Los días pasaban lentamente, Elijah seguía deambulando por el barrio, durmiendo a la intemperie (aunque en una cama) y esforzándose para intentar avanzar en su vida.
En el gimnasio conoció a una chica llamada Malvina con la que hizo muy buenas migas. Le gustaban las chicas que eran como él. Estuvieron hablando durante un buen rato.
Después fueron a hacer algo de ejercicio, que a él le hacía falta para seguir mejorando en su trabajo. Ahora era carterista y tenía que ser capaz de salir corriendo cuando fuera necesario.
En casa, se aseguró de pagar las ínfimas facturas que tenía en el buzón, no fuera que le robaran todas sus pertenencias.
Con las semillas que había ido recogiendo por el mundo, hizo un pequeño huertecito de manzanos, tomateras y otras verduras.
Salió a hacer footing por la ribera del río, era un sitio que le inspiraba mucha paz. Aprovechó para recoger algunas piedras e insectos que le reportaron unos pocos simoleones.
Caminando caminando llegó hasta el cementerio, donde todavía no había ido nunca. Ya era prácticamente de noche y unos niños correteaban por detrás de él. Le dio muy mal rollo.
Entró en el mausoleo para ver si encontraba algo de valor. Pero lo que se encontró fue otra cosa.
Resultó ser un libro que todavía no ha llegado a leer. Las cosas en las catacumbas se complicaron y al final tuvo que salir corriendo algo maltrecho.
Al día siguiente tuvo de nuevo un pequeño percance laboral, pero con lo que ganó pudo comprarse una encimera y una cocina para preparar comida caliente.
Su huerto estaba creciendo muy rápido, hasta él se sorprendió. Estaba orgulloso de sus plantas.
Tenía un compañero de trabajo del que era muy amigo. Se dio cuenta de que vivía en una enorme casa que estaba enfrente de la suya, así que fue a hacerle una visita.
Justo cuando entró le llamó Malvina. Estuvieron charlando y riendo hasta que le prepararon la cena.
No esperó a nadie y se puso a devorar... la ensalada. Un poco estirados fueron con la comida. También aprovechó para ducharse.
Le preguntó a su amigo si le importaba que se quedase a dormir, y le respondió que por supuesto que no, como si estuviera en su casa. Lo que no se esperaba era dormir juntos, pero la cama de máxima calidad bien valió la pena.
En el trabajo estaba teniendo un magnífico día y ganó algún dinero extra.
Pero ya extrañaba tanta felicidad... Su trabajo tenía riesgos como que la policía te hiciera una visita inesperada.
Pasó en la cárcel toda la tarde, donde aprovechó para conocer gente nueva y ejercitarse. Al salir llamó a Malvina para contárselo todo.
Le encantaba hablar con ella. Y le encantaría...
Volvió a su nueva casa de acogida, que estaba bastante mejor que la suya. No estaba su amigo, pero gracias a su manera de ser (¡gracias Crisims!) gorroneó de todo sin que a nadie le importara.
Sin embargo, no le dejaron quedarse a dormir, eso ya era demasiado. Volvió a su dulce hogar a mimar a sus plantas.