no cuernos.
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