Traigo mi historia a Capitalsims A ver qué opinan de ella. Dejaré el avance y enseguida el capítulo uno, espero que me digan qué les parece
Viento Iracundo
Venganza, resentimiento, olvido… ¿Son el oscuro camino que se desvía de la nívea senda de la verdad? ¿O es la verdad que busca justicia sin cavilar en costos?
Arturo intentará por todos los medios de salir de aquel abismo en el que se encuentra suspendido. La crítica situación económica en la que se ve inmerso no le deja más camino que llegar a la ciudad a casa de sus familiares más cercanos a estudiar para poder mantener la familia que esta poco a poco desmoronándose. Aquella vida que llevaban en la residencia donde fue a parar era pomposa, despampanante, ajena a todo lo que él conocía hasta ese entonces, pero algo encontró en ella que poco o nada le agradó, frialdad que cubría hasta el más recóndito lugar de la enorme casona. Nunca había tenido conocimiento de las actitudes de sus tíos, eran más bien ignotos para él: y él era el más conocido remordimiento que llevaban dentro…
En esta travesía, Arturo encuentra compañía en una sirvienta de aquel lugar, Esmeralda, quien, como todos dentro de la mansión, sabían parte de lo que la familia ocultaba para el joven. Los misterios se revelan poco a poco para la conciencia de él y hasta que, de una vez, una verdad que atormenta casi milenariamente a estas personas lo deja atónito, tanto hasta el punto de que la realidad que sus ojos veían esclarecidamente se nubla y lo deja prisionero de sus más arrebatados sentidos: todo aquello que consideraba como lo querido, como amado, como confidente, ahora sería quebrantado; había comenzado la venganza más temible y jamás pensada que amenaza hasta su propia integridad, como aquel viento iracundo que sintió el día de su partida…
Viento Iracundo
Capítulo 1: Ráfaga
El viento generalmente se asocia a la furia. Aquellos días pacíficos y de tenue clima siempre carecen de viento, ya que si no, el día ya no sería afable, se volvería iracundo. Iracundo como la venganza, como el recelo, como las más arrebatadas sensaciones. Como la emoción de la que jamás podrás redimirte…
-¿Estás seguro de hacer esto? No necesitas irte, no nos abandones…
-Es necesario –dijo, seguro- Por tu bien, el de mi padre y el de la familia entera. Lo he decidido para salir ya de esta situación, merecemos algo mejor. Por ti haría lo que sea, lo que sea.
-¡Por favor, no! –imploraba- ¡No sigas al viento, Arturo, lucha contra él!
-¿Madre? ¿Sigues ahí? ¡Madre! –gritaba desesperado
-Joven, despierte –sonríe el taxista- Ya casi llegamos
-Oh, ¡vaya!... me dormí por un momento
-Así me di cuenta. Y parecía tener pesadillas –dijo, curioso-
-Parece –se sonroja-
La mañana estaba gélida, mas grácil a la vez pese a los vientos que azotaban el valle. Los árboles pasaban junto al automóvil invitándolo a quedarse junto a sus enmarañadas ramas, que varias veces tocaron fuertemente los vidrios del coche. El taxista conducía plácidamente, al parecer sin apuro alguno. En tanto, Arturo se veía algo más tenso, quizás recordando viejas memorias y nuevos pronósticos que avecinaban su endeble futuro.
-¡Qué bello lugar que es Riverview! No se va a arrepentir de venir acá, es mucho más alegre que donde vivía antiguamente
-Ya veo. Pero tampoco es tan lejos, es una hora de distancia… y cómo cambia el entorno –afirma Arturo- Todo está tan vivo, tan habitado…
-Y eso es porque no conoce la gran ciudad. Muchacho, ¡ese es un caos!
Arturo intenta parecer sorprendido.
-Perdone que le pregunte… ¿Estará mucho tiempo aquí?
-Planeo estarlo –dice- Voy a estudiar por un tiempo aquí, para obtener mi título y trabajar… Me quedaré en casa de unos tíos
-Qué considerados que deben ser sus tíos al ayudarlo
Ciertamente, Arturo no conocía a sus tíos. Esta sería la primera vez que los vería, luego de 20 años que ya tenía. Parecía raro que fuese a vivir con completos extraños, pero su padre llamó a la casa de su hermano para pedirle ese favor en cuanto Arturo obtuvo una beca por calificaciones, y así, su hijo podría seguir sus sueños. De otra manera, sería imposible, ya que vivía lejos de una universidad, y el dinero de la familia no daba para estudios superiores.
-Ya casi llegamos. A la vuelta llegaremos a la casona Espina
El joven pensó un momento. ¿Casona? Él creía que sus tíos vivían como él y sus padres, en una casa mediana. Entonces ¿A qué se refería el conductor con esto?
-Ya está –ríe el taxista- Llegamos a su destino.
Perdió la visión en la inmensidad. Una casa enorme, con un aire frío pero sin carecer de un lujo y boato al que él no estaba acostumbrado, captaba su mirada. Enormes escaleras de fierro se alzaban junto a los prados de un verde cansado y deprimido, desprovistos de la firmeza y sinuosidad del césped bien cuidado. Las ventanas dejaban entrar solo poca luz hacia la casa, que se veía lóbrega ante la presencia del armonioso Riverview.
-Qué grande –susurró, sorprendido-
-Ya ve usted –sonríe- Es enorme.
Arturo se despide de quien fue su compañero en este viaje, y decide subir uno a uno los escalones de la oscura escalinata. Apoyándose en el barandal, contempla el entorno del que sería su nuevo hogar… desprendía cierta oscuridad, pero el lujo era incomparable.
Llega hasta la puerta, y se decide a tocar el timbre. En cuanto lo hizo, un sonido extraño llamó para que abrieran la puerta. Pocos minutos después, aparece alguien que atiende al llamado.
-Buenos Días –dice Arturo-
-Buenos Días… un momento ¿Señor Arturo?¿Es usted?
-Sí, el mismo –extrañado ante tal recibimiento-
-¡Vaya! Por favor, pase, me habían mencionado que llegaría el día de hoy.
Quien fue a recibirlo era una muchacha de mediana edad, quizás tan joven como él, con una cabellera negra y brillante color azabache. Sus ojos resplandecían como dos gemas, y su rostro parecía guardar la juventud de las musas y deidades que jamás morían. Él, por su parte, no olvidaría nunca este primer avistamiento. Nunca…
-Bien, en estos momentos no se encuentran los señores, temo decir… lo mismo digo de su prima, la señorita salió temprano a comprar víveres para el almuerzo –sonríe- Quería prepararle algo especial, Señor.
-No te preocupes, puedo esperar. Además, creo que se adelantó mi llegada, pensé que demoraría más recorriendo en el coche
-Entiendo –señala la muchacha- Pues si gusta, puedo enseñarle su habitación, mientras tanto
-Eso estaría bien –le contesta Arturo-
-Bien, acompáñeme
Arturo sigue a la joven de peculiar uniforme, y cruza junto a ella un imponente salón de tonalidades verdosas. Suben una escalera de madera tallada, y pronto llegan a una puerta en cuyo interior se encontraría la habitación del joven.
-Aquí es –le muestra- Cualquier cosa que necesite, no dude en acudir a mí
-¿Y cuál es tu nombre? –le pregunta él, intrigado-
-¡Qué torpe! –se sonroja- Me llamo Esmeralda
-Un gusto conocerte, Esmeralda.
La muchacha le sonríe.
-Me retiro. Ordene sus cosas y póngase cómodo, ya estamos a punto de almorzar.
Entró en el cuarto, y estaba lejos de ser tan cálido como el que tenía en su antigua morada. Sin embargo, tenía muebles tan bellos, que pensó que de a poco conseguiría adaptarse a su nueva residencia. Desempacó sus cosas, y comenzó a registrar la habitación.
No hubo lugar en el que no revisara, con el fin de saber y conocer exactamente el lugar donde viviría, por lo menos unos años.
En un momento, se le ocurrió salir de la alcoba y contemplar todo lo que era el corredor. Había divisado una enorme biblioteca en aquel lugar que le había llamado muchísimo la atención por tal cantidad de libros que poseía. Es entonces, que no demoró en abrir la puerta con mucho cuidado, de la manera en que solo un extraño podría hacerlo en casa ajena, y caminó, sigilosamente, a través del corredor.
La casa era extraña, cada vez se convencía más de ello. Pero un aire interesante bañaba el sitio y cubría toda la curiosidad que Arturo tenía del lugar. Recordaba esos juegos de niños; era una búsqueda, como encontrar el tesoro, el mismo que escondían sus padres para hacer de la tarde de estos pequeños fuera menos tediosa. Podían esconder cualquier cosa, un papel, una moneda, un caramelo, daba igual. No obstante, ahora no sabía qué era lo que buscaba. Solo lo hacía por instinto, o quizás no... sabía en el fondo que algo se le escondía, y poco a poco, descubriría, paradójicamente, que jamás debió descubrirlo.
Pronto y sin traspié, revisa la biblioteca, e intenta tomar un libro.
Mas…
-¿Primo? ¡Eres tú!
Arturo no se da cuenta cuando el libro ya estaba guardado ante tal presión
-¡Vaya, Arturo! Creo que nos hemos visto una vez… ¿no? Porque de veras que no me acordaba de ti
-Un gusto verte, Estela
-El gusto es mío, por fin esta casa se va a alejar del mundo aburrido al que está acostumbrada –ríe-
-Pues me imagino –ríe, falsamente, Arturo-
Estela era bastante gentil y cordial, pensó. Quizás la personalidad de Estela era tan deslumbrante al lado de la suya, que parecía uno más del montón.
-No puedo creer realmente que vengas a vivir con nosotros, hasta me parece raro
-Dímelo a mí
-Pero no dudes en que lo vas a pasar genial. No será una gran metrópolis, pero Riverview tiene mucho que ofrecer en comparación a tu casa en los prados
-Es lo que pensaba –contesta, y luego pregunta- ¿Estudias?
-Sí, Música. A ver si consigo ser algún día una estrella de Rock –ríe- ¿Tú qué te planteas estudiar?
-Ciencias. Creo que va conmigo
-Ya lo creo –ríe- Mmmm… creo que es hora que bajemos. Ya le dejé algunos víveres a Lucía y Esmeralda, y mis padres deben estar por llegar.
-Está bien, vamos –accede-
Bajan las escaleras, y llegan al comedor por un pasillo largo, que finalmente, conducía a la cocina de la casa.
-Asiento, Arturo. Ya servirán la comida, debes tener hambre.
-Los Señores vienen en camino –interrumpe Esmeralda- Dijeron que en cinco minutos ya estarían aquí.
-Gracias por avisar, Esmeralda, ya puedes servir. Lucía, por favor, recibe a mis padres en cuanto lleguen
-Como diga, señorita
Esmeralda estaba a punto de servir ya, cuando suena el timbre con la extraña melodía que Arturo ya había oído.
-Deben ser ellos –exclamó-
Lucía, la otra empleada del hogar, caminó rápidamente para abrirle a los señores de la casa. En cuanto la puerta rechinó al abrirse, dejó caer un buenos días. No obstante, ellos no respondieron y solo avanzaron hacia el comedor.
Se escuchaban sus pasos, como una marcha, perfectamente coordinados. Ambos atravesaron el arco que separaba el comedor del corredor, y tanto Estela como Arturo les saludan
-Padre, Madre, ya llegó Arturo
-Buen día –les dice, intentando ser cálido-
Ellos no responden. Parecía extraño, porque lo contemplaron pasmados, sin articular palabra alguna de saludo o cordialidad. El viento se oía sonar fuera de la casa golpeando el tejado, y ni con aquellos ruidos, saludaron al recién llegado. Era un segundo. Un instante eterno en donde todo lo predestinado por las cartas sería arrojado…
Arturo intentará por todos los medios de salir de aquel abismo en el que se encuentra suspendido. La crítica situación económica en la que se ve inmerso no le deja más camino que llegar a la ciudad a casa de sus familiares más cercanos a estudiar para poder mantener la familia que esta poco a poco desmoronándose. Aquella vida que llevaban en la residencia donde fue a parar era pomposa, despampanante, ajena a todo lo que él conocía hasta ese entonces, pero algo encontró en ella que poco o nada le agradó, frialdad que cubría hasta el más recóndito lugar de la enorme casona. Nunca había tenido conocimiento de las actitudes de sus tíos, eran más bien ignotos para él: y él era el más conocido remordimiento que llevaban dentro…
En esta travesía, Arturo encuentra compañía en una sirvienta de aquel lugar, Esmeralda, quien, como todos dentro de la mansión, sabían parte de lo que la familia ocultaba para el joven. Los misterios se revelan poco a poco para la conciencia de él y hasta que, de una vez, una verdad que atormenta casi milenariamente a estas personas lo deja atónito, tanto hasta el punto de que la realidad que sus ojos veían esclarecidamente se nubla y lo deja prisionero de sus más arrebatados sentidos: todo aquello que consideraba como lo querido, como amado, como confidente, ahora sería quebrantado; había comenzado la venganza más temible y jamás pensada que amenaza hasta su propia integridad, como aquel viento iracundo que sintió el día de su partida…
Viento Iracundo
Capítulo 1: Ráfaga
El viento generalmente se asocia a la furia. Aquellos días pacíficos y de tenue clima siempre carecen de viento, ya que si no, el día ya no sería afable, se volvería iracundo. Iracundo como la venganza, como el recelo, como las más arrebatadas sensaciones. Como la emoción de la que jamás podrás redimirte…
-¿Estás seguro de hacer esto? No necesitas irte, no nos abandones…
-Es necesario –dijo, seguro- Por tu bien, el de mi padre y el de la familia entera. Lo he decidido para salir ya de esta situación, merecemos algo mejor. Por ti haría lo que sea, lo que sea.
-¡Por favor, no! –imploraba- ¡No sigas al viento, Arturo, lucha contra él!
-¿Madre? ¿Sigues ahí? ¡Madre! –gritaba desesperado
-Joven, despierte –sonríe el taxista- Ya casi llegamos
-Oh, ¡vaya!... me dormí por un momento
-Así me di cuenta. Y parecía tener pesadillas –dijo, curioso-
-Parece –se sonroja-
La mañana estaba gélida, mas grácil a la vez pese a los vientos que azotaban el valle. Los árboles pasaban junto al automóvil invitándolo a quedarse junto a sus enmarañadas ramas, que varias veces tocaron fuertemente los vidrios del coche. El taxista conducía plácidamente, al parecer sin apuro alguno. En tanto, Arturo se veía algo más tenso, quizás recordando viejas memorias y nuevos pronósticos que avecinaban su endeble futuro.
-¡Qué bello lugar que es Riverview! No se va a arrepentir de venir acá, es mucho más alegre que donde vivía antiguamente
-Ya veo. Pero tampoco es tan lejos, es una hora de distancia… y cómo cambia el entorno –afirma Arturo- Todo está tan vivo, tan habitado…
-Y eso es porque no conoce la gran ciudad. Muchacho, ¡ese es un caos!
Arturo intenta parecer sorprendido.
-Perdone que le pregunte… ¿Estará mucho tiempo aquí?
-Planeo estarlo –dice- Voy a estudiar por un tiempo aquí, para obtener mi título y trabajar… Me quedaré en casa de unos tíos
-Qué considerados que deben ser sus tíos al ayudarlo
Ciertamente, Arturo no conocía a sus tíos. Esta sería la primera vez que los vería, luego de 20 años que ya tenía. Parecía raro que fuese a vivir con completos extraños, pero su padre llamó a la casa de su hermano para pedirle ese favor en cuanto Arturo obtuvo una beca por calificaciones, y así, su hijo podría seguir sus sueños. De otra manera, sería imposible, ya que vivía lejos de una universidad, y el dinero de la familia no daba para estudios superiores.
-Ya casi llegamos. A la vuelta llegaremos a la casona Espina
El joven pensó un momento. ¿Casona? Él creía que sus tíos vivían como él y sus padres, en una casa mediana. Entonces ¿A qué se refería el conductor con esto?
-Ya está –ríe el taxista- Llegamos a su destino.
Perdió la visión en la inmensidad. Una casa enorme, con un aire frío pero sin carecer de un lujo y boato al que él no estaba acostumbrado, captaba su mirada. Enormes escaleras de fierro se alzaban junto a los prados de un verde cansado y deprimido, desprovistos de la firmeza y sinuosidad del césped bien cuidado. Las ventanas dejaban entrar solo poca luz hacia la casa, que se veía lóbrega ante la presencia del armonioso Riverview.
-Qué grande –susurró, sorprendido-
-Ya ve usted –sonríe- Es enorme.
Arturo se despide de quien fue su compañero en este viaje, y decide subir uno a uno los escalones de la oscura escalinata. Apoyándose en el barandal, contempla el entorno del que sería su nuevo hogar… desprendía cierta oscuridad, pero el lujo era incomparable.
Llega hasta la puerta, y se decide a tocar el timbre. En cuanto lo hizo, un sonido extraño llamó para que abrieran la puerta. Pocos minutos después, aparece alguien que atiende al llamado.
-Buenos Días –dice Arturo-
-Buenos Días… un momento ¿Señor Arturo?¿Es usted?
-Sí, el mismo –extrañado ante tal recibimiento-
-¡Vaya! Por favor, pase, me habían mencionado que llegaría el día de hoy.
Quien fue a recibirlo era una muchacha de mediana edad, quizás tan joven como él, con una cabellera negra y brillante color azabache. Sus ojos resplandecían como dos gemas, y su rostro parecía guardar la juventud de las musas y deidades que jamás morían. Él, por su parte, no olvidaría nunca este primer avistamiento. Nunca…
-Bien, en estos momentos no se encuentran los señores, temo decir… lo mismo digo de su prima, la señorita salió temprano a comprar víveres para el almuerzo –sonríe- Quería prepararle algo especial, Señor.
-No te preocupes, puedo esperar. Además, creo que se adelantó mi llegada, pensé que demoraría más recorriendo en el coche
-Entiendo –señala la muchacha- Pues si gusta, puedo enseñarle su habitación, mientras tanto
-Eso estaría bien –le contesta Arturo-
-Bien, acompáñeme
Arturo sigue a la joven de peculiar uniforme, y cruza junto a ella un imponente salón de tonalidades verdosas. Suben una escalera de madera tallada, y pronto llegan a una puerta en cuyo interior se encontraría la habitación del joven.
-Aquí es –le muestra- Cualquier cosa que necesite, no dude en acudir a mí
-¿Y cuál es tu nombre? –le pregunta él, intrigado-
-¡Qué torpe! –se sonroja- Me llamo Esmeralda
-Un gusto conocerte, Esmeralda.
La muchacha le sonríe.
-Me retiro. Ordene sus cosas y póngase cómodo, ya estamos a punto de almorzar.
Entró en el cuarto, y estaba lejos de ser tan cálido como el que tenía en su antigua morada. Sin embargo, tenía muebles tan bellos, que pensó que de a poco conseguiría adaptarse a su nueva residencia. Desempacó sus cosas, y comenzó a registrar la habitación.
No hubo lugar en el que no revisara, con el fin de saber y conocer exactamente el lugar donde viviría, por lo menos unos años.
En un momento, se le ocurrió salir de la alcoba y contemplar todo lo que era el corredor. Había divisado una enorme biblioteca en aquel lugar que le había llamado muchísimo la atención por tal cantidad de libros que poseía. Es entonces, que no demoró en abrir la puerta con mucho cuidado, de la manera en que solo un extraño podría hacerlo en casa ajena, y caminó, sigilosamente, a través del corredor.
La casa era extraña, cada vez se convencía más de ello. Pero un aire interesante bañaba el sitio y cubría toda la curiosidad que Arturo tenía del lugar. Recordaba esos juegos de niños; era una búsqueda, como encontrar el tesoro, el mismo que escondían sus padres para hacer de la tarde de estos pequeños fuera menos tediosa. Podían esconder cualquier cosa, un papel, una moneda, un caramelo, daba igual. No obstante, ahora no sabía qué era lo que buscaba. Solo lo hacía por instinto, o quizás no... sabía en el fondo que algo se le escondía, y poco a poco, descubriría, paradójicamente, que jamás debió descubrirlo.
Pronto y sin traspié, revisa la biblioteca, e intenta tomar un libro.
Mas…
-¿Primo? ¡Eres tú!
Arturo no se da cuenta cuando el libro ya estaba guardado ante tal presión
-¡Vaya, Arturo! Creo que nos hemos visto una vez… ¿no? Porque de veras que no me acordaba de ti
-Un gusto verte, Estela
-El gusto es mío, por fin esta casa se va a alejar del mundo aburrido al que está acostumbrada –ríe-
-Pues me imagino –ríe, falsamente, Arturo-
Estela era bastante gentil y cordial, pensó. Quizás la personalidad de Estela era tan deslumbrante al lado de la suya, que parecía uno más del montón.
-No puedo creer realmente que vengas a vivir con nosotros, hasta me parece raro
-Dímelo a mí
-Pero no dudes en que lo vas a pasar genial. No será una gran metrópolis, pero Riverview tiene mucho que ofrecer en comparación a tu casa en los prados
-Es lo que pensaba –contesta, y luego pregunta- ¿Estudias?
-Sí, Música. A ver si consigo ser algún día una estrella de Rock –ríe- ¿Tú qué te planteas estudiar?
-Ciencias. Creo que va conmigo
-Ya lo creo –ríe- Mmmm… creo que es hora que bajemos. Ya le dejé algunos víveres a Lucía y Esmeralda, y mis padres deben estar por llegar.
-Está bien, vamos –accede-
Bajan las escaleras, y llegan al comedor por un pasillo largo, que finalmente, conducía a la cocina de la casa.
-Asiento, Arturo. Ya servirán la comida, debes tener hambre.
-Los Señores vienen en camino –interrumpe Esmeralda- Dijeron que en cinco minutos ya estarían aquí.
-Gracias por avisar, Esmeralda, ya puedes servir. Lucía, por favor, recibe a mis padres en cuanto lleguen
-Como diga, señorita
Esmeralda estaba a punto de servir ya, cuando suena el timbre con la extraña melodía que Arturo ya había oído.
-Deben ser ellos –exclamó-
Lucía, la otra empleada del hogar, caminó rápidamente para abrirle a los señores de la casa. En cuanto la puerta rechinó al abrirse, dejó caer un buenos días. No obstante, ellos no respondieron y solo avanzaron hacia el comedor.
Se escuchaban sus pasos, como una marcha, perfectamente coordinados. Ambos atravesaron el arco que separaba el comedor del corredor, y tanto Estela como Arturo les saludan
-Padre, Madre, ya llegó Arturo
-Buen día –les dice, intentando ser cálido-
Ellos no responden. Parecía extraño, porque lo contemplaron pasmados, sin articular palabra alguna de saludo o cordialidad. El viento se oía sonar fuera de la casa golpeando el tejado, y ni con aquellos ruidos, saludaron al recién llegado. Era un segundo. Un instante eterno en donde todo lo predestinado por las cartas sería arrojado…