Buenas!
Después de un tiempecito sin publicar, hoy os traigo el capítulo 6 de la segunda temporada.
Espero que os guste y comentéis chic@s. Por si os interesa, también podéis pasaros por mi blog y adelantar historia, que ya voy por la tercera temporada allí. Pinchando en mi firma os llevará a mi blog.
Sin más, saludos!!!
Capítulo 6: Intentando vivir.Casi había asimilado que Lucía ya no estaba y que no volvería jamás. Y aunque seguía amándola, había decidido tomar una bocanada de aire fresco que le hiciera volver a sentirse vivo.
Se propuso no pensar en ella las veinticuatro horas del día, y por supuesto, no desaprovechar las oportunidades de diversión para evadirse de su amargura, más ahora que contaba con unos días de vacaciones.
Empezó por adornar la casa, ya que la Navidad estaba a la vuelta de la esquina.
“La boda de Gilberto es mañana, y esta vez, no voy a faltar..." se dijo.
“Ding-dong... Ding-dong...” sonó insistentemente el timbre de casa.
Fue a mirar quien era.
Al abrir la puerta, Tati se abalanzó sobre él con una montaña de paquetes, envueltos en papeles vistosos y brillantes lazadas como si fueran regalos típicos de los que se ponen para adornar el arbolito de Navidad.
- ¡Hola!- dijo toda contenta. – Salí de compras navideñas y me acordé de ti... Como no me has visitado desde que me acompañaste la otra noche a casa... Toma, es para ti – dijo entregándole un paquetito.
La verdad es que fue una grata sorpresa para él.
- ¿Te importa que pase?- le preguntó, aunque fue una pregunta totalmente retórica, puesto que antes de que él contestase, ella se había colado en la casa con su típico descaro...
- Hola... – contestó Javier colocando a un lado los paquetes y su regalito.
“Lo abriré luego...” pensó.
- ¿Qué te cuentas? – le preguntó mientras colocaba su abrigo sobre una de las sillas de la entrada y seguidamente entraba al salón.
- Pues estoy adornando un poco... - decía Javier cuando de nuevo le cortó...
- ¡Vaya! ¡Estás adornando la casa! Me encanta decorar el hogar en estas fechas – comentó Tati.
- Vamos, te ayudo – afirmó cogiendo adornos y colocándolos por la salita.
Javier no pudo hacer otra cosa que asentir – Vale, si te apetece estupendo – le dijo mientras colocaba unas bonitas velas en forma de borla navideña en la mesita de café.
Se sentía bien acompañado con ella, le contagiaba optimismo, ganas de vivir y en cierto modo le recordaba a Lucía...
“Otra vez Lucía no, por favor, ...” se dijo a sí mismo dándose cuenta de que empezaba a meterse de nuevo en el agujero negro del que tan difícilmente pretendía salir...
- Ejemm... ¿Cuántos años tienes? – preguntó Tatiana.
- Veintinueve – respondió él - ¿Y tú? – le devolvió la pregunta.
- Veinte – contestó ella.
Durante cinco minutos, permanecieron callados los dos, liados con los adornos. Pero eso ya era demasiado tiempo para ella...
- Oye, ¿tú siempre eres tan soso para todo? – irrumpió Tatiana de repente.
Esa chica era todo descaro...
- Si te digo la verdad...No - contestó él con una leve sonrisa.
- Anda, si sabes sonreír y todo – comentó ella.
- Sí, sé sonreír y muchas cosas más – terminó él, y esta vez contraatacando con la misma picardía de Tati.
- Mmmm... pues me muero por verlas... – le susurró ella acercándose a su oído.
La verdad es que Javier no era de piedra y en ese momento no pudo evitar sentir una cierta atracción hacia ella.
- ¿Ah, sí? Pues venga, lo vas a ver ahora mismo – le dijo agarrándo su chaqueta.
- Espera que yo también me pongo mi abrigo, que hace un frío que ni te imaginas – le comentó cuando inesperadamente Javier la cogió en brazos y se la llevó hacia su coche.
- ¿Tienes que ir a algún lado? – le preguntó Javier mientras la llevaba en sus brazos.
- N..no... – contestó dudosa, cosa inusual en ella... y en su cara se denotaba una cierta satisfacción, le encantaba estar entre los brazos de Javier.
- Entonces, no hay excusa. Entra al coche – le dijo bajándola al suelo.
- ¿A dónde me llevas? – le preguntó.
- Ahora lo verás – le dijo, acercándose a su rostro y regalándole una sonrisa.
Mientras ella entraba en el coche, él fue al granero a por un bolso negro bastante grande.
Allí estaba Bruno, jugueteando con un escarabajo (pobre bicho, no sabía que iba a ser un aperitivo en breves instantes).
- Bruno, te dejo aquí cuidando de la casa. Pórtate bien – le dijo al animal acariciándolo.
Se dirigió al coche con el bolso. Lo metió en el maletero. Y arrancó.
Seguidamente, paró en el supermercado para comprar algo de comer, mientras ella permanecía en el automóvil esperándole. Cinco minutos después, salió con dos bolsas cargadas de comida y bebida y se metió en el coche.
Condujo durante un cuarto de hora aproximadamente, mientras Tati disfrutaba del paseo asomándose por la ventanilla del coche y respirando el aire fresco procedente de aquellos frondosos bosques.
Appalossa Plains era una ciudad preciosa, que a pesar de estar bastante cerca de Bridgeport se mantenía en equilibrio con la naturaleza. Era toda ella vegetación y fauna.
Cuando por fin paró el coche, salieron a contemplar las hermosas vistas del lugar. Hacía una estupenda y soleada tarde, aunque algo fría.
Javier se dirigió al maletero para abrir el bolso negro. De éste, sacó dos cañas de pescar, un cubo, una cesta y todo lo necesario para echar el rato allí.
- No llevas la ropa apropiada... Tendría que haberte dejado algo más cómodo – comentó Javier.
- ¿Es esto lo que sabes hacer? ¿Pescar? – le preguntó Tatiana no muy entusiasmada con la idea.
En ese momento, Javier le cortó el comentario plantándole un beso en la boca. Se había propuesto olvidar a Lucía, y ese era un buen modo de intentarlo...
- Uff... No sé qué decir ahora... – dijo Tati.
- No digas nada. Divirtámonos un rato pescando. ¿Te animas? – dijo él.
Empezaron a pescar. Al principio, a Tatiana no se le daba muy bien que digamos...
Al momento ya parecía una pescadora experta. Pasaron un rato así, hasta que les picó el hambre.
- ¿Tienes hambre? – preguntó Javier – He pensado en todo – continuó cogiendo la cesta y poniendo un mantel en la hierba.
- Ya veo – dijo Tati entusiasmada.
Comieron y estuvieron un buen rato charlando y contándose sus cosas.
La verdad es que Tatiana estaba radiante. Pero a él le venía de vez en cuando la imagen de Lucía. Tenía sentimientos confrontados. Aún la amaba y se negaba a olvidarla. Incluso se sentía como si estuviera traicionándola. Pero por otro lado, no veía ninguna otra alternativa que la de intentar dejarla aparte de su vida.
Empezó a oscurecer, y el frío ya se hacía un poco insoportable. Así que decidieron irse.
- Te dejo en tu casa, supongo... – preguntó indirectamente Javier.
- Nooo, déja que te acompañe un rato más. Total, en casa no me esperan hasta la noche. Y para eso aún queda un buen rato... Por favor...- le pidió Tati.
- De acuerdo - contestó él.
La verdad es que no tenía ganas de que se fuese, de volver a enfrentarse a la soledad y a sus recuerdos...
Llevaban un buen montón de pescado, ¡y la mayoría los había capturado ella! La que no sabía pescar...
- Quédate aquí y enciende la chimenea para calentarte mientras voy a guardar el pescado a la cocina y a ponerme más cómodo – comentó Javier.
Ésta asintió, se quitó su abrigo y fue al mueble bar. Empezó a abrir distintas botellas y se puso a hacer un cóctel.
Cuando casi lo tenía listo, volvió él.
- ¿Qué haces? – le preguntó.
- Te voy a enseñar algo que yo sé hacer, aparte de pescar mejor que tú – comentó entre risas Tatiana.
- El alcohol no me va mucho y tú no deberías beber...- dijo Javier.
- No me trates como una quinceañera, porque no lo soy... Mi padre es coctelero en un pub de Bridgeport, el Plasma 501. Siempre anda en casa haciendo todo tipo de cócteles para luego servirlos en su trabajo y sé perfectamente cómo se hacen. Déjame que te enseñe uno que está buenísimo. Te va a encantar, ya verás... – insistió ella.
Verdaderamente, ya tenía veinte años, tampoco tendría nada de malo que se tomara una copa, así que Javier cedió.
- Toma, prueba – le invitó ella dándole un vaso bien cargado.
- La verdad es que está buenísimo – dijo él.
- Ven, vamos a echar una partidita al ajedrez, que seguro que también se me da mejor que a ti – bromeó guiñándole un ojo toda coqueta.
- Eso es imposible, al ajedrez no me gana nadie – respondió él bastante animado.
Estuvieron riendo y bebiendo, sobre todo Javier. Ya era bastante tarde y él había perdido la noción del tiempo y de quién estaba a su lado...
En ese momento de embriaguez, Tatiana aprovechó para ponerse más cariñosa de la cuenta...
Lo llevó hacia la habitación, le tumbó en la cama y le quitó el jersey que llevaba. Se puso a su lado y empezó a besarle... Él se dejó llevar abrazándola también bajo los efectos del alcohol.
- Te gusto, ¿verdad? – le preguntó Tati esperando una respuesta que le diera permiso a seguir ese apasionado momento.
- Te amo... Lucía... Siempre fuiste tú – susurró él medio dormido.
En ese instante, Tatiana le dió un tierno beso en los labios, se tumbó sobre su pecho abrazándolo y se durmió.