Pues nada, como lo prometido es deuda, aquí vengo con el capítulo sexto deseando que sea de vuestro agrado y os enganche más a la historia
Este es más larguito que el anterior, así que tenéis para un rato más de lectura...
AVISO: Hay algunos comentarios e imágenes de los personajes, sobre todo al final, de carácter sexual, que pueden herir la sensibilidad del lector. Espero vuestros comentarios. Besos!!
- Capítulo 6 -- Han llegado aquí hace rato… – dijo Rose tocando el capó del Ferrari de Albert mientras Fiona miraba a su alrededor intentando encontrarles.
- Con la de gente que hay no sé si los encontraremos… - comentó Fiona poniendo gesto contrariado.
- Ahí están ¡Míralos! – exclamó Rose agarrando a su amiga por la cintura para dirigirla a la dirección desde donde se les veía venir.
Fiona corrió hacia David y se abrazó a él. Éste quedó algo apocado al principio, sin corresponderla del todo, pero finalmente le devolvió el abrazo.
- Perdóname, los celos me jugaron una mala pasada… - se disculpó ella acariciándole el cabello.
Él le respondió con una leve sonrisa a la vez que evitaba mirarla directamente a los ojos… Aún estaba confuso por lo que había sentido en la habitación de la desconocida.
- N… No te preocupes, Fio… No ha pasado nada… Ahora vamos a disfrutar de mis últimos días en Bridgeport – dijo aparentando ánimo
– ¡Tenías razón…! - ultimó dándole un beso.
- ¡Estupendo! – se alegró ella
– Voy a casa a arreglarme y nos vemos en un rato – propuso.
- ¡Buah! Yo me apunto. Albert, ¿vienes verdad? – preguntó Rose con cara de ilusión.
- ¿Q-Qué? ... Ahhh, sí… Sí voy… – contestó saliendo de su atolondramiento.
Llevaba todo el rato dándole vueltas a la reacción que tanto su amigo como la chica habían tenido.
Y, aunque esa forma de actuar no era propia de Albert, pues nunca se había dado anteriormente que una chica a la que él había echado el ojo se la llevase David, no podía evitar sentirse decepcionado. Su dinero lo podía todo… O eso le habían enseñado...
- Por cierto, ¿habéis sabido algo más sobre la “aparecida”? – preguntó Fiona a su hermano.
- No… Que va. No nos han dejado entrar a la UCI… - mintió lanzando una mirada cómplice a David.
- Id a arreglaros. Yo iré a casa a darme una ducha y descansar un poco. ¿Os parece bien sobre las 9 de la noche? – preguntó David mientras las chicas afirmaban con la cabeza dando su visto bueno, cuando de repente cambió el tiempo, que empezó a nublarse.
- Amenaza lluvia... - comentó Fiona mirando al cielo
- Pero no importa, hoy nada nos fastidiará la noche - terminó sonriendo a su novio.
- Bueno, dadme un toque al móvil cuando vengáis a recogerme… - comentó David con evidente desgana…
– Y prefiero ir dando un paseo... – terminó mientras emprendía la marcha hacia su casa.
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Me inundó una sensación de impotencia a la que empezaba a acostumbrarme en tan solo unas horas de las que tenía conciencia de que existía.
Mi deseo al sentirle cogiendo mi mano fue el de levantarme y volver a estar en sus brazos, volver a aquel coche a toda velocidad donde sus manos me refugiaban…Pero ni hablarle, ni verle, ni nada pude hacer, y volvió a desaparecer de mi “corta existencia” en un suspiro…
De repente, mientras intentaba hacer lo posible para reclamar su atención y que no se marchase, unas imágenes atropellaron mi mente…
Todos los vellos de mi cuerpo se erizaron mientras podía sentir cómo la respiración cálida de mi amante recorría mi cuello… Aquellos labios se me acercaban regalándome intensos besos que me hacían sentir verdadera excitación… Mi cuerpo estaba en aquella cama de hospital, pero mi conciencia parecía haberse transportado a tal situación.
En ese momento, de igual modo que había venido, desapareció, dejando tras de sí un fuerte dolor en mis sienes.
¿Qué querían decir esos pensamientos? ¿Acaso eran recuerdos de una situación real o simplemente anhelos?
Estaba perdida en este oscuro mundo pero tenía claro que la presencia de ese chico me impactaba sobremanera.
Intenté entonces contener mis lágrimas, pues los ojos me escocían al esbozar éstas por ellos, pero no pude.
Estaba claro que por alguna razón establecí un fuerte vínculo afectivo hacia él y casi se me hacía indispensable tenerlo a mi lado sin tan siquiera saber quién era ni por qué me sentía tan atada a él...
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Llegó por fin a su casa en Bridgeport, la antigua residencia de su madre, tras un buen rato andando y mojándose con el agua de la lluvia.
Era una casita algo retirada del suburbio de la ciudad, bastante vieja pero que aún conservaba todo tal cual ella lo había dejado, y eso le hacía sentirse como cuando era pequeño y la tenía aún a su lado…
Al entrar, se dirigió rápidamente hacia la planta de arriba y empezó a llenar la bañera. Se quitó la ropa empapada, y se sumergió en la poca agua caliente que ya se había llenado, pues estaba calado hasta los huesos.
Necesitaba pensar en lo sucedido...
Esa chica finalmente parecía infundirle mucho más que simple lástima o compasión… Y aunque no había querido confirmárselo a sí mismo, en lo más profundo tuvo que aceptar que sentía una atracción especial hacia ella. Un fuerte sentimiento de protección que le impulsaba continuamente a querer cuidarla.
El caso era que tenía que irse en una semana y que su mejor amigo estaba empeñado en conquistarla… Por no decir que acabaría hiriendo a Fiona, lo cual ella no se merecía bajo ningún concepto…
Tras darle varias vueltas intentando relajarse en la bañera, llegó a la conclusión de que su vida no podía verse trastocada de ninguna forma.
Este tema debía pasar inadvertido, así que optó por no saber nada más de la desconocida en adelante.
"Olvídate de ella, David… Olvídate…" se dijo sumergiéndose en el agua tibia de la bañera.
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Fiona, Albert y Rose fueron a la mansión Feller.
Ella tenía que celebrar su triunfo y para eso quería ponerse lo más guapa posible…
Mientras las chicas entraron en la habitación de su hermana, él se quedó en el salón pensativo. Acto seguido, se dirigió a servirse una copa de whisky del mueble bar.
- ¿Has visto como no era para tanto? - comentó Rose sentada en la cama mientras Fiona se arreglaba y vestía.
- Sí - respondió ésta mientras se giraba para dedicarle una mirada a su amiga mostrando gesto de satisfacción.
- Yo creo que hoy tu hermano cae... - añadió Rose haciéndole señas a Fiona para que le pasase el pintalabios rojo.
- Puede ser... - dijo Fiona sonriendo - ¿Llamamos a Anne? Después de todo Stephan se sentirá solo, ¿no? – bromeó ya lista para salir por la puerta.
- Es un poco aguafiestas... pero bueno, si quieres llámala... - contestó Rose con expresión indiferente.
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El claxon del coche de Albert sonó intermitentemente y con bastante insistencia, denotando cierta irritabilidad. Lo conocía muy bien, y sabía que su amigo estaba molesto con él.
Ultimó poniéndose las botas y se miró levemente en el espejo de la entradita. El baño le había sentado estupendamente para afrontar con ánimo la noche que le esperaba.
Aunque la lluvía amainó y hacía una estupenda noche de verano, decidió ponerse una camisa por encima y pantalones largos. Tenía mal cuerpo y sentía como si fuese a caer resfriado.
Abrió la puerta de su casa y se encontró de bruces con Fiona, que parecía estar impaciente. No se podía negar que era preciosa, cosa que a veces hacía a David olvidar su personalidad infantil.
- ¿Estás bien? – le preguntó ella dándole una calada a un pitillo que sostenía entre sus dedos de la mano derecha.
- Pues claro… - ladeó una sonrisa
- ¿Por qué no iba a estarlo? – le preguntó retóricamente evadiendo el interés de la chica que, evidentemente, lo notaba algo raro y distante.
A medida que se acercaban al Ferrari, Rose se pasó al asiento de delante para dejarles el hueco de atrás libre a la parejita, y de paso podía estar junto a su "presa".
Se metieron en el coche y David saludó a Albert sin obtener respuesta de vuelta por parte de él. Seguía enfadado…
No se había cambiado de ropa y su cara, a la vez que sus ademanes y el olor que desprendía, advertían que ya había estado bebiendo.
- ¿No habéis avisado a Stephan chicos? - preguntó Rose.
Ambos negaron al tiempo...
- Pues menos mal, porque Anne se encuentra mal y no viene tampoco - respondió ésta.
- Vayamos a Giordano´s. ¡Me muero de hambre! – propuso Fiona, a la vez que Rose le daba la razón.
Así, disfrutaron de una deliciosa pizza mientras contaban chistes y reían. Pero Albert prosiguió bebiendo a destajo y comenzó a ponerse algo antipático, con David particularmente, al que no paraba de lanzar pullitas.
Era evidente que seguía picado con él, pero las chicas no parecían darse cuenta.
Para evitar enfrentamiento estúpidos, David optó por ignorar sistemáticamente los comentarios irónicos de su amigo, y parecía funcionar.
- Vayamos ahora a tomar unas copas al Underground – propuso Fiona saliendo de la pizzería.
David no tenía ninguna gana de ir en las condiciones que iba Albert... Le cortaba el rollo y no estaba a gusto, pero prefirió no poner excusas y complacer a su novia en compensación por el berrinche del mediodía.
Underground se encontraba a dos manzanas de la pizzería, y no solía haber aparcamientos libres, así que decidieron ir dando un paseo en el que Rose se empleó para ir engatusando al pelirrojo.
La situación entre Albert y David era tensa, pero al entrar en el local pareció haber desaparecido.
Se sentaron en una mesa para tomar unas cervezas mientras veían actuar a un grupo musical que tenía bastante ritmo y estaba últimamente de moda.
Rose se sentó junto a Albert y empezó a rozarle con la pierna mientras él vaciaba las reservas de cerveza del local… Lo estaba poniendo a tono… Esta noche tenía que caer sí o sí, estaba convencida…
- Rose… te gusta ponerme cachondo ehh… mi pequeña zorrilla – le susurró empezando a enredar sus manos a ella bastante embriagado.
- ¡Albert! – exclamó Fiona
– Para ya de beber que empiezas a decir barbaridades… - le reprochó.
- ¡Déjalo, a mí me encanta…! – susurró Rose excitada mientras se montaba sobre él sin ningún reparo.
Empezaron a darse el lote y a David no le agradó estar tan cerca del centro de atención de medio pub…
Se retiró hacia un lado levemente y se puso a mirar hacia el escenario.
Pasados unos minutos decidió dirigirse a su amigo directamente...
- Albert, os llevo a tu casa y allí acabáis si queréis... – le propuso. Pero éste no le prestó atención y seguía empeñado en encontrar algo bajo la falda de Rose.
- ¡Déjalos y vayamos a la pista de baile! – sugirió Fiona arrastrando a su novio del brazo, el cuál acabó accediendo. Al parecer, le esperaba una noche movidita...