Heinemüllen, Hanseacia. Un típico pueblecito del norte de Prusia. Un rincón rural y acogedor, sosegado y apartado del bullicio. Iniciaremos nuestra visita a este paraíso en miniatura visitando los alrededores del núcleo de población, que no son sino una excepcional muestra del humanizado paisaje de la parte septentrional del país.
El norte de Prusia es una región de tierras muy bajas y llanas, algunas bajo el nivel del mar. En ellas abunda el agua, tanto en forma de ríos como de lagos y ciénagas. Su parecido con los Países Bajos es notable; tanto, que algunos llaman a la zona "la Holanda prusiana". Así, el hombre ha tenido que ingeniárselas para poder asentarse sobre los pantanosos terrenos de la zona, construyendo diques y pólderes y levantando majestuosos molinos que aprovecharan la energía hidráulica. Son precisamente estos molinos los que dan nombre al pueblo: Heinemüllen significa "los molinos de Heine", siendo Heine la comarca en la que se halla emplazada la población.
La agricultura y la ganadería tradicionales se centran en torno a los pequeños canales artificiales creados con el fin de canalizar las aguas que otrora inundaban los terrenos cultivables o aprovechables. El moderado clima de la zona es ideal además para el desarrollo paralelo de un pequeño bosque caducifolio, así como de vastos prados floridos.
Observando las anteriores imágenes, el lector podrá concluir que Heinemüllen ha sobrevivido al paso de los siglos y a la urbanización. Sin embargo, esta deducción es errónea. Y es que, en un país como Prusia, ni siquiera los lugares apartados y que han conservado su vetusta esencia escapan del progreso y la tecnificación.
Veamos cómo era la carretera Hamburgo a Battemberg en pleno siglo XIX.
Comparémosla ahora con la carretera que existe actualmente, que además ha sido reemplazada por una autopista paralela ubicada a un par de kilómetros.
Como se puede apreciar, las máquinas se han apoderado también del campo prusiano, de lo más tradicional que el país siempre ha poseído. Y aunque la modernización ha acabado en parte con el encanto de las tradicionales actividades agrarias, es necesario decir que también ha permitido revitalizar a pueblos como este, evitando el éxodo rural hacia las áreas urbanas del país.
Además, los prusianos, tan aferrados a sus tradiciones, no son capaces de olvidarlas tan fácilmente. No se dejen engañar; esta fotografía se ha tomado hace un par de días y está protagonizada por turistas extranjeros que han deseado descubrir la cara castiza de Prusia, si bien es cierto que la imagen podría haber datado de hace cien años, cuando la burguesía del campo, los Junckers, dominaba la vida política y social del país.
Está claro que el paso del tiempo no acabará con el espíritu prusiano, y menos tratándose de un lugar que, pese a haber cambiado, mantiene ese fondo de ruralidad.
CONTINUARÁ...