Ed DLos Grox se acercaban. El escuadrón de Cazadores navegaba a toda velocidad hacia el sistema Stroy, su sistema natal. Se encontraba aún a un pársec de distancia, con un escuadrón de cazas Grox siguiéndoles de cerca, más un crucero de combate que habían dejado atrás hacia poco.
La batalla por Yaio V no había salido bien. Los Grox ganaron.
Ed y su escuadrón eran los únicos supervivientes.
Ed y su escuadrón, o lo poco que quedaba de él, llevaban horas siendo perseguidos, cruzaron por muy poco el muro de naves que cubría Yaio V. Sólo ellos cruzaron. Y escaparon.
Se acercaban al sistema Stroy. Ares, el planeta exterior del sistema, era visible en las pantallas. Los Grox disparaban un mar de lásers morados; Ed y los otros cuatro cazas de su escuadrón los esquivaban a duras penas.
Escudos a veinte por ciento. Daños leves en el motor y el sistema de oxigeno.
Pasando el gigante gaseoso Ares, una de las naves no soportó más. Un impacto en la parte trasera hizo explotar el motor, abriendo una gran brecha en la cámara del piloto, que se descomprimió y expulsó por la brecha todo lo que se encontraba en el interior. Incluido al piloto.
Ed vio como uno de sus mejores amigos se deshacía en el espacio como un montón de arena al viento, sin que él pudiera hacer nada por evitarlo.
Esquivaba los lásers como podía, había perdido ya cuarenta y seis naves desde la batalla. Se acercaban a Ost, el cuarto planeta de Stroy. Su planeta era el tercero. Addtrio.
Pasaron el cuarto planeta. Ahora sólo tres cazas formaban el escuadrón.
Una luz en el panel de mandos de las naves se iluminó. Una gran cantidad de energía había sido liberada. Detrás.
-Lo has visto? Preguntó Ioddes, desde el comunicador de su caza
-Por supuesto –Ed hizo una breve pausa, para esquivar otro láser- el panel indica que se dirige a... a...
-A Addrio!
Los cazas Grox se dispersaron de repente. Una gran bola morada, del tamaño de una ciudad por lo menos, adelantó a los cazas. Ed y Ioddes lo miraron con asombro mientras pasaba a tres kilómetros de distancia. Por su tamaño, parecía pasar mucho más cerca.
-Qué puede ser? Todos los cazas se han ido de repente... –observó Ioddes, preocupado- desde luego es un arma. Lo resistirán los escudos de Addrio?
-Eso espero.... Hasta ahora han resistido todo lo que se les ha disparado.
Addrio inició sus escudos inmediatamente, en cuanto los sensores detectaron la explosión de energía, desde el exterior del sistema.
Los cazas Grox volvieron, la danza de disparos comenzó otra vez. Pero Ioddes y Ed eran buenos pilotos, y, después de ocho horas esquivando conocían bien que patrón seguían los Grox al apuntar y disparar.
Dos horas después, la bola llegó a Addrio. Los escudos que recubrían al planeta explotaron como si fueran un cristal golpeado por una piedra. Todos los Addrios (nativos del planeta Addrio) contemplaron como los escudos explotaban, y la bola continuaba su camino. Hacia Estebada, la capital.
A medida que se acercaba al suelo –y los habitantes se atascaban en las calles para salir de la ciudad-, el calor aumentó. Cuando tocó el edificio más alto, éste se derritió. La bola no disminuyó su velocidad. La bola chocó contra el suelo, varios edificios cayeron por el impacto. Tampoco paró.
Poco después de atravesar el suelo, la corteza –del planeta- alrededor del agujero empezó a resquebrajarse. El interior del planeta Addrio salió por el agujero.
Ed vio como su planeta se resquebrajaba y se convertía en un mar de lava hirviente. Más de tres mil millones de Addrios se derretían ante los ojos de los dos únicos supervivientes de su raza. Su familia, su casa, su vida, se derretían ante sus ojos. Su hermana pequeña, Lada, llevaba cinco años pidiéndole que la dejara subir a su nave. Ed le había prometido que cuando la guerra terminara. La guerra había terminado, hoy Lada tendría la oportunidad de subir a su nave. Era una buena piloto, en los simuladores había demostrado mucha destreza a los controles de un Cazador.
Los cazas Grox seguían disparando, Ed volvió a la realidad, con gran dificultad.
Pero no Ioddes no.
Uno de los disparos alcanzó su nave, el sistema de aire falló, la nave entera se apagó. Ed aceleró su nave todo lo que pudo, para no ver cómo su mejor amigo moría. Antes de qué Ioddes muriera por asfixia, su nave fue alcanzada otra vez. Estalló.

Se acababa el combustible.
No tenía a donde ir.
Los Grox se acercaban.
Navegó en línea recta durante al menos media hora, acercándose al gigante gaseoso Tunes, casi sin darse cuenta, esquivando los lásers Grox de manera casi automática. No tenia a donde ir, su planeta natal no existía ya. Las pocas colonias que había desperdigadas por el universo estaban demasiado lejos. Y se acababa el combustible...
Pero debía sobrevivir, pensó. Sólo, aunque fuera para vengarse. Pero tenia que sobrevivir a aquello.
Ese pensamiento le dio nuevas fuerzas, un objetivo en la vida, tras haber perdido su vida. Le dio claridad a su mente, pudo pensar mejor.
Un plan se formaba en su mente. Siguió esquivando lásers durante un tiempo, virando un poco hacia la derecha para no acercarse demasiado al sol. Y, de paso, acercarse más a Tunes
En un momento dado, muy cerca de Tunes, giró bruscamente la nave, pero sin cambiar el rumbo. Se puso de cara a los Grox. Disparó.
Los Grox, desprevenidos, no tuvieron tiempo de esquivar los disparos de Ed, y éste destruyó a tres de ellos en menos de dos sectundos, antes de volver a su posición original y seguir esquivando los lásers de los otros dos que quedaban. Repitió la maniobra otras dos veces, derribando a otro caza Grox en una de ellas.
Ed era muy buen tirador.
Ya en la órbita de Tunes, el indicador de combustible mostraba que sólo quedaba combustible para una hora. Más que suficiente, pensó Ed.
El caza Grox seguía detrás, le era imposible alcanzar con sus disparos a Ed y su nave. Ed viró hacia abajo, hacia el planeta Tunes.
Bajó, bajó, bajó, se internó en la atmósfera de Tunes con el caza Grox detrás. Remolinos marrones de viento le rodeaban, abajo no se veía más que negro, arriba no había más que el cielo color marrón claro. Ed ejecutó su última maniobra, volvió a girar hacia atrás y disparó otra vez al caza Grox. Lo alcanzó en un ala.
El combustible se acabó, la nave Cazador empezó a caer por su propio peso al planeta, seguida por el Grox, que tampoco podía controlar su nave.
Cayeron, cayeron, cayeron... Hasta que Ed vio al fin lo que esperaba ver.

El planeta Tunes no estaba formado totalmente por gases, dentro de esa gran masa de aire se encontraba un pequeño planeta, de tamaño poco mayor que el satélite de Addrio. Un planeta inhabitable, por supuesto, pues la presión en su superficie superaba las ochenta atmósferas Addrianas.
Pero era un buen lugar para esconderse.
Las dos naves “aterrizaron” en el planetoide, el caza Grox fue destruido al caer en picado contra el durísimo suelo. Ed tuvo más suerte, aterrizó en una pequeña ladera, muy inclinada, lo suficiente para que la nave, pese a caer casi verticalmente, se posara sobre ella con relativa suavidad. Se deslizó a por lo menos ochocientos kilómetros por hora, velocidad que fue disminuyendo cuando la ladera se acabó y a nave se deslizaba por el rocoso suelo. Piedras de todos los tamaños saltaban delante de la nave mientras se deslizara, con muchísimas turbulencias, por el suelo, hasta que por fin paró. Por suerte su nave era muy resistente.
Bueno, se había salvado; los Grox no lo encontrarían allí. Los Aylers tampoco, por suerte. No les gustaban los suelos duros y poco moldeables, por lo que no podrían hacer sus típicos túneles cuando llegaran. Había tenido suerte, pensó.
Suerte, teniendo en cuenta lo ocurrido hoy, por no recordar que se encontraba atrapado en un gigante de gas, sin combustible, sin comida, y sin nadie –pero nadie- que viniera a buscarle...
Pocos días después, la falta de oxigeno en la nave –el sistema de aire fallaba mucho- le hacia delirar. Creyó ver, por la ventana de la nave, una gigantesca araña de metal.... pero no hecha con planchas de metal, sino como... como.... miles de varas.... unos ojos rojizos le miraron desde muy lejos, entre la niebla marrón.... ese mar de varillas de metal le miraba.... ¿o le apuntaba con un arma...? La araña de varas de metal desapareció entre la niebla....
Unas horas después creyó ver un pequeño resplandor en el cielo. Rosado, parecido a la bola que había destruido su mundo. La luminosidad del resplandor empezó a aumentar...
Medio dormido, medio despierto, medio muerto, media hora después vio cómo una especie de onda arrastraba todas y cada una de las nubes del cielo... Su nave se elevó en el aire, las rocas del suelo volaban ahora a su alrededor... Sintió un golpe en la nave, vio como una de las rocas entraba por una brecha...
Todo parecía como un lejano sueño...
...mucha suerte, amig.....................osa de la vida..............el único de tu e.........Grox exterminaron...........lonias, todas............................cial, muy especial............Te llevaré con un.... tambien especial........ él te dirá......................gran peligro..................... fin de lo conocido................................nscripciones...........de Imperios......évolos........................ellos te ayudarán.
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Una gran máquina, de ocho patas larguísimas y una gran esfera alargada por cuerpo le miró desde la niebla. Sus ojos rojos, mecánicos, eran apenas distinguibles en aquel mar de varas y placas que se alejaba. De repente, el mar de varas pareció colapsarse y se convirtió en una semiesfera, perfectamente visible, grisácea, muy lisa, e inmóvil.
Miró al cielo, un resplandor rosado destacaba entre aquellos remolinos.
Ter se despertó, temblando, en su camarote. Frip le miraba preocupado desde los pies de la cama.
Lo acarició, cogió entre sus brazos y se volvió a tumbar, intentando olvidar aquella pesadilla. Cuando estaba a punto de dormirse, con Frip encima, se levantó otra vez, con tal fuerza que tiró al pobre Frip de la cama.
¿Pesadilla?
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La gigantesca araña de metal contempló desde la inmensa llanura como dos objetos caían hacia la superficie entre aquellos remolinos marrones. Los millones de triángulos de metal que la componían formaban una estructura circular, alargada, con ocho fuertes patas sosteniéndola en el suelo. Sus más de mil toneladas evitaban que saliera volando con aquel viento irritante. Comenzó, pesadamente, a dirigirse al lugar donde los extraños objetos habían caído.
El viaje le llevó varios días, pues los objetos habían caído muy lejos, más allá del horizonte.
Cuando llegó, sólo uno de los objetos estaba. Del otro no había rastro.
Se encontraba a tres kilómetros del objeto cuando vio un resplandor azul-morado en el cielo. El Sistema Central le informó de que se trataba de los restos de la explosión de la galaxia K-0923. El Sistema aconsejaba protegerse, pues la onda expansiva era muy potente. Aunque no debía preocuparse por la nube de radiación, sólo afectaría –negativamente- a los seres orgánicos.
Los millones de fragmentos triangulares que formaban su cuerpo cambiaron de posición, convirtiendo a la araña en un mar de objetos brillantes, mientras los triángulos encajaban entre sí para formar una semiesfera protectora. Los ojos, formados también por triángulos, no se reencajaron, sino que continuaron mirando a la nave, curiosos. Por fin, cuando la semiesfera estuvo preparada, sus ojos se metieron dentro, cerrando la semiesfera herméticamente.
Todos los fragmentos que la conformaban poseían pequeñas vías, rieles, sobre los que podían deslizarse otros fragmentos, por lo que podía transformarse en lo que quisiera.