Creo que ya va siendo hora de seguir con esto.
Aquella noche no dormí. El hecho de estar en un hospital ya era bastante para mantenerme despierto normalmente, pero saber que mi hermano había sido atacado, me ponía de los nervios. Aquello me demostraba que nadie estaba seguro en Ariki Town. Porque aunque no hubiese pruebas, yo lo tenía claro. El atacante de mi hermano era el mismo que había mutilado y desmembrado a Frank McCloud, estaba seguro. Además, por si fuera poco, al cabo de un rato de estar en el hospital, mientras atendían a Dent, el doctor Healer me había abordado por los pasillos. Acababa de llegar al hospital y estaba empapado de arriba abajo, lo que sumado a su nivel de excitación por el caso, le daba un aire de cine negro. Pero lo que me consternó no fue su facha, sino lo que me contó sobre la intervención de McCloud. Al parecer los cirujanos, cuando abrieron la boca de Frank, descubrieron que “Jack el mutilador” había hecho su trabajo realmente a conciencia. Si había alguna esperanza de que Frank nos contase lo que había ocurrido con su propia lengua, el muy psicópata la había arrancado. En resumen, a Frank le faltaban los antebrazos, los labios, los genitales y ahora la lengua. El amante perfecto, vamos…
Todo eso, sumado al evidente entusiasmo que el doctor Healer manifestaba por la “obra” del psicópata al que andaba buscando y que ya había atacado a dos personas, una de ellas mi hermano, hizo que se me pusieran los pelos de punta por primera vez desde que había encontrado al maltrecho Frank.
Estaba especulando acerca de lo que el doctor Healer me había contado en nuestro último encuentro cuando volvió a aparecer ante mí, esta vez acompañado por otro médico. A diferencia de Jack Healer, joven, lampiño, delgado, de pelo negro y ojos verdes, este era más bien madurito, con barba, entrado en carnes, pelo canoso y escaso, y ojos marrones. Parecían auténticas némesis. ¿Eso me convertía en Miss Marple y me haría viajar a Inglaterra?
—Sheriff Hazen, le presento al doctor Eric Sigmund— anunció el doctor Healer con su típico tono entusiasta—. Es el jefe del departamento de psiquiatría.
—Ah…— respondí imprimiendo en mi monosílabo toda la indiferencia posible.
—El doctor Sigmund se ha interesado por el caso y está elaborando un perfil psicológico sobre nuestro criminal.
— ¿Nuestro?
—Jack el…
—mutilador, lo sé— le interrumpí. ¿Quiénes de la prensa eran los que se dedicaban a poner apodos a los criminales? Porque se habían lucido—. ¿Y en qué se supone que puede ayudar ese perfil psicológico en la investigación de mi criminal?— pregunté intentando acentuar lo máximo posible el pronombre posesivo.
—Verá sheriff Hazen, los perfiles psicológicos hoy en día sirven de gran ayuda en las investigaciones policiales. Ayudan a los investigadores a comprender las motivaciones del criminal, sus patrones de conducta e incluso en algunos casos puede prever las acciones futuras del sujeto— explicó el doctor Sigmund. Su tono era cordial, pero al menos no me lo explicaba como si me tratase de un niño de cinco años, y la verdad es que el jodido loquero parecía poseer una herramienta que me podía servir de gran ayuda a la hora de pillar al hijo de puta que le había arrancado las orejas a Dent.
— ¿Y? ¿Qué dice ese perfil? ¿Quién es nuestro criminal o quién es su próxima víctima?
—Bueno, el informe no es tan preciso como para saber esas cosas, pero si hay datos precisos sobre el sujeto. Al parecer se trata de un individuo muy meticuloso y paciente, posiblemente poco impulsivo aunque sí muy agresivo— me explicó el psicólogo. Todo aquello lo podía haber deducido yo, de hecho ya lo había hecho, solo con prestar un poco de atención al caso, pero esperaba que aquello me deparara sorpresas, así que escuché—. El doctor Healer comenta que se requiere gran habilidad como cirujano para llevar a cabo las “operaciones” que el agresor realizó sobre el señor McCloud o un gran conocimiento anatómico para provocar las heridas que le provocó a su hermano: jamás recuperará el oído, pero las heridas son limpias y no han dañado ninguna otra parte del cuerpo. Ni siquiera los músculos. La teoría es que se trata de un aspirante a cirujano frustrado que quiere demostrar sus habilidades llamando la atención de alguna manera. El problema es que parece elegir a las víctimas al azar.
—Al azar…— susurré. Algo en mi interior me decía que Dent no había sido elegido al azar. Ese cabrón sabía que mi hermano me había estado ayudando en el caso y por eso lo había elegido, por lo que empezaba a plantearme que el siguiente podía ser yo.
—Sí, las únicas relaciones entre ambas víctimas es que son varones caucásicos y de la zona, lo que a decir verdad es poco teniendo en cuenta que por aquí hay poco afroamericano, por no hablar de otras razas, y tampoco es que suela haber mucho forastero— expuso el doctor Eric Sigmund—. Que haya atacado a hombres nos puede indicar que el atacante sea también varón, pues hace falta cierta fuerza para atacar a dos tipos como Frank McCloud o a su hermano que es policía. Por lo demás, las dos víctimas parecen no estar relacionadas. Una es un tipejo de mala reputación en el condado mientras que el otro es el ayudante del sheriff. El primero no ha echado raíces definitivamente en el condado, siempre ha estado dando vueltas entre su pueblo, Ariki City y otros lugares de fuera, mientras que Dent ha vivido siempre aquí. Por lo que sé no frecuentaban ni las mismas personas ni los mismos lugares. Eran como la noche y el día, así que no puedo saber que rasgo tienen en común para que el atacante los haya elegido. A mi entender, cualquier varón blanco del condado es una víctima en potencia.