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Viento Iracundo - TERMINADA

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Viento Iracundo - TERMINADA

Notapor c-sar » 06 Dic 2009, 01:35


Traigo mi historia a Capitalsims :D A ver qué opinan de ella. Dejaré el avance y enseguida el capítulo uno, espero que me digan qué les parece :wink:

Viento Iracundo

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Venganza, resentimiento, olvido… ¿Son el oscuro camino que se desvía de la nívea senda de la verdad? ¿O es la verdad que busca justicia sin cavilar en costos?
Arturo intentará por todos los medios de salir de aquel abismo en el que se encuentra suspendido. La crítica situación económica en la que se ve inmerso no le deja más camino que llegar a la ciudad a casa de sus familiares más cercanos a estudiar para poder mantener la familia que esta poco a poco desmoronándose. Aquella vida que llevaban en la residencia donde fue a parar era pomposa, despampanante, ajena a todo lo que él conocía hasta ese entonces, pero algo encontró en ella que poco o nada le agradó, frialdad que cubría hasta el más recóndito lugar de la enorme casona. Nunca había tenido conocimiento de las actitudes de sus tíos, eran más bien ignotos para él: y él era el más conocido remordimiento que llevaban dentro…
En esta travesía, Arturo encuentra compañía en una sirvienta de aquel lugar, Esmeralda, quien, como todos dentro de la mansión, sabían parte de lo que la familia ocultaba para el joven. Los misterios se revelan poco a poco para la conciencia de él y hasta que, de una vez, una verdad que atormenta casi milenariamente a estas personas lo deja atónito, tanto hasta el punto de que la realidad que sus ojos veían esclarecidamente se nubla y lo deja prisionero de sus más arrebatados sentidos: todo aquello que consideraba como lo querido, como amado, como confidente, ahora sería quebrantado; había comenzado la venganza más temible y jamás pensada que amenaza hasta su propia integridad, como aquel viento iracundo que sintió el día de su partida…

Viento Iracundo
Capítulo 1: Ráfaga


El viento generalmente se asocia a la furia. Aquellos días pacíficos y de tenue clima siempre carecen de viento, ya que si no, el día ya no sería afable, se volvería iracundo. Iracundo como la venganza, como el recelo, como las más arrebatadas sensaciones. Como la emoción de la que jamás podrás redimirte…
-¿Estás seguro de hacer esto? No necesitas irte, no nos abandones…
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-Es necesario –dijo, seguro- Por tu bien, el de mi padre y el de la familia entera. Lo he decidido para salir ya de esta situación, merecemos algo mejor. Por ti haría lo que sea, lo que sea.
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-¡Por favor, no! –imploraba- ¡No sigas al viento, Arturo, lucha contra él!
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-¿Madre? ¿Sigues ahí? ¡Madre! –gritaba desesperado
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-Joven, despierte –sonríe el taxista- Ya casi llegamos
-Oh, ¡vaya!... me dormí por un momento
-Así me di cuenta. Y parecía tener pesadillas –dijo, curioso-
-Parece –se sonroja-
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La mañana estaba gélida, mas grácil a la vez pese a los vientos que azotaban el valle. Los árboles pasaban junto al automóvil invitándolo a quedarse junto a sus enmarañadas ramas, que varias veces tocaron fuertemente los vidrios del coche. El taxista conducía plácidamente, al parecer sin apuro alguno. En tanto, Arturo se veía algo más tenso, quizás recordando viejas memorias y nuevos pronósticos que avecinaban su endeble futuro.
-¡Qué bello lugar que es Riverview! No se va a arrepentir de venir acá, es mucho más alegre que donde vivía antiguamente
-Ya veo. Pero tampoco es tan lejos, es una hora de distancia… y cómo cambia el entorno –afirma Arturo- Todo está tan vivo, tan habitado…
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-Y eso es porque no conoce la gran ciudad. Muchacho, ¡ese es un caos!
Arturo intenta parecer sorprendido.
-Perdone que le pregunte… ¿Estará mucho tiempo aquí?
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-Planeo estarlo –dice- Voy a estudiar por un tiempo aquí, para obtener mi título y trabajar… Me quedaré en casa de unos tíos
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-Qué considerados que deben ser sus tíos al ayudarlo
Ciertamente, Arturo no conocía a sus tíos. Esta sería la primera vez que los vería, luego de 20 años que ya tenía. Parecía raro que fuese a vivir con completos extraños, pero su padre llamó a la casa de su hermano para pedirle ese favor en cuanto Arturo obtuvo una beca por calificaciones, y así, su hijo podría seguir sus sueños. De otra manera, sería imposible, ya que vivía lejos de una universidad, y el dinero de la familia no daba para estudios superiores.
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-Ya casi llegamos. A la vuelta llegaremos a la casona Espina
El joven pensó un momento. ¿Casona? Él creía que sus tíos vivían como él y sus padres, en una casa mediana. Entonces ¿A qué se refería el conductor con esto?
-Ya está –ríe el taxista- Llegamos a su destino.
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Perdió la visión en la inmensidad. Una casa enorme, con un aire frío pero sin carecer de un lujo y boato al que él no estaba acostumbrado, captaba su mirada. Enormes escaleras de fierro se alzaban junto a los prados de un verde cansado y deprimido, desprovistos de la firmeza y sinuosidad del césped bien cuidado. Las ventanas dejaban entrar solo poca luz hacia la casa, que se veía lóbrega ante la presencia del armonioso Riverview.
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-Qué grande –susurró, sorprendido-
-Ya ve usted –sonríe- Es enorme.
Arturo se despide de quien fue su compañero en este viaje, y decide subir uno a uno los escalones de la oscura escalinata. Apoyándose en el barandal, contempla el entorno del que sería su nuevo hogar… desprendía cierta oscuridad, pero el lujo era incomparable.
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Llega hasta la puerta, y se decide a tocar el timbre. En cuanto lo hizo, un sonido extraño llamó para que abrieran la puerta. Pocos minutos después, aparece alguien que atiende al llamado.
-Buenos Días –dice Arturo-
-Buenos Días… un momento ¿Señor Arturo?¿Es usted?
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-Sí, el mismo –extrañado ante tal recibimiento-
-¡Vaya! Por favor, pase, me habían mencionado que llegaría el día de hoy.
Quien fue a recibirlo era una muchacha de mediana edad, quizás tan joven como él, con una cabellera negra y brillante color azabache. Sus ojos resplandecían como dos gemas, y su rostro parecía guardar la juventud de las musas y deidades que jamás morían. Él, por su parte, no olvidaría nunca este primer avistamiento. Nunca…
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-Bien, en estos momentos no se encuentran los señores, temo decir… lo mismo digo de su prima, la señorita salió temprano a comprar víveres para el almuerzo –sonríe- Quería prepararle algo especial, Señor.
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-No te preocupes, puedo esperar. Además, creo que se adelantó mi llegada, pensé que demoraría más recorriendo en el coche
-Entiendo –señala la muchacha- Pues si gusta, puedo enseñarle su habitación, mientras tanto
-Eso estaría bien –le contesta Arturo-
-Bien, acompáñeme
Arturo sigue a la joven de peculiar uniforme, y cruza junto a ella un imponente salón de tonalidades verdosas. Suben una escalera de madera tallada, y pronto llegan a una puerta en cuyo interior se encontraría la habitación del joven.
-Aquí es –le muestra- Cualquier cosa que necesite, no dude en acudir a mí
-¿Y cuál es tu nombre? –le pregunta él, intrigado-
-¡Qué torpe! –se sonroja- Me llamo Esmeralda
-Un gusto conocerte, Esmeralda.
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La muchacha le sonríe.
-Me retiro. Ordene sus cosas y póngase cómodo, ya estamos a punto de almorzar.
Entró en el cuarto, y estaba lejos de ser tan cálido como el que tenía en su antigua morada. Sin embargo, tenía muebles tan bellos, que pensó que de a poco conseguiría adaptarse a su nueva residencia. Desempacó sus cosas, y comenzó a registrar la habitación.
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No hubo lugar en el que no revisara, con el fin de saber y conocer exactamente el lugar donde viviría, por lo menos unos años.
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En un momento, se le ocurrió salir de la alcoba y contemplar todo lo que era el corredor. Había divisado una enorme biblioteca en aquel lugar que le había llamado muchísimo la atención por tal cantidad de libros que poseía. Es entonces, que no demoró en abrir la puerta con mucho cuidado, de la manera en que solo un extraño podría hacerlo en casa ajena, y caminó, sigilosamente, a través del corredor.
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La casa era extraña, cada vez se convencía más de ello. Pero un aire interesante bañaba el sitio y cubría toda la curiosidad que Arturo tenía del lugar. Recordaba esos juegos de niños; era una búsqueda, como encontrar el tesoro, el mismo que escondían sus padres para hacer de la tarde de estos pequeños fuera menos tediosa. Podían esconder cualquier cosa, un papel, una moneda, un caramelo, daba igual. No obstante, ahora no sabía qué era lo que buscaba. Solo lo hacía por instinto, o quizás no... sabía en el fondo que algo se le escondía, y poco a poco, descubriría, paradójicamente, que jamás debió descubrirlo.
Pronto y sin traspié, revisa la biblioteca, e intenta tomar un libro.
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Mas…
-¿Primo? ¡Eres tú!
Arturo no se da cuenta cuando el libro ya estaba guardado ante tal presión
-¡Vaya, Arturo! Creo que nos hemos visto una vez… ¿no? Porque de veras que no me acordaba de ti
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-Un gusto verte, Estela
-El gusto es mío, por fin esta casa se va a alejar del mundo aburrido al que está acostumbrada –ríe-
-Pues me imagino –ríe, falsamente, Arturo-
Estela era bastante gentil y cordial, pensó. Quizás la personalidad de Estela era tan deslumbrante al lado de la suya, que parecía uno más del montón.
-No puedo creer realmente que vengas a vivir con nosotros, hasta me parece raro
-Dímelo a mí
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-Pero no dudes en que lo vas a pasar genial. No será una gran metrópolis, pero Riverview tiene mucho que ofrecer en comparación a tu casa en los prados
-Es lo que pensaba –contesta, y luego pregunta- ¿Estudias?
-Sí, Música. A ver si consigo ser algún día una estrella de Rock –ríe- ¿Tú qué te planteas estudiar?
-Ciencias. Creo que va conmigo
-Ya lo creo –ríe- Mmmm… creo que es hora que bajemos. Ya le dejé algunos víveres a Lucía y Esmeralda, y mis padres deben estar por llegar.
-Está bien, vamos –accede-
Bajan las escaleras, y llegan al comedor por un pasillo largo, que finalmente, conducía a la cocina de la casa.
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-Asiento, Arturo. Ya servirán la comida, debes tener hambre.
-Los Señores vienen en camino –interrumpe Esmeralda- Dijeron que en cinco minutos ya estarían aquí.
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-Gracias por avisar, Esmeralda, ya puedes servir. Lucía, por favor, recibe a mis padres en cuanto lleguen
-Como diga, señorita
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Esmeralda estaba a punto de servir ya, cuando suena el timbre con la extraña melodía que Arturo ya había oído.
-Deben ser ellos –exclamó-
Lucía, la otra empleada del hogar, caminó rápidamente para abrirle a los señores de la casa. En cuanto la puerta rechinó al abrirse, dejó caer un buenos días. No obstante, ellos no respondieron y solo avanzaron hacia el comedor.
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Se escuchaban sus pasos, como una marcha, perfectamente coordinados. Ambos atravesaron el arco que separaba el comedor del corredor, y tanto Estela como Arturo les saludan
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-Padre, Madre, ya llegó Arturo
-Buen día –les dice, intentando ser cálido-
Ellos no responden. Parecía extraño, porque lo contemplaron pasmados, sin articular palabra alguna de saludo o cordialidad. El viento se oía sonar fuera de la casa golpeando el tejado, y ni con aquellos ruidos, saludaron al recién llegado. Era un segundo. Un instante eterno en donde todo lo predestinado por las cartas sería arrojado…
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Re: Viento Iracundo

Notapor eliana » 07 Dic 2009, 13:47

Holis c_sar =D> ¡que bueno que traes tu historia tambien aqui!... ahora podré seguirla, la habia abandonado porque en el otro foro me demoraba mucho en cargarla... pero seguro aqui la siguo hasta el final ... ^Por cierto bienvenido :mrgreen:

Chicos creanme esta historia esta genial :mrgreen:
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Re: Viento Iracundo

Notapor c-sar » 07 Dic 2009, 16:24

Eliana :D me alegro que la leas, traigo el capítulo 2 ahora mismo, la lentitud de carga es por el tamaño de las imágenes pero desde este capítulo son más pequeñas... y gracias por comentar :mrgreen:


Capítulo 2: Huellas en la madrugada


-Descuida –decía Estela- Mis padres no son como te los pintas. Ni idea qué ocurrió con ellos en el almuerzo, seguramente estaban cansados y no querían vida social, ya sabes…
-Puede ser –se muestra pensativo- Solo que…
-¿Qué? –parece intrigada-
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-Esperaba un recibimiento más cálido de su parte, después de todo, vengo a vivir por un periodo muy largo de tiempo
-Hablaré con ellos, pero que no te extrañe lo reservados que son
-¿Son siempre así, Estela?
La muchacha, que estaba pintando en su caballete, guarda por unos instantes la palabra dejando en una especie de trance la conversación que mantenía con Arturo. Decide alzar la vista, poco a poco levantando la mirada al rostro de claros y profundos ojos de su primo, al que recientemente aprendía a conocer. Su mirada pedía respuestas, explicaciones y motivos a lo que Estela poco podía contestar. Mas siempre había sido sincera, y no dejaría de serlo.
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-No quiero engañarte, pero sí, suelen ser así. Debo decir que no son para nada expresivos, ni conmigo… que soy su hija…
-Vaya –se sorprende-
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-Pero es algo que no se puede cambiar de ellos y que se debe aceptar. ¿No crees?
Estela intentaba buscar acuerdo con el instinto indiscreto del joven. Ella creía que ante la llegada tan pronta de él, era algo apresurado discutir temas como la conducta tan enigmática que siempre habían sostenido sus padres, aquellos que jamás le entregaron lo que realmente pudo haber necesitado; amor.
Miraba su cuadro, con resignación. Nunca había sido una muchacha que se lamentara, y esta no sería la excepción a la regla. Lucharía por que nadie se diera cuenta de lo que le aquejaba dentro de su ser, y lo conseguiría, sin lugar a dudas. Decidida, valiente, fuerte… no había lugar para una Estela desganada, desvalida, abatida: debía seguir, seguir batallando contra los más opresores sentimientos. Y si sus padres y su frialdad eran un obstáculo, no vacilaría en intentar quitar el dolor que le causaba, no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer
En este intertanto, Arturo responde…
-Supongo que sí. La familia no se cambia –sonríe- Y no te preocupes, debo entender que ellos no llevan una vida muy sencilla
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-Para nada –confirma- Los empresarios no descansan
Mira con un rostro cálido, sin variación que delatara lo que pensaba y sentía en ese lapso.
-¿Sabes algo? –le pregunta Estela-
-No, dime –responde-
-Mañana deberíamos salir temprano, quiero que conozcas la ciudad y luego tu lugar de estudio ¿Te parece?
-Claro que sí –dice, contento-
-Pues entonces ya es hora de dormir –ríe- Recuerda, tu cuarto está al lado del mío, por si requieres de algo
-Gracias por todo, Estela
-No agradezcas, con el simple hecho de estar con nosotros en esta casa, que he de decir otra vez, destaca por el tedio, me conformo –sonríe-
Un buenas noches mutuo, gestos de un adiós y el golpe en la puerta marcaron una despedida que realmente no se podía considerar como tal. Mañana temprano saldrían juntos, y había mucho qué hacer antes de poder iniciar la vida de estudiante que Arturo tenía planeada, llena de paz, tranquilidad pero con el tedio que definió tan bien su prima. Una vida tranquila, mientras podía salir ya y terminar con una carrera, a fin de conseguir la tan añorada situación económica de ensueño, así como la de sus propios tíos.
La noche caía, espesa, y la niebla poco a poco fue penetrando el pueblo
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Ingresa al cuarto de baño, pensando, como siempre solía hacer cuando se encontraba solo. Cepilló sus dientes momentos previos de ir a dormir. Observó su aspecto, joven, lozano, lejos de marchitarse y con el vigor de un hombre de su edad. Baja la cabeza, y vuelve a contemplarse. En esta nueva observación ve algo que quizás no le agradaba como quisiera… ¿Qué mostraban sus ojos? ¿Su mirada? A través de ellos se podían observar emociones tan fuertes como el viento, viento que cantaba dentro de él y no era escuchado. Solo necesitaba el silencio para que pudiese oírlo, el que no debía llegar por ningún motivo, debido a que si llegase a presentarse, le daría las armas a la venganza para acabar con lo que ocasionaba la puñalada.
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Intenta dormir. Sin embargo, es una labor lejos de ser cotidiana, puesto que puede volverse toda una odisea para el individuo cuya puerta ha sido tocada por el insomnio. Muchas veces levantaba su cabeza, le costaba conciliar el sueño. Sus esfuerzos fueron casi en vano, cerraba los ojos pero ello no significaba que durmiera. Para nada.
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No obstante y ante la encrucijada del sueño, un enorme crujido se hizo partícipe de la noche entre las escaleras. Decidido y curioso, se dirige al pasillo que contenía la enorme biblioteca, probablemente eran ratas, o bien y en el peor de los casos, pensó, un ladrón.
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Entorpecido por el sueño, camina y pisa la alfombra castaña que yacía, como piel muerta, en el piso de madera de abeto. Dobló su rostro hacia un lado, dirigió su mirada, luego, hacia el otro. Pero no encontró nada… estaba seguro que algo había en el corredor que hizo que se levantara, estaba bien que su sueño se había tornado ligero esta noche, pero un ruido no era algo que se pudiese inventar, ¿no?
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Casi convencido que no habían sido más que ratas, vuelve a mirar hacia la puerta de su cuarto y camina sigilosamente. Mas algo que no se esperaba ocurrió. Las luces se apagaron, y todo se volvió oscuro. Más aún: el ruido se intensificó, se hizo poderoso, casi burlándose de que Arturo no podía descifrar su origen.
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Él supo que venía de la escalera que llevaba al piso superior, así que, sin espera, llega hasta allí y se encuentra con…
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La oscuridad que, pese a no esconder a ningún visitante, desprendía el terror y la melancolía que había notado en la casona Espina desde ayer, el primer día de que estaba viviendo en Riverview. Ante la negativa de no haber encontrado respuesta, fue entonces que regresó a su cuarto, intentando tranquilizarse y dejando de alborotar sus emociones, y se metió a la cama nuevamente
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-Dormiré esta vez –susurra- Muchas emociones juntas en un solo día…
El brillo nocturno poco a poco se desvanecía. Y con ello, el sor tomaba brillo fulgurante, despidiendo a las estrellas con el brillo del alba y separándose de la luna, astro cuyo destino era estar separado de la estrella que nos ilumina en el día a día.
Arturo se despertó más tarde de lo común, ello debido a su sueño ligero en medio de la madrugada. No tardó en asearse, vestirse y arreglarse, ya que se suponía que Estela debía estar esperándolo. Y en efecto, así era.
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Bajó las escaleras, atravesando nuevamente el cuarto que él llamaba “el cuarto verde”, por su tendencia al color de la madre naturaleza, que hacía de este recibidor un jardín interior dentro de la casona, jardín que por lo visto se marchitaba, pensó. Se dirige hacia el comedor, por medio del largo pasillo, y finalmente, se encuentra con Estela, quien estaba ya desayunando
-Vienes tarde –ríe- Ya casi nos vamos
-Lo sé –dice, preocupado- Lo que pasa es que ayer se me hizo difícil conciliar el sueño.
-¿Y eso? –miró, extrañada- ¿Te queda incómoda la habitación? Me imagino que es algo dificultoso el tener que dormir en una habitación que no era la tuya…
-Aparte de eso, digo yo
Esmeralda estaba, en aquel momento, sirviendo la comida. Lanzó una mirada de encanto a Arturo, de complicidad pese a que el tema que se trataba no tenía que ver con lo mismo. Es entonces que interviene, respetuosamente
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-¿Sintió ruidos, joven?
-Sí, Esmeralda, ¿cómo lo supiste?
-Lo que pasa es que es común en esta casa, ya sabe, con lo vieja que es la madera cruje siempre. ¿No habrá sido eso?
-Esmeralda tiene razón, Arturo, me suena a crujidos de madera
-Pues no lo sé, ya que… fueron muy fuertes, como pisadas… -dice, pensativo-
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-Descuida, primo, lo que pasa es que no estás acostumbrado a dormir aquí, siempre se escuchan ese tipo de ruidos. Verdad, chicas –se dirige a Esmeralda y Lucía-
-Claro señorita –dice sola, Esmeralda-
Lucía estaba medio nerviosa ante la pregunta de Estela. Se paseaba de un lado a otro, como delatándose por alguna razón que desconocemos. Intentó tomar una taza de café, pero su mano, vacilante, le podría jugar una mala pasada.
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En tanto, en el comedor
-¿Mis padres se fueron, no Esmeralda?
-Muy temprano, señorita Estela. Hoy la señora Alexandra y el señor Armando tenían asuntos que atender en la compañía
-Ya veo… para variar, no llegarán hasta la noche. Pero qué más da, nosotros saldremos también –mira a Arturo-
-Pues sí –le sonríe-
-¿Vendrán a cenar, no es así? –pregunta Esmeralda-
-Claro –responde Estela- Me gustaría que hicieran algo especial, a ver si por fin mis padres y nosotros comemos en paz.
-Seguro que sí, señorita
-Pues entonces hay que comprar cosas para la cena… ¡Lucía, puedes venir por favor! –le llama-
Lucía aún estaba algo alterada, y su estado se dejaba ver en su forma de hablar aquel día.
-Lucía, quería encargarte que compraras víveres –la observa detenidamente- ¿Te ocurre algo?
Tarda en responder
-Pues… nada señorita Estela, no imagine cosas –le muestra una sonrisa falsa-
-Te veo rara. ¿No estarás cansada?
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-Puede ser –miraba, preocupada-
-Entonces ve a recostarte un rato… perdona Esmeralda, pero te va a tocar encargarte de la cena –se muestra con resignación-
-No se preocupe, que yo me encargo –sonríe-
-Muchísimas gracias, realmente.
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Arturo observaba a Lucía… se veía pálida, cansada, casi neurótica. No parecía normal, y se sentía curioso de saberlo, ya que en cuanto se pronunció el tema del sueño y su insomnio en el caso del joven, ella se alteró considerablemente, y Arturo, a diferencia de Esmeralda y Estela, sí se dio cuenta.
-Mis perdones, señorita Estela, pero veo que realmente necesito un descanso… y lo siento Esmeralda, te dejé todo a ti –ríe-
-No te preocupes –dicen a coro- Descansa y reponte, que se te necesita –agrega Estela-
-Gracias –se retira-
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Arturo escucha que Lucía bajaba por la escalera pequeña que estaba junto al cuarto de comedor. Sentía sus pasos, uno a uno, atravesando el corredor y abriendo una puerta. Por lo que podía deducir, ahí se encontraban los cuartos de ella y Esmeralda. Mas algo no terminaba de cuadrarle…
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-Bien Arturo, nos vamos
-Está bien –dice, súbitamente, luego de estar pensativo-
-Vamos en coche, ¿te parece?
-Como desees –le mira sin tomar decisión-
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Caminaron por el pasillo. Y Arturo dirigió la mirada hacia esa especie de sótano, por donde bajó Lucía… no sentía un ambiente pesado, solo veía una escalera. Lo que sí tenía en mente era descubrir que había pasado realmente con Lucía, le pareció tan extraño su comportamiento y creyó, de todas maneras, que algo le sucedía. Debía descubrir este enigma, del cual no tenía conocimiento. Mas pronto entendería que era una cadena que llevaba de lo más pequeño a lo más impensado, y eventos como este serían la llave al colofón que no tardaba en llegar.

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Última edición por c-sar el 08 Dic 2009, 14:44, editado 1 vez en total
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Re: Viento Iracundo

Notapor AlphaSonic » 08 Dic 2009, 13:42

Que yuyu dan esos padres xD.

Bravo por la historia =D> =D> =D>
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Re: Viento Iracundo

Notapor eliana » 10 Dic 2009, 13:36

=D> Jo la verdad es que ya me habia olvidado muchas cosas :mrgreen:
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Re: Viento Iracundo

Notapor c-sar » 14 Dic 2009, 18:37

Muchas gracias por leerla y por sus comentarios, traigo el nuevo capítulo :mrgreen:


Capítulo 3: Tormenta



El día estaba agradable, con una temperatura lejos de ser calurosa ni demasiado helada, ideal para salir de casa solo para divertirse bajo el templado Sol. El viento corría en dirección opuesta al automóvil, queriendo frenar el avance del vehículo por la angosta carretera que conectaba la casa, bastante alejada del centro de Riverview, y la ciudad propiamente tal.
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El camino lleno de árboles era el escenario típico del nuevo lugar donde Arturo viviría. Ya se había dado cuenta de ello cuando llegó, mas pudo contemplar más a fondo el espacio urbano ahora que Estela lo llevaba por la ciudad. Sí, era cierto, quedaban vestigios de vida rural en Riverview, pero ni comparado al ambiente donde vivía antiguamente que poco conocía de civilización. No es algo que le quitara el sueño al muchacho, solo atraía su atención, y mostraba quizás el inicio de una nueva realidad que podía postrar el mundo a sus pies.
-¿Qué te parece la ciudad? –le pregunta Estela, mientras conducía-
-Muy bonita, la verdad. Se ve muy apacible –responde-
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-Me alegra que te agrade. He vivido aquí toda una vida, debo admitir que mis deseos son dejarla –ríe- Pero aún no, creo que soy feliz donde nací
-Ya veo –mira los alrededores-
-Primero iremos a conocer el lugar donde estudiarás, creo que es un laboratorio, ¿no?
-Sí, bastante famoso por lo demás, se instaló en la ciudad por diversas investigaciones para realizarse en las minas que se han encontrado. Además, me han dicho que es cede de estudios universitarios, así que solo me toca aprovechar la oportunidad –sonríe-
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-Claro –muestra aprobación con el rostro- Yo, por mi parte, estudio en el teatro de la ciudad, si quieres lo vamos a conocer más tarde ¿te parece?
-Me encantaría
-Pues bien, hay que apurarse, el día es corto para todo lo que debemos hacer
Arturo deja salir una leve risa. En tanto, Estela conducía velozmente su automóvil lila, cruzando el corazón de Riverview delimitado por los brazos del poderoso río. Sus claras aguas dejaban a la vista enormes cardúmenes, llenos de colores como el anaranjado o marrón que contrastaban con el potente azul oscuro que teñía las aguas
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-¿Recuerdas dónde está el laboratorio? –dice Estela, casi avergonzada- Es que creo que lo pasamos
-Tengo la dirección, espera
Y así era. Volvieron a cruzar nuevamente el puente, ya que el centro de investigación se encontraba en la calle perpendicular a la avenida que atravesaba el río
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En poco andar, ya se encontraron ante un despampanante edificio, jamás visto antes por Arturo. Enorme, majestuoso, colosal; atraía toda la mirada de un joven que desconocía de mundo, cuyo conocimiento de las ciencias solo lo veía en libros y no en experimentos. Las maestras contaban a modo de epopeyas los logros de la ciencia y cómo se realizaban los trabajos científicos, sin embargo, él jamás creyó estar en la realidad que parecía tan idílica y alejada a lo que conocía.
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-Veo que te ha impresionado –sonríe-
-Y bastante –responde Arturo-
-¿Demorarás mucho?
-Creo que sí… pero si gustas, puedes ir a hacer otras cosas mientras estoy aquí.
-Está bien… ¿Qué te parece si nos encontramos en el parque central en un rato más? –propone Estela-
-No sé dónde está eso –ríe-
-Pues mira, la calle del puente… ¿la recuerdas?
-Claro –responde-
-Camina derecho, siguiendo esa calle. Y ya llegarás. Si estás aburrido, hay librería, tiendas varias, ¡hasta un spa! –ríe a carcajadas-
-Gracias por el dato –sonríe- ¡Nos vemos!
-¡Adiós, primo!
Estela vio como Arturo ingresó a la fábrica de sus sueños, pensó así del laboratorio en el que estudiaría su primo. E inmediatamente y sin esperar más tiempo, conduce nuevamente al centro de la ciudad.
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Tenía algunos pendientes que hacer, si bien no eran de carácter urgente, convenía hacerlos en el rato libre que tendría por esperar a Arturo. En ese intervalo de trámites, se mostraba algo pensativa, seguramente por la cantidad de asuntos que debía resolver en el teatro, aunque también por todos los eventos que se habían suscitado en el hogar.
Conducía casi espontáneamente y sin mayor atención, lo hacía casi por inercia. Llega hasta el teatro de Riverview, pero, antes de entrar, divisa a un muchacho de su edad que se dirigía hasta ella. Era alto, de tez pálida casi exagerada, y ojos de color llamativo a la vista.
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-Disculpa –le habla- Perdona que te moleste, pero necesito saber dónde está el cementerio
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-Descuida –muestra una sonrisa- Iba rumbo al teatro, pero eso puede esperar
-Gracias
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-Mira –indicándole- Debes seguir derecho por el parque y ya llegarás
-Pero ya he recorrido todo el lugar y no he encontrado nada –dice, confundido- Es que no soy de aquí, y la verdad que me he perdido porque he andado toda la mañana en la busca de ese dichoso cementerio –muestra preocupación-
Estela se decide a ayudar
-Está bien, yo te llevo, creo que estás algo preocupado…
-¿Lo harías por mí? –sonríe-
-Claro, que me sienta bien una buena obra en la mañana –ríe- Ven, vamos a mi coche
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Caminan a paso tranquilo en dirección al automóvil, ya que, ante la cara de preocupación del joven, Estela debía ayudar sin rechinar dientes; siempre había sido solidaria, era algo no heredable según comentarios de la gente, puesto que sus padres se alejaban de la obra benéfica totalmente.
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Ni cinco minutos le tomó llegar hasta el recinto, y el muchacho mostraba una cara de agradecimiento que valía tanto como el dinero recibido de un pasajero, en el caso de un taxista.
-Gracias, de veras, no sabes cómo te lo agradezco, gente así no se ve en todos los días –agradece, rozando con las hipérboles-
-No exageres –se sonroja-
-¿No quieres venir?
-¿Yo? –mira extrañada-
-Claro, por qué no… Después de todo, me gustaría que me acompañaras
-Está bien… supongo que aprovecho de ver a mi abuelo, que tan abandonado le tienen –suspira-
La muchacha parecía extrañada ante tal confianza de un completo extraño, conocido hace escasos minutos. Nunca acostumbraba ser descortés, pero si no fuese por el hecho de una visita a la lápida del Señor Espina, no se habría bajado del automóvil; todo sonaba demasiado extraño…
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Arturo, en tanto, ya había salido del laboratorio, y tenía clases mañana por la mañana temprano. No demoró mucho en llegar hasta el parque donde se encontraría con Estela. Miró por todos lados, se sentó en una banca a la orilla, pero ella no llegaba. Entonces se dispuso a recorrer, y con dirección recta, caminaba viendo los árboles, los edificios pueblerinos, las tiendas, y sentía el leve viento que se levantaba, llevando consigo semillas diminutas en signo de primavera.
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Pues parecía extraño, muy extraño, creía Estela. El cementerio, como siempre, bastante agradable, lejos de ser terrorífico como los de otras ciudades. Pero ¿Qué era lo extraño, entonces?... Era el hecho que este joven la invitara a contemplar la lápida que buscaba, siendo que la muchacha era una persona más dentro del tumulto, del cual la eligió para que le indicara el lugar exacto del cementerio.
-¿Era tu padre? –intenta hacer el momento más grato, le parecía casi desagradable-
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-Sí, falleció hace años ya –responde-
La lápida era bastante vieja, llena de polvo y con ciertas huellas que hacían evidente el paso del tiempo. En ella, se veían solo las iniciales J.I.V.C., y justo más debajo de estas se veía una frase: “descanse en paz”. No había nada más que delatara información del misterioso visitante que pidió la ayuda de Estela.
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-Lo siento mucho –responde-
-No te preocupes
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En un momento, Estela escuchó un grito que la asustó de sobremanera, pese a lo familiar que le sonaba. Era Arturo, quien, caminando plácidamente, había dado con el paradero de su perdida prima.
-¡Arturo! –gritaba- ¡No me asustes así! –pierde la vista de la escena anterior y la fija a la entrada-
El joven corre hasta ella
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-¿Qué haces aquí? Pensé que nos reuniríamos en el parque
-Pues sí, pero resulta que este joven de aquí atrás me pidió ayuda y…
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-Un momento –interrumpe- ¿De quién hablas?
-Del muchacho que traje hasta acá –mira, convencida-
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-Yo no veo a nadie
Estela mira hacia atrás, y queda helada al no ver a nadie… una brisa revelaba que ya se había ido…
-¡Pero cómo! ¡Estaba aquí hace un momento!
-No te alteres, tranquilízate –intenta calmarla- Seguramente tenía pendientes y no alcanzó a decirte que se iba, ya sabes que la gente aquí tiene un estilo de vida muy rápido
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-Arturo, pero es que… estoy segura que lo vi –se asusta-
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-No te lo discuto, solo que ahora no está… como te digo, debe haberse ido y no le dio el tiempo para despedirse
Estela no se convenció. No era factible que en dos segundos se haya ido así como así, esfumándose como el viento; en cuanto giró la mirada, él ya no estaba, pero no cabía en su mente que pudiese ser tan rápido.
-Prima, por favor, tranquilízate –sonríe-
Lo mira preocupada
-¿Y? ¿Cómo te fue a ti? –intenta convencerse que no había sido nada grave-
-Muy bien, mañana empiezo
-Se te ve contento, ya me parecía raro en ti
-Poco a poco me vas conociendo –sonríe- Una pregunta…
-Lo que sea
-¿Aquí está enterrado el abuelo? ¿El abuelo Espina?
-Sí, así es
-Te molestaría enseñarme dónde está la tumba
-Para nada –sonríe- También tenía la intención de visitarlo
Caminaron unos metros entre la verde y sumisa hierba, y encontraron lo que buscaban
-Aquí está –le señala la muchacha-
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-Vaya –la contemplaba- ¿Tú le conociste?
-Claro que sí, el abuelo era una persona excepcional
-Yo no lo conocí…
-Estoy segura que tú no a él, pero él si a ti. Suena paradójico, pero sé que me entiendes –sonríe-
-Tienes razón, mi madre siempre hablaba de él… que era una buena persona, ya sabes
-Y razón tiene. No he conocido persona tan dulce como él, lástima que haya fallecido.
-Había escuchado a mi madre también que si él no hubiese muerto, muchas injusticias no se hubiesen cometido
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-¿Y qué quiso decir con eso? –preguntaba-
-No lo sé. Solo lo oí una noche de otoño cuando recogíamos las hojas que caían de los árboles. Recuerdo que ese día había mucho viento, jamás se me olvidará eso… y ella me dijo –narraba- que el abuelo era como una vela, como una luz, que se había apagado justo cuando la tormenta había comenzado…
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Re: Viento Iracundo

Notapor Paula » 15 Dic 2009, 16:24

:o Me gusta.
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Re: Viento Iracundo

Notapor eliana » 15 Dic 2009, 18:46

=D> sigue sigue... ya te lo he dicho antes pero lo repito me encanta como escribes :mrgreen: =D>
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Pasate por mi Reto Independencia: Familia Ornado y critica que me gusta :mrgreen:
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Re: Viento Iracundo

Notapor c-sar » 17 Dic 2009, 15:44

Gracias por comentar :D Dejo un nuevo capítulo

Capítulo 4: Media Noche

-Arturo… ¿Te llamo cuando esté la cena? Me encargaré yo misma de hacerla junto a Esmeralda –afirma Estela-
-Me parece bien, si no te molesta, subiré a mi cuarto
-Adelante –sonríe- Intentaremos comer temprano hoy, todo depende de que lleguen mis padres a tiempo…
-Despreocúpate, comemos cuando se pueda
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Con una mirada de complicidad, Arturo dirige la cabeza hacia la habitación-pasillo que se alzaba junto al segundo piso, y observaba lo bello que se veía desde allí aquel salón verde que le dio la bienvenida hace tan solo un día atrás, aunque él consideraba que el tiempo se iba como tren rumbo al sur…
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Luego de tan curioso episodio en el cementerio, Estela estaba algo meditabunda aún, no era algo menor: con el solo deseo de no preocupar a su primo, intenta guardar sus pesares y llevarlos con su interior. Lo que no sabía es que el interior poco a poco abriría sus dudas ante un suceso que no sería menos que peculiar.
La Incertidumbre no era algo que le acompañara todos los días, mas cuando era su compañera, la muchacha tornaba su mente en un torbellino de emociones. Intentó congelar sus pensamientos, y cambiarlos por nuevas tareas, como la cena que debía preparar. Era necesaria una bienvenida cálida a Arturo, había sido tan agradable… Y sus padres tan hostiles…
Caminaba hasta la cocina, donde Esmeralda se encontraba realizando los preparativos para un intento de velada que debía ser acogedora.
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-Esmeralda ¿Cómo va todo?
-Bien, señorita –responde- Todo casi listo
-Y yo que creía que iba a trabajar ¡Tú lo haces todo! –dice, regañando con acento burlesco-
-Para eso estoy –sonríe-
-¿Y Lucía?
-Dijo que mañana estaría repuesta totalmente, comerá conmigo más tarde –decía mientras preparaba la cena, agregándole sazón al plato cocinado-
Estela, preocupada de la hora y que sus padres no llegaban aún, había intenta llamarlos ya. No obtiene respuesta, y por lo mismo, le consulta a Esmeralda si algo sabía al respecto.
- No sé dónde están señorita, lo único que me dijeron los señores es que llegarían a la hora de costumbre
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-Entiendo, pero es que se hace tarde y ellos no llegan… Da igual, llamaré a Arturo a comer –dice desganada-
Suena el timbre. En cuanto la muchacha articuló su frase, habían llegado, casi por telepatía.
-Esmeralda, ¿te molestaría ir a buscar a Arturo mientras llamo a mis padres?
La muchacha niega la molestia con la cabeza, y en seguida, sube hasta el cuarto del joven.
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En tanto, dentro de él, Arturo se encontraba leyendo, ensimismado, mientras una tenue luz lunar que emergía desde afuera acompañaba la interesante lectura de una novela, cuya valoración estaba entre las favoritas de él muchacho. Unos instantes después, siente que la puerta había sido golpeada.
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En cuanto la abre, contempla nuevamente el rostro de la jovencita, y queda congelado mirando fijamente los ojos verdes y profundos que tenía la cándida muchacha.
-Señor Arturo –intenta hablarle, pero ve que no presta atención- ¿Le pasa algo?
-Nada, Esmeralda, nada…
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Esmeralda lanza una risa tímida
-La señorita Estela lo llama a cenar, los señores ya están en la mesa aguardando su llegada
Arturo reacciona ante el pasajero letargo
-¡¿Ya están?! –se sorprende-
-Pues sí
Esmeralda no sabía qué más decirle, solo lo veía correr de un lado a otro ante el nerviosismo de conocerlos, finalmente.
-Lo esperan abajo, señor –ríe-
-Voy, avísales que ya voy –dijo, perturbado-
-Está bien –sonríe-
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Cierra la puerta y nuevamente baja al primer piso, atravesando el cuarto verde y a paso moderado, llegando finalmente al destino. Vio dentro del comedor que tanto Estela como sus padres se encontraban charlando, así que esperó unos momentos y recién pronunció, levemente: “El joven Arturo no demora en llegar”.
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Ante un incesante murmullo donde no se podía oír nada, llega él, casi atónito y muy nervioso. El ambiente se silencia, completamente.
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-Buenas noches –dice-
-Buenas noches –responde la Señora Alexandra-
-Adelante, Arturo –responde en tanto, Armando-
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Pese a la amabilidad, llegando al punto de ser falsa hasta por entero, la tensión que el comedor emanaba era tal que la noche se tornó más oscura, pareciendo media noche a las 21:00 horas, como Estela podía ver en el reloj.
Arturo, algo inseguro, decide sentarse en una de las armoniosas sillas francesas que, junto al comedor, formaban un espléndido conjunto. Lo había visto antes, dos veces de hecho, pero la sola ocasión de ver a los dueños legítimos de la casona lo atemorizó. Parecían tan serios, vestidos con trajes de alta costura y desprendían cierta melancolía que se cubría bajo la mesura en su manera de hablar
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-Bien, nos alegra que ahora sí resultara la cena –interviene Estela- Arturo merecía una cálida bienvenida a su nueva casa en Riverview.
-Estamos de acuerdo contigo, Estela. Ayer estábamos algo alterados con muchos negocios que manejar, ya sabes –intenta justificarse, de manera preocupada- Y es que quedamos algo atónitos con tu llegada, no habíamos recordado que ayer era el día de tu llegada –argumenta-
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-Entiendo, no tienen por qué disculparse, de verdad –sonríe Arturo- El trabajo es primero
-De eso nada, ahora, oficialmente, te damos la bienvenida –agrega Armando- Nos alegra tenerte con nosotros
Parecía verdad, si lo analizábamos desde una perspectiva más amplia. Sin embargo, diversos indicios parecían señalar que la actitud de estos empresarios estaba lejos de ser sincera… Usando la mirada de falsa honestidad, y recursos de convencimiento y casi actuación, lograron mantener con vida una velada que no tenía esperanza de ser duradera.
-¿Y qué tal tus padres? –mientras Armando comía-
-Bien… -dijo secamente-
-Me alegra que así sea, hace tanto tiempo que no los veo
-Deberíamos organizar una reunión familiar –interviene Estela- ¿No creen?
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-Claro que sí, cariño –dice Alexandra-
Alexandra fijó su vista en él, en cuanto no pronunció una nueva palabra ante la pregunta de su esposo.
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No fue capaz de continuar con el diálogo, las palabras se guardaron sin poder ser usadas para comunicar, por lo menos de manera normal. Estela, frente a la tensión, intenta continuar con la cena y mitigar el silencio que guardaba el resto.
-Bien, espero que les haya agradado la comida. La preparó Esmeralda, porque no alcancé a llegar cuando ya tenía todo preparado –ríe-
-Está delicioso –dice Arturo-
Esmeralda alcanzó a escuchar desde la cocina, y por ello, solo se sonrojó.
-La verdad es que sí. Exquisito, y una velada algo reveladora –añade Armando- No nos has comentado, Arturo, ¿fuiste al laboratorio que me comentó tu madre?
-Sí, desde mañana comienzo a estudiar
-Qué interesante que hayas escogido esa carrera –agrega Alexandra- La mayoría de la familia se dedica a carrera más humanistas, desde Artes hasta Negocios.
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-Me gustan las Ciencias, son interesantes desde mi punto de vista –decía, mientras llevaba un bocado a la boca-
-Esperemos que puedas con ellas –ríe Estela-
-De seguro que sí, debe ser tan inteligente como su madre –afirma Armando-
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Esta última oración pronunciada sería un antes y luego, un después, de la duración de esta cena. La plática continúo por unos diez minutos, más nada. Los padres se retiraron, y en seguida, se dirigieron a su lugar de descanso. Estela y Arturo se quedaron charlando de varios temas, como intereses comunes, o actividades afines. Gradualmente, se conocían cada vez más, no obstante, el tópico ineludible en esta ocasión sería la cena, y la actitud de los Señores Espina.
-¿Te ha agradado la cena? Yo imagino que por lo menos fue más grata que el almuerzo de ayer, en donde tuvimos que comer solos…
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-Ni lo digas, agradezco esta bienvenida –sonríe-
Arturo se mostraba algo intrigado aún, sus ojos se tornaron más claros de lo común, y miró hacia la ventana, buscando un infinito entre las densas nubes que ocultaban la luna, cuyo brillo se volvió opaco en medio de la lucha con estas espesas masas de agua condensadas. Estela intentó romper su trance, hablándole, más tan pensativo quedó que las voces eran inexistentes.
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-¿Arturo? ¿Estás? –ríe-
-Sí –dice sorprendido, y a la vez aturdido- Me quedé pensando
-Ya creo sobre qué estás pensando ¿Te han parecido raros mis padres?
El joven mira, extrañado
-Sé sincero –dice Estela-
-No es eso, Estela, de hecho los noté más afables que el primer día, solo que… ¿No notaste su nerviosismo en toda la velada?
-No me di cuenta –se asusta-
-Pues yo sí. Y vaya que preguntaban por mi familia, pensé que ni se conocían
-Ya sabes, la familia es la familia. Siempre se va a consultar siquiera por su salud
Miró algo convencido con la respuesta que Estela le proporcionó.
-Estoy algo cansada… Creo que iré a dormir, es más bien tarde.
-Tienes razón, yo haré lo mismo… pero antes, ¿puedo ir por agua a la cocina?
-Eso no se pregunta –ríe-
Estela, a paso calmado, abandona el comedor para retirarse en un profundo sueño. La media noche de este día parecía ser algo tensa, creyó, porque cerró los ojos en un momento de su caminata, y vio al pálido muchacho del cementerio. Su corazón comenzó a agitarse, y sus manos se volvieron sudorosas ante este recuerdo tan abrumador. ¿Quién era? ¿Volvería a atormentarla? Ella no lo sabía, más el viento pareció darle una respuesta, con una fuerte ráfaga de media noche que golpeó intensamente los árboles…
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En tanto, Arturo llegó hasta la cocina a buscar un vaso de agua. Pensó que se encontraría solo, mas Esmeralda estaba ordenando todo lo que quedó luego de la cena. Ya casi había acabado, no le quedaba más que fregar un par de platos y la labor se habría terminado. El joven, mirando en qué se encontraba la muchacha, llega hasta el fregadero a charlar con ella. Lo que buscaba, su vaso de agua, pasó a segundo plano en cuanto encontró a la muchacha aún trabajando.
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-Esmeralda, ¿aún a estas horas trabajando? –parece asombrado-
-Es usted –sigue limpiando- Pues sí, joven, hay mucho que hacer luego de una cena
-Espero que no te quede mucho…
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-Para nada, creo que ya voy a dormir –vuelve su rostro a Arturo-
En cuanto lo vio, fue ella esta vez quien se quedó contemplándolo por un tiempo que pareció enorme. Más bien, fue mutuo, ya que Arturo no dudó en ver los verdes ojos de Esmeralda, cuyo color hacían juego con la tenue piel que poseía la muchacha, y adornaban el extenso cabello que caía como miel espesa desde la cima de su cabeza.
-Joven Arturo –decía, perturbada- Debo ir a dormir ya
-Adelante, pero antes, una cosa
-Lo que usted desee –titubea-
-No me digas Joven Arturo
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Esmeralda suelta una expresión de extrañeza casi colosal, abriendo los ojos cuyas pupilas habían alcanzado un enorme tamaño y brillo
-Dime simplemente Arturo –responde-
-Como… como usted desee –duda-
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-Así está mejor -sonríe- Pero dime tú, en vez de usted. Repite “como tú desees”
-Como tú desees, Arturo –sonríe-
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Arturo contempla, extasiado nuevamente, la belleza de la inocente sirvienta, quien lejos de tomar la calidad de tal para él, se convertiría en su mayor compañía, y pilar fundamental para enfrentar el nuboso y atemorizante destino que pronto se acercaba a él a un paso agigantado. Un claro de luna se dejó escapar de entre las nubes, e iluminó la casona que tan luctuosa se veía bajo las nubes. Este claro sería un rayo de ilusión por este inicio de un encuentro, necesario, definitivamente. Porque como siempre… lo peor estaba por venir…
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Re: Viento Iracundo

Notapor Paula » 18 Dic 2009, 16:14

=D>
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Re: Viento Iracundo

Notapor c-sar » 21 Dic 2009, 01:27

Nuevo capítulo, gracias por leer Paula :D

Capítulo 5: Silencio


Comenzaba un nuevo día para Arturo. El sol ya había salido, hacía un par de horas, dejando escapar sus brillantes rayos idealizados por los árboles, las flores y las praderas de todo el lugar. Se levanta, y a paso adormilado, camina hasta la ventana, como era de costumbre, a contemplar lo que sería el inicio de la mañana, única, vale decir, puesto que comenzarían sus estudios en el pequeño pero feraz Riverview.
Mira la hora, para ver que concordaba con el horario establecido por el Laboratorio. Para su suerte, se encontraba a tiempo adecuado, ya que ingresaba a sus estudios a las 10:00 hrs. de la mañana. No obstante, algunos días a la semana debería estar más temprano que de rutina.
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Toma la ducha matutina, se arregla lo suficiente y finalmente, baja hasta el comedor, que se encontraba bajo un silencio poco usual a lo que había vivido estos días en la casa Espina.
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Intenta oír la armoniosa voz de su prima Estela, pero por más que “afinaba” oído, como él mismo decía, no escuchaba nada parecido a su tenue melodía. Camina directamente a la cocina, en busca de alguien que le contestara el por qué de que nadie estuviese en casa. Y encuentra a Esmeralda y Lucía, trabajando muy sigilosamente y sin emitir ruido alguno. Arturo mira, directamente, hasta los enormes ojos que adornaban el rostro de Esmeralda. Esta, en cambio, le lanza una risa de cierta complicidad, a lo que Lucía mira, sorprendida y extrañada.
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-Buenos días –dice él-
-Buen día –le responden- Los señores y la señorita se fueron hace un rato, por si desea saber –contestan antes de que siquiera hiciera la pregunta-
-Justamente quería saber sobre lo mismo… Pero bueno ¿A qué hora regresan?
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Lucía decide responder a casi todo, esta vez, mientras que Esmeralda solo sonreía mientras hacía la limpieza.
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-La señorita llega a las dos de la tarde, como acostumbra la mayoría de las veces. Y usted sabe el horario de los señores
-Razón tienes Lucía, eso lo sé –le sonríe-
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Lucía gira su vista hasta otro punto, ademán que mostraba cierta frialdad y seriedad. Continuó limpiando la cocina, junto a Esmeralda, y al revisar la despensa, se percata que faltaban algunos comestibles que se habían olvidado en la última compra
-Esmeralda –le dice Lucía- Faltan huevos y papas, ¿No compraron ayer?
Arturo contemplaba la escena
-No, creo que lo olvidé… Si quieres, puedo ir por ellos
-Sí, creo que deberías hacerlo
-Bien –mira ahora, a Arturo- ¿No va a desayunar?
Niega con la cabeza
-Pero debería hacerlo –Insiste-
-Me basta con una manzana, al menos por ahora
Lucía, seriamente, abandona la cocina desvelando desinterés en la charla que Esmeralda y el muchacho sostenían. Lanza, antes de marcharse, la frase: “No te olvides de comprar lo dicho”
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-Se ha ido –dijo Arturo- ¿Siempre es así de extraña?
-Regularmente. Es una persona un poco reservada
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-Me he dado cuenta… -se olvida del tema- Son las 9:00, creo que tengo tiempo ¿No te gustaría que fuésemos juntos a comprar el encargo?
Esmeralda se sonroja
-Claro, por qué no –ríe-
Poco demoraron en tomar un taxi que los llevara hasta el corazón de la verde ciudad. En el transcurso del corto viaje, no miraban por las ventanillas hacia afuera, sino que hacia dentro, charlando de lo que Esmeralda debía hacer el día de hoy, mientras que Arturo miraba su rostro que hablaba y articulaba frases con hermoso acento.
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-Ya llegamos –dijo el conductor-
Ambos se bajaron en el parque del centro de la ciudad, por el que ya Arturo había caminado. La muchacha iba directo y por inercia hasta el supermercado para realizar las compras. Arturo, mientras tanto, le dijo que se quedaría en una banca, en el parque.
-Regreso en cuanto termine –dice Esmeralda-
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-Yo te espero aquí –sonríe Arturo-
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Esmeralda no demoró más allá de cinco minutos en comprar todo lo que Lucía necesitaba para el almuerzo. Salió del recinto, y una brisa helada y primaveral agitó su cabello al viento, redimiéndolo de lo estacionario que comúnmente se observaba en la abundante cabellera azabache y tostada que reflejaba la luz del sol en cada uno de sus cabellos. Dirigió su vista hacia Arturo, quien aguardaba su llegada sentado y algo aburrido. Camina hasta él, a paso lento pero también seguro, mirando asimismo hacia el nuboso y azulado cielo.
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-Tenías razón, no demoraste mucho –ríe Arturo-
-Ya ves –responde Esmeralda- ¿Qué hora es? –mira hasta el reloj que tenía Arturo, y se percata que son las 9:30 de la mañana- Te queda media hora aún
-Sí, es que salimos bastante temprano.
-Y no le gustaría –es interrumpida-
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-¿Cómo que “le”? –se exalta, jocosamente-
-Perdón –se echa a reír- ¿Y no te gustaría dar un paseo por el parque?
-Me encantaría –se muestra feliz-
-Entonces está dicho, Arturo, caminemos –dice Esmeralda con la Armoniosa voz que le era propia-
Comenzaron a recorrer juntos el extenso parque que se alzaba longitudinalmente, lleno de flores y arbustos que desvelaban, para mayor precisión aún, lo nuevo que era este núcleo urbano, casi como un pequeño pueblo. Todo era magnífico, el olor a flores, el verdor de los helechos que crecían cerca de las esquinas, el colorido de los arbustos multicolores…
Ambos caminaban juntos, con pasos casi sincronizados. En su interior, sabían que este era uno de los momentos más gratos que habían tenido en este tiempo, la cercanía que cultivaban era casi inseparable e inquebrantable.
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-Me encanta el parque –susurra Esmeralda- Este aroma, me recuerda tanto a mi hogar…
-¿A tu hogar?
-Sí –intenta parecer feliz- Me recuerda a la casa de mi abuela, con quien vivía hasta varios años atrás…
-¿Y tus padres?
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-Mis padres… nunca los conocí
Arturo se sorprende y entristece a la vez
-Mi abuela dijo que se marcharon en cuanto nací, de viaje, y que volverían. Al parecer no lo hicieron, ¿no crees? –muestra un rostro alegre, forzadamente-
-Vaya Esmeralda… lo siento mucho –titubea-
-No lo sientas, que no tienes culpa en ello
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-¿Y cómo llegaste hasta la casa Espina?
-Intenté conseguir trabajo, y es lo único que encontré… No es lo que quiero, pero fue la nube más baja de alcanzar –se convence-
-¿Y tus sueños? ¿Los dejaste ir?
-No me quedaba otra alternativa, Arturo. Los sueños, sueños son.
-Yo estoy intentando seguirlos, y no ha sido fácil
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-Lo sé, pero quizás tu fortaleza yo no la tuve –suspira- Pero descuida, que esto ya está asumido
-No digas eso, puedes cambiar tu vida, Esmeralda
La muchacha sonríe, como corte de la conversación
-¿Y tú? No me has dicho nada de tu familia… ¿Son Espina también?
-Así es, mi madre es hermana del Señor Armando
-Entonces debes tener mucho dinero
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-Para nada –responde-
-¿Y cómo? Los Señores Espina tienen una cantidad de dinero inimaginable, la casa es una de sus tantas posesiones, muchos de los negocios de Riverview son de su propiedad
-No me digas, nosotros no tenemos ni la millonésima parte de lo que ellos tienen…
-Esto sí que me sorprende… ¿No has hablado con tus padres luego de tu llegada? –cambia de tema-
-Hoy lo haré, espero llamarlos a ver si me contestan –responde, cabizbajo-
-¿Los echas de menos?
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-Como a nadie –sonríe- ¡Mira la hora! ¡Tengo cinco minutos para llegar! –vuelve a ver su reloj-
-Ya tardas –ríe-
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Esmeralda solo vio como Arturo tomó un taxi para dirigirse hasta su destino, tan ansiado y por tantos años. Él cumpliría sus sueños. Sin duda, creyó Esmeralda.
-Ya quisiera yo tu fortaleza Arturo –habla, para sí- Por lo que se ve, va a ser necesaria –dice, preocupada-
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La muchacha, sin más motivo para permanecer en el parque, decide retornar a la casona Espina, a fin de acabar con todas las tareas que quedaban por realizar. Las compras estaban hechas, quizás el almuerzo era lo más urgente, puesto que hoy Lucía era quien se encargaría de asear todo el lugar
El camino de regreso se veía tan rutinario, poco eran los números para contar algo tan infinito e inconmensurable como el recorrido que realizaba desde la enorme finca hasta los centros comerciales. Observó el firmamento, que se teñía de un azul vencido por el brillo solar que se escapaba de entre las nubes…
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Atraviesa la puerta de clara madera, y en el cuarto verde ya, una sensación de vacío se desata para extrañeza de Esmeralda. La casa solía estar callada a estas horas, pero esta vez sintió un silencio distinto, diferente a cualquiera que hubiese presenciado. Las esculturas parecían clamar pero sin un solo murmullo, el verdor del salón se hacía marrón ante la desesperación, y el crujido de la madera presente en las escaleras guardó todo ruido que pudiere ser audible.
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Esmeralda continuó adelante, a guardar los comestibles que recién había comprado, pero por primera vez percibió inseguridad en la casa que había trabajado ya por tantos años
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-Lucía –llamaba- ¡Lucía!
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Lucía no contestaba. Subió las escaleras, para ver si se encontraba con ella, pensó, quizás se encontraba limpiando los cuartos y no había escuchado su llamado. Camina, a pasos tímidos y temerosos, y algo le impulsa para llegar hasta el cuarto de Arturo. Toma la manilla, con cierta sensación de pavor que la retenía, y curiosidad, que aunque escondida estaba, era tan fuerte como para neutralizar los sentimientos de Esmeralda... Hasta que la abre…
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-Esmeralda ¡Por Dios!¡No sabes lo que me asustaste! –exclama Lucía-
La muchacha observa la reacción nerviosa de Lucía, quien parecía estar más asustada que la misma Esmeralda.
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-Yo también me asusté, siento que la casa está… extraña… Y tú sin contestarme –murmulla-
-Perdona, es que estaba ordenando esta alcoba –intenta explicarse- Ya sabes, todo está tan sucio si no se asea
-Que lo sé, pero para la próxima, contéstame
Esmeralda fija su vista en un libro que Lucía sostenía fuertemente, y ante la sorpresa, no lo había soltado
-Lucía ¿Qué haces con un libro del Joven Arturo? –intrigada-
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-Esto –titubea- ¿No te digo que estaba limpiando el cuarto?
-Sí, pero eso no significa que revises cosas que no te pertenecen
-Calla Esmeralda, que no es para tanto, no he leído nada tampoco –ríe-
-Guárdalo –dice, grave-
-Está bien, que ya voy –contesta, refunfuñando- ¿Compraste lo que te encargué?
-Sí
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-Entonces ya es hora que se empiece a preparar todo para el almuerzo
-¿Has visto la hora, Lucía? –pregunta Esmeralda- Son solo pasado las diez, y en esta casa se come a las dos de la tarde
Esmeralda notaba a Lucía muy extraña, como si quisiese que ella se marchara y la dejara sola. Miró su expresión en el rostro, y finalmente, se da cuenta que algo escondía.
-¿Escondes algo, Lucía?
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-Para nada –ríe- Hoy estas paranoica, Esmeralda.
Lucía lanza una mirada perdida al fondo del cuarto, intentando comunicarse con algo o alguien bastante cerca del ventanal que iluminaba la pieza. Una suave brisa se aventura dentro de la casa, y el frío anuncia una salida repentina de ambas jóvenes.
-¡Qué frío tengo! –exclama, Lucía- ¿Bajemos?
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Esmeralda mira, poco convencida
-Está bien. También tengo algo de frío
-Bien, pues qué esperamos –ríe, forzosamente-
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La muchacha vuelve a mirar el cuarto. La límpida luz que emanaba el sol alumbraba, cálidamente, su rostro. Observa fijamente los gestos que Lucía dejaba escapar, sabía que algo escondía, y su curiosidad por conocerlo cada vez aumentaba. Pocas veces la había visto tan rara, y esta vez su extrañeza era tal que reía por cuanto decía.
-Pues sí que está rara la casa –dice Lucía- Quizás era por la brisa que atraviesa las ventanas, las cerraré
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-No es por eso, Lucía. Siento el silencio, pero no es un silencio fugaz. Es de alguien. Y siento que este silencio está avanzando peligrosamente…
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Re: Viento Iracundo

Notapor eliana » 21 Dic 2009, 14:31

=D> jiji hasta aqui habia llegado ya muero de impaciencia por llegar al proximo capitulo :mrgreen:
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Re: Viento Iracundo

Notapor Paula » 21 Dic 2009, 16:50

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Re: Viento Iracundo

Notapor Skellington » 22 Dic 2009, 15:01

Está muy chula tu historia.
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Re: Viento Iracundo

Notapor c-sar » 23 Dic 2009, 18:47

Gracias a todos por comentar :D

Capítulo 6: Serenidad Irascible


Los entornos de la casona parecían tan cálidos, llenos de paz y tranquilidad, que contrastaban con ironía la fuerte esencia desprendida por este edificio de tan magistrales proporciones. Una tenue brisa intentaba azotar con suavidad la enorme morada, golpeando las ventanas en favor de un clamor poderoso, el cual buscaba la serenidad que tanto se requería. La furia y la fuerza irascible de la venganza no tocaban las puertas de la casona Espina, mas, sin embargo, nunca es debido el decir nunca. Lo más impensado, es quizás, lo más probable…
Estela retornó al hogar mucho antes de lo que Arturo pudo haber llegado puesto que, por ciertas eventualidades, se le permitió salir antes del teatro musical. Arriba, velozmente, a su hogar.
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En cuanto entra, una incertidumbre, como la vivida por Esmeralda hace pocas horas, invadió el corazón de la muchacha. Sus latidos aumentaron, sus manos temblaban, danzando al son de la sensación que experimentaba; contempla sus alrededores, mas solo el fuego era quien le hacía compañía, liberando enérgicos sonidos que indicaban su vigor debilitado ante una fuerza mayor, y mucho más helada.
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-¿Estela?
Una voz áspera, y de mujer, pronunció el nombre de la muchacha, quien oye el llamado y dobla la vista, dirigiendo su mirada hasta ella
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-¿Tú, tan temprano? –pregunta, asustada-
-Tu padre me pidió que viniera a casa a revisar unos papeles. No estaré mucho rato, de todas formas –responde Alexandra-
Estela parecía meditabunda
-Bueno, mejor que hayas sido tú quien me llamara –suspira-
-¿Te pasa algo, Estela?
Niega, rotundamente
-Yo veo que sí te pasa algo –sonríe-
-Es que… sentí escalofríos en cuanto entré… y me pareció tan extraño
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Esmeralda sintió el sonido de la puerta hacía algunos momentos, y con convicción de que almorzarían en casa al mirar la hora, decide llegar hasta el salón a fin de informarles a la Señora y Señorita, respectivamente, que la comida estaba lista y dispuesta, para cuando quisieran sentarse en el comedor. No obstante, se encuentra con la escena montada por ambas mujeres, y quizás, por curiosidad, duda en seguir adelante, escuchando el coloquio de interesante y arcano contenido.
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-¿Escalofríos? –pregunta Alexandra- Imagínate, está la chimenea encendida
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-Lo sé. Es solo que me dio una sensación tan poco usual…
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Estela recuerda el evento del cementerio. Sus ojos se asustaron al volver a ver a aquel muchacho misterioso. Sin lugar a dudas, era la misma emoción la que ahora estaba viviendo.
-Descuida, Estela, que no es nada –dice, escéptica-
Esmeralda observaba y oía cada uno de los eventos y palabras pronunciadas por cada una. El rostro de Estela le representaba perfectamente, y no era ella la única que presentía la esencia de un tercero dentro de la finca
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-Quizás tengas razón –suena el teléfono-
La conversación se ve interrumpida por el agudo sonido del teléfono, que, insistente, se oponía a cualquier otra preocupación que no fuese esta
-¡Esmeralda¡ -grita Alexandra-
La muchacha no demora medio minuto en llegar hasta la Señora. Sabía que una demora para esta despiadada mujer significaba su trabajo y dignidad
-Dígame, señora
-Qué eficiente –se queda pensando- Bueno, contesta el teléfono ¿Qué esperas?
-Como usted diga
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La muchacha toma, delicadamente, el teléfono y articula las típicas palabras de protocolo. Miraba, en cada momento, el rostro de Alexandra, hasta que piden hablar con alguien más y que no fuese ella. Estela, en tanto, seguía confundida y miraba, ciega, lo que ahora acontecía
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-Señora… necesitan hablar con el joven Arturo
-Pues di que no está y punto
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Por cierta curiosidad, la mujer sintió necesidad de saber quién era el que llamaba
-Esmeralda ¿quién es?
-La Señora Espina –dice- la madre del joven…
Alexandra abre los ojos, descomunalmente. Piensa casi por segundos infinitos lo que respondería. Estela, en cambio, pareció volver en sí, y fue testigo del miedo y pavor que los ojos de su madre mostraban. Sus pupilas tomaron fuerza en los cristales lúgubres que llevaba por ojos, y su expresión facial se tornó como pocas veces lo hacía
Desde el teléfono tampoco era un ambiente muy distinto, pensó Esmeralda
-Alexandra –decía- ¿Es esa voz la de Alexandra?
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Y cuelga…
-Madre, pareciera que tú has visto un fantasma ahora.
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No contestaba
-Madre –seguía sin respuesta- ¡Madre!
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-Señora Alexandra, ¿se encuentra bien? –decía Esmeralda-
Alexandra parecía mirar al infinito, sin responder. Estela comenzó a preocuparse, puesto que le hablaba continuamente y esta no respondía. Hasta que, casi inconscientemente, una frase fue susurrada ante el caos que se vivía este mediodía en la periferia de Riverview.
-No volverá –susurra- Ella no volverá por lo que gané hace tanto tiempo
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Miran, tanto Estela como Esmeralda, asombradas
-¿De qué hablas, madre?
Mira los ojos de su hija
-Ya suéltame, Estela, déjame sola –dice, cortante-
Alexandra camina, rápidamente, y sale por la puerta, bajando luego por las largas escaleras. Estela pensaba, sin comprender, lo que había gatillado este inusual comportamiento en su madre.
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Esmeralda, por su parte, parecía comprender algo más que lo que la otra muchacha podía hacer…
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-¿Cuándo llegaba Arturo, Esmeralda? –dice, intentando hacer como si no hubiese ocurrido nada-
-Ya casi está por llegar. ¿Desea esperarlo?
-Sí, es justo lo que quiero. ¿Me podrías avisar cuando llegue?
-Como usted desee –dice, amable-
La falsedad y preocupación de estas palabras era incontrolable. Ambas sabían que lo que ocurría ahora era casi inolvidable e imborrable de la memoria de cada una, ya que una reacción de este calibre y protagonizada por la misma dueña y señora de la casona era algo memorable.
-Subiré entonces, si no te molesta que almuerce más tarde
-Qué dice, señorita, adelante –sonríe-
Estela sube las escaleras sigilosamente y recuerda, en medio de estas, algo que deseaba decirle a Esmeralda
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-¿Esmeralda?
La muchacha caminaba rumbo a la cocina, mas, ante el llamado de Estela, se devuelve hasta esta
-Dígame, señorita
-¿Podrías poner la mesa afuera? Me gustaría que comiéramos allí, con aire puro –reflexiona-
-Como usted diga –sonríe-
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-Gracias –dice esta, cordialmente-
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Ahora completa el trayecto que había dejado hasta la mitad, retornando finalmente al lugar que deseaba llegar para descansar de tan pesada, y por sobre todo, enigmática mañana. Se relaja, intentando liberar tensiones a través del lienzo, actividad que era una pasión para la muchacha; poco a poco veía como el pincel y la tela de pintura se hacían uno solo, fundiéndose hasta convertirse en un hermoso decorado de acrílico y toques de agua.
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Estela se veía perdida en la pintura, desde pequeña que tiene noción de una afición tan importante para ella como el aire mismo. Recordaba cuando dibujaba animales con lápices de colores, qué dulces tiempos, pensó. Luego veía cuando conoció las acuarelas, un cambio drástico a pesar de lo que comúnmente se cree, hasta llegar al óleo y derivados. Era una artista, sin duda, y no temía mostrarlo al mundo, pese a la oposición que sus padres sostenían al respecto. Nunca le apoyaron, mas su camino supo cómo realizarse…
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La serenidad que vivía el cuarto de Estela se vio quebrantada. Algunas voces se dejaron oír desde el exterior de la casa, y a causa del tenso silencio que todo el día había caracterizado el ambiente, se pudo escuchar este suave ruido con facilidad. Apartó su suave pincel número 1 que usaba para los detalles, y caminó por el pasillo hasta llegar a la luminosa ventana.
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Vio, a través del claro cristal, la figura de su primo Arturo, usando su típico atuendo y desprendiendo la leve sonrisa que levantaba sus labios. Pero no estaba solo, un muchacho muy conocido por Estela charlaba junto a él en el jardín de la casa.
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-Dios mío –susurra-
Era él, el pálido joven del cementerio, que entre su grave y baja voz, conversaba junto a su primo. Miró como se despidieron, y finalmente, él se va, apartándose entre los árboles y las verdes praderas que acompañaban la vereda de la calle.
Estela, preocupada, baja corriendo nuevamente a encontrar a Arturo, quien ya estaba ingresando hasta la casona.
-¡Arturo! –gritaba-
-Ya llegué Estela –sonríe-
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-¡Arturo! –vuelve a decir-
-¿Ocurre algo? –comienza a preocuparse-
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Estela llega hasta él, agitada y sin poder decir palabra alguna ante lo que tuvo que correr. Arturo intenta tranquilizarla, y decide sentarla en los sillones de terciopelo verde para que ella pudiese calmarse y contarle lo que tenía que decirle.
-Calma Estela –sonríe- Cuéntame
-Es que… no sabes
-¿No sé qué?
-Arturo… quién era… ¿quién era el muchacho que te acompañó hasta acá?
-Ahh, bueno, es un compañero de investigación del laboratorio. Vive cerca de aquí –afirma-
Estela se muestra casi histérica
-Él –dice ella- Él fue el tipo del cementerio
-No niego que me sorprenda… pero no tiene nada de raro.
-Arturo, él afirmó no ser de esta ciudad. ¿Y qué hace estudiando en el mismo laboratorio que tú?
Mira, con cierta extrañeza
-No lo sé…
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-Ya ves. Ese tipo es raro
-No te creas tanto Estela, es buena persona
-Arturo, aléjate de él. Por favor –suplica-
-Lo intentaré, pero es mi compañero de laboratorio, sabes que es difícil. Y quizás te confundiste de persona cuando lo viste afuera ¿no crees?
-No me confundí –susurra-
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En ese intertanto, Esmeralda llega a avisar que la comida estaba servida en la mesa de la terraza, para que disfrutaran de la comida en el exterior
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-Vamos a comer, Estela –sonríe-
-Está bien –dice, desganada-
Arturo mira a Esmeralda, con un gesto simpático y como es acostumbrado, con complicidad
-Gracias Esmeralda
-No tienes qué agradecer –ríe-
Caminaron hasta la terraza, clara, luminosa y agradable, con adornos florales que mostraban la ligereza y frescura de la primavera que avanzaba a pasos adelantados dentro de Riverview. Se sientan, y comienzan a degustar de los exquisitos platos preparados por Esmeralda.
-Me encanta el lugar
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-Qué alegría que te gustara comer afuera –dice Estela- A mí me encanta, es algo que no comparte mucha gente de esta casa, en todo caso –se resigna-
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Comen en pequeños bocados de sabor exquisito, y la tranquilidad que el lugar creaba en ambos jóvenes se podía comparar como un templo oriental o un monumento parecido, con la excepción de que el responsable de tal construcción, el bosque, era la naturaleza.
-Estas praderas me recuerdan tanto a mi vida con mis padres –decía Arturo-
Estela, ante estas palabras, recuerda la escena vivida a medio día
-Tu madre llamó, se me había olvidado –se sorprende-
-Ahh… es que se me había olvidado llamarle, lo haré luego de almuerzo… los extraño demasiado
-Me imagino…
Terminan de comer bajo el azul firmamento y a la compañía de la suave brisa que danzaba junto a las ramas de los sauces llorones.
-Debo ir a llamar ya –decía, levantándose- Con permiso
-Propio, yo voy a quedarme aquí un poco a ver si consigo relajarme –sonríe-
-Falta te hace, si te soy sincero –ríe-
Arturo se levanta de la silla para dirigirse hasta el teléfono de casa, con el objetivo de llamar a su madre.
Estela mira por el balcón el hermoso verde que alzaban las praderas de pasto esperanzador y árboles con ramas bailarinas.
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Vuelve su vista hasta la casa, por un momento… Y cuando nuevamente mira hacia abajo, para ver el paisaje, él… estaba allí…
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