eliana escribió:Que bueno que ya volviste de tus vacaciones... voy a estar esperando nuevo capi
¡Aquí viene, eliana!
¡Gracias, Viri! Sí, Darío es muy sabio, pero no es el más sabio de La Virtud, sin duda...
sazare escribió:O.O no había visto que ya habías regresado me da gusto leerte
espero el capítulo 6 que me he quedado con dudas en mi cabeza desde el capítulo 1 y con eso de que al final me tienes una sorpresa pues más aun sigo pasando por aquí
Bueno, aquí viene el capítulo 6, sazare. ¡Que lo disfrutes!
Esta vez hay menos imágenes, porque el texto es demasiado diálogo, y aburre un poco poner muchas imágenes de la misma situación. ¡Pero ya el próximo capítulo viene más interesante!
(originamente iban a estar los dos juntos, pero es que este diálogo me quedó muy largo, jeje!)
— El caso estuvo abierto poco más de mes y medio —dijo Helena con un dejo de tristeza, sentada en el sofá—. Estuvo a cargo de la policía local, y también de prefectura. Buscaron en los bosques, en las grutas y en la costa. Y cuando encontraron a Fermín, continuó abierto una semana más, mientras se realizaban las pericias y estudios. Luego… se acabó; no se supo más del tema.
Estábamos en la sala de mi casa, hablando. La había invitado en cuanto había cortado mi comunicación con Pierre, y le había pedido que me contara un poco más sobre el caso de su hermano. Allí estaba ella, repitiendo esa historia una vez más. Y yo la observaba atentamente, casi sin hablar.
—Y tampoco se habló más de él. Fue como si desapareciese del mundo —finalizó.
Fruncí el entrecejo, extrañado. ¿Por qué su voz había cambiado tanto…?
—¿Qué quieres decir? —pregunté, interesado.
Ella lanzó una suave risita.
—Lo normal hubiese sido que durante meses los oficiales se lamentaran por la muerte de mi hermano cada vez que me veían —comentó, como si nada—. Pero esta vez fue completamente distinto: parecía que jamás hubiese sucedido el supuesto accidente. Simplemente… borraron a Fermín de sus mentes—presionó los labios, indecisa— Eso acentuó aún más mis sospechas.
Me incliné hacia ella, y hablé en un tono más suave.
—¿Y qué sospechas…?
Me miró con un gesto acusador. Era lógico, quizá me había excedido con la cantidad de preguntas para el poco tiempo que nos conocíamos. Ella sabía muy poco sobre mí, y yo prácticamente conocía todo lo sucedido con Fermín Páez. Pero ya tenía muy bien pensado cómo continuar la conversación.
—Pues es obvio, Guillermo —dijo, finalmente, casi en susurro—. Ellos mataron a mi hermano, por alguna razón. Y luego, no quisieron que nadie se enterase, por lo que inventaron todo ese cuento del accidente en la costa. ¡Si Fermín apenas disfrutaba del mar!
Guardó silencio durante unos segundos. Yo esperé, sin dejar de mirarla.
—¿Pero qué podía hacer? —se lamentó, elevando un poco la voz—. No, me habían dado muchas señales. Me lo habían dejado muy claro: sabía muy bien que si llegaba a develar la verdad, no viviría mucho más.
Lanzó un largo suspiro. Un largo y entristecedor suspiro. Yo me quedé en silencio por un momento, debatiéndome entre continuar indagando, o dejarlo y concentrarme en el caso de Julieta Dahl. Algo dentro mío indicaba que iba por el camino correcto; que si seguía investigando, podía llegar a descubrir algo importante.
—Escucha, Helena —dije, entonces—. Yo soy abogado, y si bien hace años me dedico al rubro comercial, estoy completamente seguro de que puedo ayudarte a sacar alguna verdad de todo esto. ¡No puedes permitir que esta gente salga impune luego de asesinar a una persona!
Para ser sincero, me sentía un poco hipócrita mintiéndole de esa forma a Helena. Si bien era completamente cierto que mi investigación podía llevar a descubrir a los asesinos de Fermín, me veía obligado a ocultar quién era, cómo procedía y cuál era mi verdadero objetivo.
—No lo sé, Guillermo —dudó ella—. Esa gente debe ser muy peligrosa… ¡y tú estás aquí, absolutamente solo, sin que nadie pueda ayudarte!
Suspiré, buscando en mi cabeza alguna forma de lograr que Helena se sintiera conforme.
—No voy a arriesgarme ni a meterme con esa gente, Helena —dije, calmadamente, esbozando una sonrisa—. Pero quizá puedo comenzar a investigar algo… no sé, tal vez las razones por las que asesinaron a Fermín. Muchas veces estos grupos de gente se deshacen de las personas que los ponen en peligro…
—¿Qué estás insinuando? —me interrumpió, elevando la voz. Parecía haberse enojado un poco.
—¡No lo sé, Helena! A eso a es a lo que me refiero. No sabemos absolutamente nada sobre Fermín, o sobre esta gente. Y para poder llegar a cualquier tipo de conclusión, necesitamos más información. Escúchame un segundo, por favor. Permíteme investigar un poco sobre tu hermano. No lo sé, en su trabajo, en su casa, en los lugares que frecuentaba. Es muy posible que haya visto algo, o que supiese algo que no debía saber. O quizá hasta le hayan ofrecido algo que él haya rechazado, y por eso lo mataron —expliqué, intentando ser lo más sereno y paciente que mi nerviosismo me permitía—. Hay muchas, muchísimas posibilidades, Helena. Y tenemos muy poca información.
Helena negó suavemente con la cabeza, presionando los labios.
—No me gusta mucho cómo suena todo esto —dijo, ya más calmada—. Déjame pensármelo, ¿vale? No quiero que nadie ponga su vida en riesgo.
—Está bien, no te preocupes. Sólo quiero que sepas que puedes contar conmigo. Piénsatelo el tiempo que sea necesario, yo estoy dispuesto a indagar un poco más sobre el caso. Y conozco mucha gente que puede ayudarnos, en el caso de que las cosas sean más complicadas de lo que imaginamos.
—¿Puedo hacerte una pregunta, Guillermo?
La miré, preocupado. Su voz había adquirido un tono oscuro.
—Dime —sonreí.
—¿Por qué te interesas tanto por Fermín?
Lancé una suave risita, casi imperceptible.
—No es que me interese, Helena —comenté, cordialmente—. Es que me preocupa. Me preocupa que en un pueblo tan pequeño puedan suceder este tipo de cosas. Creo que es parte de algo mayor. Y si así es, entonces creo que tenemos el deber de hacerlo saber al resto de la población.
—¿A qué te refieres? ¿Algo como qué?
—No lo sé, sinceramente. Pero si vale más que la vida de alguien, seguramente sea peligroso.
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