Querida Inex:
No sé cómo decirte esto, pero no me gustas. Cuando me cambié de zapatillas para jugar al tenis debajo del autobús te vi sentándote en el monje loco. Estoy seguro/a de que eres lo suficientemente cobarde como para entender que estoy abierto/a. Voy a devolverte tu anillo, pero seguiré guardando tu carta de suicidio como recuerdo. También deberías saber que nunca te gustó tu odio al Real Madrid.
Mucha suerte con tu fuga de la prisión, Mass Hysteria.