Hola a tod@s, aqui traigo el segundo de esta historia.
Para más historias, a parte de Luna Roja, no duden en visitar mi blog pinchando en la firma.
Gracias.
Ewan, el nombre de la persona a quien debía agradecer el haberme salvado la vida. Me avergüenza decir que no podía evitar fijarme en él hasta el punto de sonrojarme por mis propios pensamientos. Era la primera vez que enfrentaba a un hombre tan atractivo a pesar de la cicatriz en su rostro. ¿Cómo se la habría hecho?

El silencio comenzaba a incomodar. Ninguno estaba dispuesto hablar por lo que decidí dar el primer paso, pero eran tantas preguntas circulando en la mente que no sabía por dónde empezar hasta que mis labios desobedientes se movieron contra mi voluntad.

_ ¿Por… qué… me has traído… aquí?_ Tartamudeé, quizá por el miedo o simplemente por la incomodidad de tener sus ojos clavados en mí.
_ ¿Cómo te llamas?
Música: Sia_ Elastic Heart ¿Mi nombre? Su pregunta me sorprendió. También quería saberlo. Por alguna razón una parte de mi vida había sido borrada. Se podría decir que mi vida comenzó en aquella playa donde desperté hace siete años. Sin memoria. Teniendo que enfrentar un nuevo mundo que se abría ante mí.

Confusa y pérdida, caminando por las calles de la ciudad. Sin rumbo, sin saber exactamente a donde tenía que ir, hasta que el agente Johnson me encontró.
Pequeña, ¿te has perdido?

No supe que responder. Perdida, sí. Porque nunca antes había estado en esa ciudad, al menos que intentara recordar, algo imposible. Para mí todo resultaba nuevo.
_ ¿Dónde vives?
Al ser incapaz de responder me llevó a comisaría. Nombre, dirección, familia,… a ninguna pregunta pude responder.

Estaba sola, esa era la cruel realidad. Ni siquiera encontraron a nadie después de difundir mi rostro en los medios de comunicación. ¿Existía la posibilidad de haber sido abandonada? Pude haber llorado, sentirme triste por la idea de ser desechada, sin embargo comprendí que no se podía añorar algo que jamás supe si existía.

Después de una larga noche sin respuestas decidió que la mejor alternativa a mi “situación” era llevarme a una casa de acogida hasta que encontraran a un familiar, algo que nunca sucedió por más que esperase a ello.

Lo único bueno de ese horrible lugar fue Luis.

_ Tú nombre, por favor._ Pidió intentando mostrarse sereno, haciéndome volver a la realidad.
Tras dudar durante varios segundos que llegaron a ser eternos, opté por escoger el nombre que Luis me dio.
_ Sofía.
El nombre de la canción que Luis solía cantar todas las noches. Adoraba escuchar “Sofía” en aquella hermosa melodía. Tan tierna y mágica que lograba hacer olvidar la tristeza guardada en el pecho.
_ Te he traído a mi casa donde estás segura._ Explicó tranquilamente._ Eres libre de irte cuando te apetezca, no estás retenida._ Aseguraba haciéndome sentir culpable por pensar que tenía malas intenciones._ Puedes descansar todo lo que quieras hasta que te recuperes de… las heridas._ Sugirió intentando no sonar afligido cuando mis heridas producían tal efecto en él._ Si deseas puedes descansar o darte una ducha caliente si prefieres. Estaré abajo si necesitas algo.

¿Una ducha? Una idea demasiado tentadora para dejar pasar. Llevaba…, realmente demasiado tiempo, que no disfrutaba de una ducha caliente. Seguramente ni las mofetas se atreverían a acercarse a mí. Normalmente solía aprovechar los lavabos públicos para asearme hasta que los guardas de seguridad me pillaban y me echaban a patadas o llamaban a la policía. Como si utilizar agua fuese un jodido crimen.
_ Emmm…, eh…
No supe que decir en ese momento, y fue tarde cuando le vi desparecer de mi vista. Un “gracias” hubiese sido suficiente.

¿Por qué no lo dije desde el principio? Respuesta: porque se me pasó por la cabeza la absurda idea de que tuviera una intención malévola al traerme a su casa. Supongo que no se me podía culpar después de toda la maldad que he tenido que afrontar desde que tengo memoria.
Por un instante cerré los ojos y me dejé arrastrar por el cansancio. Estaba demasiado agotada para pensar. Me negaba a seguir preguntándome lo que me depararía el día. Solo por una ocasión quería aprovechar las comodidades que me regalaban.

“Sofía”
¿Quién me llamaba?
“Recuerda”
¿Qué debía recordar?
La voz de una mujer se repetía, una y otra vez, en mi cabeza sin lograr ubicarla. Aunque de alguna manera me resultaba familiar, obligándome a preguntarme si formaba parte de ese pasado olvidado. Debía tratarse a causa del agotamiento, sin duda.
Por el momento tenía otras preocupaciones. Debía pensar en el modo de proceder. Quedarme en ese lugar era aprovecharme de la única amabilidad experimentada, tarde o temprano no quedaría otra que marcharme. ¿Por qué no adelantar los acontecimientos? No sin antes disfrutar de hasta la última comodidad. Como por ejemplo una… ¡Ducha!
Supuse que tras la única puerta se encontraba el baño. Correcto. Un nuevo mundo se abría ante mis ojos. Con solo pensar en el agua caliente ya estaba emocionada. Y cuando esta caía sobre mí, todo mi cuerpo se relajaba como nunca antes había experimentado. Me sentía persona bajo el agua. Una sensación tan agradable que debería ser pecado.

Sin darme cuenta comencé a tatarear la canción que Luis solía tocar con su guitarra, olvidándome por un segundo que estaba en un lugar desconocido.
_ ¿Te diviertes?

La mujer que había estado unas pocas horas antes hablando con Ewan apareció apoyada contra la puerta con una sonrisa burlona dibujada en los labios. Instintivamente cubrí mi cuerpo desnudo con las manos provocando que su sonría se ampliase.

_Mojigata._ Se echó a reír divertida._ No tienes nada que no haya visto antes._ Dijo pasándome una toalla para cubrirme que rápidamente agarré para cubrirme.

_ Esperaré a que termines._ Salió del baño dejándome morir de la vergüenza.
Después de vestirme con mi ropa salí para encontrarla en la habitación. No fue la única sorpresa. Bolsas de ropa tiradas sobre la cama me esperaban. ¿Qué significaba todo aquello?
_ Todo para ti._ Anunció alegremente.

Por primera vez recibía algo y esperaba no tener que dar nada a cambio.
_ Espero que sea de tu talla._ Soltó rápidamente, dejándose caer sobre la cama._ He pasado por mucho para conseguir esto. Casi le arranco la cabeza a Betty cuando vi la ropa. ¿Color rosa? Bluh.., bluh..._ Explicó dibujando una mueca repulsiva en el rostro. _ No importa._ Dijo inmediatamente después de arrepentirse.

_ No he pedido nada de esto._ Logré decir, provocando que sus ojos se clavaran sobre mí con aire amenazador.
_ Ser agradecida no hace daño, cachorrito._ Replicó intentando sonar tranquila, asegurándome que hacia un gran esfuerzo siendo paciente conmigo.
Era cierto. Aún no había sido capaz de decir un simple “gracias” cuando actuaban amables con una persona como yo. Quizá me resultaba difícil de asimilar el hecho de encontrar personas que no me despreciaran por vivir en la calle o me utilizaran para un fin ilícito o buscando conseguir algo a cambio.
_ Gra…gracias.
Bufó más molesta. Su paciencia iba a sobrepasar el límite y no me habría gustado nada verla en ese estado.
_ No es a mí a quien deberías agradecer._ Masculló rápidamente.
Ewan. Pensar en ese hombre provocaba un extraño calor en el rostro. Resultaba complicado mirarle cuando estuvimos hablando. Cada vez que encontraba su mirada…, simplemente me veía obligada a bajarla.

_ ¡Oh, no!_ Exclamó alarmada, haciéndome aterrizar de golpe de la tierra de los pensamientos._ Esa es la peor idea que puedes tener, cachorrito.

_ No sé a lo que te refieres. Además… ¿podrías dejar de referirte a mí como cachorrito?_ Estallé molesta, odiaba que me llamara de ese modo. Era una persona no una mascota

_ Ok, dejemos los asuntos de corazón para otra ocasión. _ Decidió terminar el asunto, dejándome transpuesta con sus palabras._ Escoge una de estas… prendas y salgamos a darle una pequeña sorpresa a ese vejestorio.

¿Vejestorio? A veces no seguía el hilo de sus palabras, añadiendo que debía tener alrededor de unos veinticinco para considerarlo un viejo.
_ No me hagas esperar._ Añadió entre risas.
_ Espera un…
Antes de terminar la frase ya estaba bajando las escaleras. ¿Qué iba a hacer con esa cantidad de ropa? La única ropa que tenía era una camisa, unos jeans y un abrigo. No había tenido tiempo de llevarme nada más después de huir de casa de la señora Harris. Quedarme nunca fue una opción, ni siquiera ir a la policía era factible. ¿Quién iba a creerme? Si el agente Johnson no lo hizo, nadie lo haría.
Bien, llegados a ese momento, ¿qué debía hacer? ¿Y con toda esa cantidad de ropa? Aceptarla, supongo. Por una vez..., no sería malo aceptar algo que no me pertenecía.

Reconozco que la idea de vestirme con ropa diferente era demasiado tentadora para desaprovechar la oportunidad. Busqué entre el montón aterrorizándome con cada prenda. ¿Pretendía hacerme vestir de ese modo? Camisetas escotadas por delante o por detrás, pantalones tan ajustados que me preguntaba si se podría respirar con ellos puestos, minifaldas que enseñaban hasta las ideas, vestidos tan cortos que avergonzarían hasta la más atrevida, cuero, seda,… ¡Imposible. Lo único que encontré decente fue lo que conseguí escoger sin morirme de vergüenza.
Al mirarme en el espejo descubrí un nuevo reflejo que alejaba el estilo de vida que había llevado hasta ese momento. De alguna manera me sentía extraña llevando algo que no me pertencía, pero... también disfrutaba como una niña pequeña delante del espejo.

Antes de bajar las escaleras no pude evitar preguntarme si estaba actuando correctamente. Claro que nunca antes experimenté una situación parecida. Y quizá por esa razón me sentía una inútil sin saber cómo afrontarles.
_ Te tengo una pequeña sorpresa._ Soltó con una risita burlona desde el piso de abajo donde se encontraba tras Ewan.
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De pronto les tenía enfrente a la espera de verme bajar las escaleras. Escalón a escalón sentía que el corazón salía del pecho. Incomoda, avergonzada…, demasiadas emociones aglomeradas en el interior.
_ ¿A qué está preciosa?_ Preguntó emocionada.

Solo obtuve un gruñido en respuesta. Después de tantas molestias escogiendo algo decente... ¿Qué esperaba? ¿Y por qué demonios me molestaba tanto con esa respuesta?
_ ¿Tienes hambre?
Me agarró del brazo llevándome a la mesa donde me sentó a la fuerza mientras Ewan se limitaba a dirigirse a la cocina donde comenzó a preparar algo de comida. Debo añadir que aún no conocía el nombre de la mujer que se mostraba tan amigable cuando unas horas antes había mostrado estar en contra de haber sido traída allí al gritarlo a los cuatro vientos. ¿A qué estaba jugando?
_ Pensaba que no querías que me quedara aquí._ Escupí sintiéndome insignificante al decirlo.
_ Es cierto._ Su respuesta fue demasiado sincera, dejándome de piedra._ Pero cambié de opinión. Solo… no te encapriches de este vejestorio._ Susurro como si de un secreto se tratase. _Aquí no está permitido perder la cabeza por un capricho._ Aseguró.

¿Encapricharme? Si se refería a enamorarme, no lo supe en ese momento. Sin embargo qué fácil era sugerirlo, pensarlo y hacerlo. Nunca antes había experimentando algo parecido al amor y dudaba que ese sentimiento estuviera reservado para mí. Solo tenía diecisiete años y lo más parecido a ese sentimiento fue la amistad de Luis.
Solo una cosa tenía por sentada. Por primera vez en toda mi vida me estaba divirtiendo con una conversación tan extraña. Hablaba sin parar sobre sí misma. En una sola sesión descubrí que se llamaba Molly, que era piscis, el negro su color favorito y odiaba a los mentirosos como la música clásica.

Cuando Ewan le echó una mirada con la ceja levantada la silenció de repente.
_ Por desgracia debo irme ahora que nos estábamos divirtiendo tanto.

_ Mantén a los curiosos alejados._ Pidió Ewan mientras ella se dirigía hacia la puerta, algo que no pude evitar escuchar.

_ Si el señor lo ordena._ Replicó burlándose._ Aunque es algo que no se encuentra en mis manos lograrlo.
_ Molly…
_ Nos vemos pronto. _ Se despidió dejándonos completamente solos en aquella habitación que llegaba a ser pequeña para los dos.
Antes de sentirme aún más incomoda recogí los platos y me dispuse a fregarlos sin dejar de sentir sus ojos clavados en mí. ¿Cuándo dejaría de hacerlo? Si ya resultaba difícil mirarle o hablar, imagina tenerlo detrás.

_ No tienes que hacerlo.
No respondí.
_ ¿Tienes un lugar a donde ir?

Volví a no responder. ¿Qué podía decir? ¿Mentir? Probablemente hubiese sido mejor alternativa.
_ Me marcharé tan pronto que ni te darás cuenta. _ Escupí, arrepintiéndome inmediatamente después. ¿Por qué actuaba como una niña en un arrebato?
Fui una estúpida. En lugar de agradecer, respondí fríamente como si estuviera culpándole de mi mala fortuna.
_ Es tu decisión._ Replicó rápidamente antes de desaparecer y dejarme sola en aquel apartamento.
En el fondo no deseaba marcharme. Aunque se tratara de un capricho debía irme, ese lugar no me pertenecía. Debía desechar esa amabilidad antes de que descubrieran la razón por la cual escogí vivir en la calle. Si la supieran…, no podría soportar ver decepción o compasión en la mirada de nadie.
Continuará. ..