Elizabeth S escribió:Entonces se conocían
Ahora...le devolverá la bicicleta medio rota (?) XD
Las gemelas son MUY FEAS.¿Y esa era una de sus familias adoptivas? Pues vaya con las niñas .-.
Si, lo que pasa es que por Dyanne no pasan los años y por Dallas si xDDD Por tanto ella no lo reconoce pero él a ella si :3
Para la bici tengo otra idea, ya verás :3
Y si, son MUY feas. Además, fue mi primer experimento de niños verdaderamente GORDOS xDDD Tampoco suelo crear demasiados niños, la verdad xD
ismelina escribió:hola, que bien llevas tu legacy, me encanta la forma de ser de dyanne...que bueno estuvo el capitulo especial, era aun mas adorable cuando pequeña de lo que es de grande
Hola! Me alegro mucho de que te guste ^w^ Dyanne es realmente adorable, exagerada a más no poder, eso si xDD
Bueno, al fin tras dos días traigo el siguiente capítulo. Este tómese con precaución y tengan a mano sus dosis de insulina. Tendrá dos o tres veces más cantidad de Exageración Marca Dyanne S. L. y un azúcar en dosis mortal xDD
Capítulo IV: ¿Y ahora qué…?El día siguiente fue largo y tortuoso. Indiferentemente de los tormentos de mi alma, también me asolaron grandes problemas domésticos como no ser capaz de hacer un desayuno no carbonizado o una lavadora rota.
Así fue que se me hizo una auténtica eternidad antes de que llegase la tarde. Fue cuando lavaba los platos de mi también quemado almuerzo (Sigo preguntándome como pueden quemarse de esa manera unos inofensivos macarrones con queso) cuando comenzó a sonar mi móvil con un número desconocido.
Tras unos segundos de pensármelo, descolgué el móvil no sin algo de esfuerzo por eso de que las nuevas tecnologías y yo no casamos demasiado. Seguiría con mi móvil viejo de no ser porque la compañía de Twinbrook regalaba este…
-¿Diga?
Escuché como alguien se aclaraba la voz.
-¿Señorita Blythe?
-Si, soy yo.
-Mire, le llamo de la editorial Dante. Tras pasar sus libros por varios editores, hemos decidido publicarlo finalmente si usted nos da su consentimiento.
-¿Cómo?
-Le proponemos, señorita, publicar sus dos obras. Queremos además tenerla en nuestro equipo de escritores, con un contrato de un libro cada cierto tiempo si le parece bien. Todo con contrato, obviamente.
-¿En serio? ¿Esto no es ninguna cruel broma?
-¿Eh? Claro que no, señorita. ¿Podría venir a la editorial esta tarde sobre las seis y media para firmar el contrato?
-¡Claro! ¡Claro que sí!
Así pasó el resto de mi día. De un sitio a otro, con interminables esperas y largos contratos que me pedían que leyese por si no estaba conforme. Bueno, no me lo pedían, pero yo sabía que si no lo hacía probablemente habría algún problema más tarde. El editor era un hombre amable aunque de expresión severa que nada más firmar el contrato hizo su primer pedido. Decía que el terror vendía últimamente y que necesitaban una fresca novela de terror. En el lúgubre lugar donde residía, eso no era difícil. Así nació “La Noche de los Calambres Asesinos”.
Lo bueno es que entre tanto traqueteo, cuando llegué a casa dormí profundamente y nada más despertarme pude ponerme a escribir para olvidar todo lo que venía esa misma tarde. Mis nervios aumentaban a cada segundo y no era para menos. Esa misma tarde debía ir a casa de Dallas y una vez allí arreglar todo el malentendido. Seguía con esa extraña sensación de deja vú sobre esta situación. Sin embargo, no recordaba ningún malentendido de este calibre ni nada similar a esto.
No había siquiera almorzado cuando dieron las cinco y media y me puse en marcha hacia casa de Dallas. Sentía que mi corazón iba explotar dentro de mi pecho y tuve la tentación de ir a casa de Sodapop y atrincherarme allí cuando pasé por delante de esta. Me asustaba un poco la idea de lo que podía pasar una vez allí. ¿Y si me gritaba? ¿O si directamente no me abría la puerta?
Aún así, supe que no había vuelta atrás cuando subí a la plataforma y llamé a la puerta. Escuché desde dentro, como el primer día, la voz ronca de Dallas acompañada por un repiqueteo de gotas de agua contra la mampara de la ducha.
-¡Johnny, mueve tu maldito culo y ve a ver quién es!
Unos pasos se adelantaron hasta la puerta, pero esta no se abrió. Por otro lado, escuché la voz suave de John gritarle a Dallas que la visita era para él. Tras unas maldiciones y juramentos que me niego a escribir aquí, la puerta finalmente se abrió dejando ver a un Dallas aún a medio vestir con rostro malhumorado.
-Tú… -su voz sonó algo sea para lo que fue la tosca amabilidad de su inicio- ¿Qué quieres?
-Yo, esto… Quería… Ay, Dios… -otra vez mi gesto infantil que siempre supe que siempre me acompañaría- No sé ni que decir…
Se cruzó de brazos y tuve que mirar hacia otro lado. Por no llevar no llevaba ni zapatos, solo lo que parecía ropa interior masculina. Era muy incómodo y su frialdad me estaba consumiendo. Pero… ¿Por qué? Tan solo lo había conocido semanas antes…
-Yo… Siento la confusión del otro día… Entendí mal las cosas y metí la pata, para variar…
-¡Oye! –la voz de John llegó desde la puerta- Será mejor que paséis, que va a llover en breve.
Tras poner los ojos en blanco en signo de resignación, Dallas me invitó a pasar dentro. Como el primer día, John estaba tumbado leyendo y Dallas pasó delante de mi casi como guía. John tenía razón. En pocos segundos comenzó a llover fuertemente.
-Bueno… Dallas… -mi voz volvió a temblar y mis ojos comenzaron a aguarse de nuevo- Lo siento… De veras que lo siento… ¿Me perdonas?
-¿Hablaste con Soda, verdad?
Asentí lentamente, volviendo mi vista al suelo. De nuevo, ese sentimiento apabullante volvió. Como un golpe, solo pude tratar de mantenerme enderezada pese a la dureza de las circunstancias.
-Me avisó de que vendrías para que no se me ocurriera salir. Pensaba ignorarlo, pero… Por alguna razón no he sido capaz…
-Pero… ¿Me perdonas? –seguí preguntando.
Años más tarde agradecí que John fuese un chico callado y tranquilo, porque descubrí que es tremendamente común que en momentos como este los amigos de un chico dijesen toda clase de barbaridades respecto a ellos.
-Mira, Dyanne, no es cosa de perdonarte o no. La confusión no es lo que me ha molestado, son otras cosas.
-Pero es que… Necesito oírte decir que me perdonas… -noté una pequeña lágrima escurrirse por mi pecosa mejilla.
-Oye, ¡pero no llores! –de nuevo, todo se me hizo muy conocido… ¿Por qué?- Ha sido una tontería, ¿va? Joder, no te entiendo, tampoco es para ponerse así…
-Es que… Es que… -me llevé una mano al pecho, como tratando de parar el flujo de sentimientos conocidos y desconocidos- No puedo aguantar la idea de que estás enfadado conmigo… -levanté la vista, viendo sus ojos de blanquecino verde. Su mirada extrañada volvió a traerme de vuelta ese sentimiento.
Y, entonces, sin poder evitarlo…
-Oye, Dally… Si quieres me voy mejor… -murmuró John mientras empezaba a levantarse.
-¿Eh? ¿Qué…?
Hasta ese momento no me di cuenta de que había hecho. La furia hormonal adolescente ya quedaba lejos como escusa para mis acciones. Simplemente me quedé estática como un palo, notando el creciente calor de mis mejillas.
-Yo… Yo… Esto…
Me giré bruscamente y decidí irme por donde había venido, no sin antes murmurar un “lo siento”. Completamente en vano, Dallas trató de detenerme. Pero no era posible, la vergüenza por un acto tan sumamente atrevido empañaba mi alma y hacía que mis oídos solo escuchasen las risas de los fantasmas invisibles de mi propia vergüenza.
Fueron otros dos días largos que pasé encerrada en casa. Sodapop trató de llamarme en varias ocasiones, en las que simplemente dejé el teléfono sonando en la cama. Era una situación tan vergonzosa que no me atreví siquiera a hacer las compras pertinentes y necesarias, quedándome así casi sin las provisiones del mes que ya estaba acabando. Los últimos días solo pude comer sándwiches que por otro lado al no necesitar de fuego al menos no se quemaban.
Después siempre me dedicaba a escribir la de pronto trágica historia de terror “La Noche de los Calambres Asesinos”. Un joven llamado Alejandro, movido por la desaparición repentina de su madre Elvira, emprendía un viaje a un pequeño pueblo desértico donde decían que se avistaban extraños sucesos. Buscando a su madre, el pobre Alejandro viviría mil y una peripecias hasta enfrentarse a unos espíritus malvados que residían en el pueblo causando una fatídica noche al año una serie de mortales calambres que mataban sus víctimas por agotamiento.
Hubiera terminado la historia en poco tiempo de no ser porque, de nuevo, mi ordenador recibió un cortocircuito. Debía ser la humedad del ambiente. Por suerte, había aprendido a hacer arreglos sencillos y obviamente necesarios para un ordenador tan irritante.
Fue cuando estaba arreglando del ordenador cuando oí como llamaban a la puerta. Supuse que era Sodapop, así que traté de ignorarlo y seguir a lo mío. Sin embargo, la insistencia fue tal que tuve que ponerme mi estropeada camisa y mi vieja falda de tirante solo para salir a recibirlo. Asomé primero la cabeza, luego me escondí y volví a cerrar la puerta de un portazo.
No, no era Sodapop el que me esperaba fuera. Con el pelo engreñado por la humedad del ambiente, fuera estaba el causante pasivo de toda mi vergüenza y desgracia personal.
Pensé en esconderme y no abrir, pero luego vi que tontería estaba pensando, al darme cuenta de que por mucho que me escondiera, podría vérseme fácilmente por la puerta trasera y sobre todo entrar por ella ya que la cerradura estaba rota. Tome aire y decidí salir de la casa tanto como mantener la compostura. Difícilmente podía conseguir eso, ya que notaba que mi rostro, por el calor, no era mucho más pálido que mi cabello.
De todas formas, mis preocupaciones por lo que fuera o no a decir Dallas fueron cuanto menos una tontería. No por nada, sino porque no empezó precisamente hablando…
Mis ojos se abrieron profundamente al notar los labios de Dallas sobre los míos en un beso bastante más profundo y experto que el que yo misma pude dar el día anterior. Supongo que él no tendría mi falta obvia de experiencia.
Cuando se separó, me dejó en la boca un sabor amargo que aunque se me hacía conocido, no llegaba en ningún momento a localizar del todo. Dallas me miró a los ojos y yo tuve que apartarlos rápidamente antes de desmayarme de la situación tan extraña que estaba viviendo.
-Oye, Dyanne –intentaba que lo mirase, pero era en vano. Yo no quería-. Mira, a ver como coño te digo eso…
-Podrías empezar siendo un poco menos brusco y rudo, tal vez –repliqué.
-Tu carácter no es que me ayude precisamente a ser suave, ¿eh? –suspiró casi resignado- Llevo contando con hoy tres días tratando de verte para pedirte algo.
-¿El qué?
-Mira, Dyanne…
Noté su mano posarse en la mía con una amabilidad nunca antes vista en un tipo como Dallas. Esa mano cálida y pálida, llena de marcas de durezas por el trabajo, se aferró a la mía firmemente pero con una tosca suavidad a la vez.
-Tengo que reconocer que no soy un tipo legal. Mi trabajo consiste en poco más que robar coches para venderlos como chatarra o atracar algunas gasolineras fuera de la ciudad y te mentiría si te dijese que nunca he estado en la cárcel. Soy un delincuente que no merece la pena ni como pareja ni como persona. Pero, desde hace años… Desde hace muchos años llevo buscando esto –su mano se apretó más alrededor de la mía-. Dyanne, tú me hacer querer ser mejor. Pienso dejarlo todo. No volveré a robar. Pero, por favor…
-Dame una oportunidad contigo, solo una, muñeca.
(Se ve un cambio extraño en el peinado de Dally. Eso es porque hubo un bug muy raro y se le cambió el peinado por uno muy corto, así que tuve que transladarlo para cambiarle el peinado y cuando creía que estaba bien puesto, se había puesto el de al lado xDDD)