Aquí os traigo la segunda parte del último capítulo de la temporada, espero que os guste, y perdón por los tacos...
- CAPÍTULO XIII: La Señal -(SEGUNDA PARTE)Música:
Shot in the Dark (Within Temptation)Estaba cubierto de sangre… y parecía desesperado.
Nunca olvidaré aquella escena…ni la forma en que me miró al levantar la vista de aquel bulto ensangrentado que yacía en el suelo. El cadáver de una mujer que no llegué a ver bien porque sólo tenía ojos para él en ese momento.
Quizás fuese mi propio subconsciente intentando alejarme de la horrible visión que tenía ante mis ojos, o mi cerebro tratando de refugiarse en la hermosura de aquel rostro cargado de angustia.
Pero no duraría mucho…
Sus ojos estaban nublados por el dolor, casi enloquecidos, y brillaban en un intenso color plata. Temblé cuando los clavó en los míos, parecía ido…hasta que se dio cuenta de quién era.
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Estás viva…Sólo dos palabras…pero cargadas de un sentimiento más fuerte que mi propio horror ante semejante imagen.
Quedé inmóvil, mirándole fijamente con los labios abiertos en una muda sorpresa mientras él se incorporaba y acortaba la poca distancia que nos separaba para fundirme entre sus brazos.
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Estás viva…- repitió con voz quebrada, aferrándome con tanta fuerza que noté el crujir de mis huesos.
El olor a sangre inundó mis fosas nasales cuando me abrazó, impregnándome con aquel líquido rojizo que cubría sus manos mientras acariciaba mis mejillas como si quisiera comprobar la veracidad de mis rasgos.
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No me habría perdonado nunca que te pasase algo por mi culpa – susurró besando mi frente con dulzura.
¿De qué estaba hablando? ¿De quién era esa sangre y qué tenía que ver él con su muerte?
Comencé a temblar.
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No mires – susurró entonces, dándose cuenta demasiado tarde de que era precisamente lo que acababa de hacer.
Acababa de ser consciente de lo que había ocurrido. Mi vista reparó en ella durante tan sólo un segundo, y comencé a gritar.
Beth estaba en el suelo, la reconocí a pesar de que su rostro había quedado completamente desfigurado por un tiro en la cabeza. Era ella…
Al ver la sangre bañar la pared donde aún quedaban los restos del cartel con el rostro de Valo retratado volví a recordar aquellas pesadillas que creía haber dejado atrás hace tiempo. Imágenes en las que veía cientos de sombras de ojos rojizos con sus malévolas miradas clavadas en mí, rodeadas de cuerpos ensangrentados gritando de agonía.
“Míralos, mira lo que ocurrirá si sigues ese camino. ¿Es esto lo que quieres?” -
No, no…otra vez no – murmuré entre sollozos –
haz que paren por favor.-
Tranquila, estoy contigo…Volvió a abrazarme, y yo me refugié en aquellos brazos fríos como el mármol, buscando consuelo en aquel misterioso hombre que temía tanto como anhelaba sin saber bien el motivo. Mientras él me acariciaba el pelo con ternura y susurraba palabras tranquilizadoras a mi oído.
Palabras que no entendí pues las había pronunciado en otro idioma sin darse cuenta, o quizás porque estaba tan ida que ya ni era capaz de entender el mío propio.
No importaba, sólo necesitaba sentirlo cerca…Sus brazos eran como mi hogar en esos momentos…
Pero hasta eso quisieron arrebatarme.
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¡Suéltela ahora mismo! ¡Las manos donde pueda verlas! ¡Vamos! – ordenó una voz desconocida.
Noté como se resistía a soltarme hasta que finalmente cedió a las amenazas de aquellos hombres uniformados y armados que le apuntaban con sus armas.
Me quedé paralizada, tratando de asimilar lo que ocurría a mí alrededor mientras veía cómo lo inmovilizaban entre dos hombres contra la pared, y le esposaban las muñecas a la espalda. Aun así no dejó de mirarme un instante, y por un segundo vi en él la misma mirada de Thaerion justo antes de marcharse.
“Volveré a por ti”, me dijo aquel día.
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¡Hay otro abajo! – gritó alguien desde la primera planta.
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Te va a caer una buena por esta – murmuró un hombre de piel cobriza cerca de su oído.
¿Acaso había sido él? No, me negaba a creerlo… ¿pero qué hacía allí entonces?
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¿Se encuentra bien señorita? – dijo dirigiéndose ahora a mí, mientras comenzaba a llevárselo.
Asentí por costumbre más que por otra cosa, demasiado confusa para pensar otra respuesta.
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Por favor, debe acompañarnos a comisaría – me pidió.
Seguía pegada a la puerta, y tuvo que pasar por mi lado para sacarlo de la estrecha habitación donde nos encontrábamos.
Al hacerlo Valo hizo un sutil movimiento, acercándose a mi oído antes de marchar por la puerta.
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Huye…y no mires atrás – susurró.
Apenas me dio tiempo a asimilar aquella orden, solo sé que cuando él golpeó al primer policía yo ya me encontraba a metros de distancia del bar donde trabajaba.
“No mires atrás”No lo hice, y no fue por falta de ganas, sino porque por algún motivo me resultaba imposible ignorar sus palabras.
Escuché el sonido de lucha a mi espalda, gruñidos y golpes de hombres enzarzados en una pelea donde él, esposado y sólo, tenía las de perder.
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¡Serás cabrón! – gruñó uno de ellos.
“Aléjate de aquí”, escuché dentro de mi cabeza.
Y eso fue lo que hice, a pesar de que cada golpe que él recibía creía sentirlo en mi propia carne.
Corrí, sin entender qué estaba pasando y de qué huía exactamente, mientras escuchaba las veloces zancadas de dos hombres a mi espalda y la sirena de un coche de policía.
Seguí corriendo, esquivando todo aquello que se ponía a mi paso y tratando de darles esquinazo. Hasta que finalmente logré perderlos de vista, tan exhausta por la carrera que tuve que parar a coger aire.
Sin darme cuenta había llegado a una callejuela sin salida, donde había una mujer de cabello negro mirándome fijamente.
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Escóndete – fue lo único que dijo, señalando con un gesto de cabeza una zona oscura a sus espaldas.
Corrí hasta allí y me agaché entre un montón de cubos de basura y bolsas llenas de deshechos. Apunto estuve de echar la comida por el desagradable olor y los nervios, pero si no lo hice al ver aquel cadáver tampoco lo haría en ese momento.
La mujer llevaba sus armas a la vista y no me inspiraba mucha confianza, pero cuando vi a su compañera enseguida me alegré de haberle hecho caso.
Daba incluso más miedo que ella. Era pálida como la muerte, y al igual que ella iba muy bien armada. Era muy delgada y recta como un palillo, tanto que a simple vista era fácil confundirla con un chico. Tenía el pelo negro como su compañera y la parte de abajo de su cuero cabelludo rapada.
Las dos tenían tatuajes, la primera de un dragón en el muslo y la segunda una especie de escorpión que nacía en la espalda y terminaba con la punta de su aguijón casi en el ombligo.
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¿No ha pasado por aquí?Vi cómo la otra negaba con la cabeza.
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Me cago en su puñetera calavera – maldijo en voz alta, pero enseguida suavizó su gesto, mirando a su compañera de forma muy poco ummm…¿profesional? –
bueno no importa ¿qué te parece si nos vamos a tomar algo y nos divertimos un rato?La chica menos amenazante contestó a su poco sutil insinuación con un leve encogimiento de hombros, y antes de que pudiese contar hasta tres, me encontré en medio de una tórrida escena en la que la mujer del escorpión metía la lengua hasta la campanilla a la otra.
No duró mucho, ya que su compañera no parecía muy por la labor de darse el lote sabiendo que yo estaba allí.
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Vámonos – dijo con frialdad, y la otra le siguió después de echar un vistazo rápido al callejón.
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Joder, que peste – dijo arrugando la nariz -
mira que sois guarros los…-
Cállate y vamos – le cortó la otra.
Y ahí me dejaron. Aquella mujer me había librado de ser descubierta por su compañera, y yo ni siquiera sabía porque me estaban buscando.
Pero no tenía tiempo para pensar, tenía que salir de allí.
Estaba cerca de casa, nunca había llevado a casa a nadie ni dado mi dirección en ningún sitio publico así que decidí que sería el lugar perfecto donde esconderme.
Esconderme… ¿otra vez? Y de la policía nada menos.
-
¡Joder! ¿Esta es tu forma de pasar desapercibida?Si, cuando estaba nerviosa solía hablar sola…y en aquel momento la palabra “nerviosa” se quedaba corta.
Subí en el ascensor hasta mi piso, y al intentar meter la llave en la cerradura me di cuenta de que había sido forzada.
- [img]Mierda…mierda…mierda…[/img]
La casa de Herald estaba completamente patas arriba, habían destrozado los muebles y rebuscado en cada rincón del que había sido mi hogar en esos últimos meses.
Entré en mi cuarto y vi el retrato de mi abuela tirado en el suelo, aparté los restos de cristales rotos del marco y lo abracé contra mi cuerpo mientras notaba como las lágrimas brotaban sin cesar por mis mejillas.
Mis fotos, dibujos, libros…no eran más que restos de lo que habían sido los únicos recuerdos que me quedaban de mi antigua vida. Ahora también mancillada y echada a perder.
Huir… ¿Acaso era ese mi destino?
No hubo tiempo a pensar una respuesta.
Antes de que lo hiciese ya tenía una mano sobre mi boca para amortiguar mis gritos y un potente brazo agarrándome por detrás. Tirando de mí con una fuerza sobrehumana…
-
Lo siento. Pero tienes que venir conmigo.