sazare escribió:#-o

Meti la pata perdón

Sorry veo que mi comentario hizo problemita por la deducción pero bueno espero el siguiente capítulo ( más que todo con eso de que al final sorpresa,,,, YA ni se que puede ser )
Está bien, sazare, no hay que disculparse, ni tampoco metiste la pata; sólo comentaste algo.
De todas formas, si bien Rodri tiene razón, no se hablará mucho de religión en Verás el cielo (aunque sí de valores humanos, de sociedad y de cultura

)
Dejo el capítulo 9! La calidad de las imágenes no es tan buena porque:
1) No me di cuenta que tenía el equipo en gestión de energía 'Equilibrado' (lo había estado usando con batería) en vez de 'Alto rendimiento'.
2) Estaba probando una nueva piel, pero se ve que no funciona muy bien con mi tarjeta gráfica... pero es que las de Ephemera me generan ese corte negro en el cuello que no me gusta. Quizá vuelva a las de EA.


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Genetische Magie fue un Congreso de biología genética realizado entre el 13 y 15 de julio de 1973 en Múnich, Alemania. Doscientos cincuenta y siete científicos, médicos y biólogos europeos concurrieron esos tres días, con el objetivo de analizar, debatir y profundizar sobre la teoría del alemán Egmont Loeffler desarrollada en el libro “Genetische Magie”: un estudio detallado sobre el vínculo entre la cultura y la genética humanas escrito en el año 1967.
Los resultados del Congreso no fueron los esperados y la teoría, que plantea la subordinación de la cultura a la genética, fue desechada por la ciencia y la antropología occidental, catalogada como “insulsa, escasa de argumentos y fundada en bases antropológicas imposibles de corroborar empíricamente” (Isabella Jolie, 1973).
Egmont Loeffler publicó, en 1975, “Genetische Magie II”, un estudio en el que refutaba las definiciones del Congreso de 1973 y profundizaba, una vez más, sobre sus análisis del “Genetische Magie”. El libro no tuvo el éxito que se esperaba, y Loeffler murió en diciembre de 1978, perdiéndose en la historia de la genética occidental».

Cerré la página web, cansado de leer la misma información sobre el Genetische Magie una y otra vez, y proferí un largo bostezo. No había dormido en toda la noche: desde que había llegado de la oficina de Fermín no había dejado de investigar sobre toda la nueva información que había encontrado.
Sin embargo, no había avanzado mucho. El material que había en internet era escaso, y prácticamente las biografías de los científicos que Fermín había recolectado eran más completas de lo que yo había podido encontrar. Lo único que esas personas tenían en común era haber asistido a ese Congreso. Luego, sus vidas proseguían por caminos de lo más diversos. Por suerte había podido localizar algunas fotografías.

¿Pero quiénes eran? ¿Quiénes eran Valeria Méndez, Ana di Pietro, Igorr Schanutz, Christ Melbourn, León Ribas, Cecilia Bargas, Cielo Vázquez y Patrick Daffis? ¿Y qué tenían que ver con Valle Carmín?
Estaba a punto de irme a dormir; ya eran más de las siete de la mañana, y mi mente estaba verdaderamente agotada. Apagué el ordenador, me cambié y me dispuse a acostarme, pero mi teléfono sonó: Pierre llamaba.
Atendí.

—Hola, Pierre —dije, somnoliento—. ¿Qué tal estás?
—Muy bien, Guillermo —respondió, con un dejo de oscuridad en la voz—. ¿Cómo estás tú? ¿Y cómo ha avanzado tu investigación?
Dudé. Todavía no había decidido si informarle sobre mi descubrimiento en la oficina, o fingir que me había concentrado en la investigación sobre Julieta Dahl. Algo en que, por cierto, no dejaba de pensar.

—Pues no he avanzado mucho —murmuré—. He hablado nuevamente con Helena, pero todavía no consigo enterarme de nada que pueda relacionarse con el caso de Dahl. Estoy realmente desorientado.
—¿Seguro? —se extrañó él—. Yo creo que, si has ingresado a la oficina de Fermín Páez, es posible que vayas por el camino adecuado.
Me quedé mudo. ¿Cómo lo sabía?
—Guillermo, ¿debo recordarte que no eres ni el único, ni el más experimentado en Valle Carmín? —preguntó, en tono burlón—. Hay localizados siguiendo tu investigación. Resulta lógico que sepamos que has podido entrar a esa oficina.

—Comienza a molestarme que sigáis mis pasos tan de cerca, Pierre —me quejé.
—¡Oh, debería ser yo el molesto! —se rio él—. Y sin embargo, no olvido que tienes todo el derecho de seguir el camino que quieras. Pero sabes muy bien que nuestras normas de precaución no son simples caprichos, y se trata de protegernos los unos a los otros.
—Lo sé, Pierre —accedí. Al fin y al cabo, tenía razón—. He ido a la oficina de Fermín y he encontrado importante información. Parece ser que Páez llevaba adelante algún tipo de investigación, pero realmente no estoy seguro de que tenga alguna relación con Julieta Dahl.

—Me parece sensato que pienses en el caso Dahl. No olvides cuál es tu objetivo, pero tampoco descartes las posibilidades —dijo. Su voz sonaba mucho más cordial que unos segundos atrás—. Tengo la corazonada de que si profundizas por ese camino realmente te sorprenderás.
Largué una risita.
—¿Corazonada, Pierre? —indagué—. Tú sabes algo importante sobre la relación de estos casos. ¿No crees que ha llegado ya la hora de que yo también lo sepa?
—Voy a serte sincero, Guillermo. Sí: sé varias cosas sobre estos casos —confesó, finalmente—. Pero lamentablemente ni ha llegado la hora de contártelas, ni puedo hacerlo por teléfono, ni soy yo el encargado de hacerlo. Sabes muy bien que las decisiones no las tomo sólo yo.
Hizo una pausa, quizá esperando mi reacción. Pero estaba acostumbrado al ocultamiento de información: formaba parte del protocolo de seguridad. La distribución de la información era esencial a la hora de mantener al Servicio a salvo de posibles boicot, e incluso de mantenernos a todos con vida. Eso, sin contar las cláusulas de confidencialidad que manteníamos con nuestros clientes.

—Pero no te preocupes—prosiguió—. Cuando llegue la hora de que sepas toda la verdad para avanzar, la sabrás. Por el momento, focalízate en profundizar. Ya hay en Valle Carmín encargados de recorrer otros caminos de investigación, pero el tuyo es fundamental.
—¿Te has despertado de buen humor, Pierre? —bromeé, y es que realmente había rebelado mucha información para una sola conversación.
Se rió.
—Podría decirse que sí —afirmó—. Todos aquí estamos de buen humor. Hemos dado varios pasos muy importantes en las últimas horas.
—¿A qué te refieres?
Dudó. Quizá ya me había contado demasiado.
—A que estamos cada vez más cerca, Guillermo. Y a que la información que tú tienes puede ser de gran importancia para que esta investigación sea fructífera.