Elijah se estableció en el nuevo barrio con todos los ahorros que tenía. El terreno que compró era enorme, por internet parecía más pequeño. Lo vio tan vacío que le puso de mal humor...
No podía seguir viendo eso tan muerto, así que compró un bonito sauce y una estatua de esas de estilo grecorromano. Pero cuando se dio cuenta se había quedado con 0 simoleones en el bolsillo; iba a ser difícil progresar...
Se puso a caminar por el barrio y llegó a lo que le pareció el centro, una plaza alargada enfrente del ayuntamiento. Se sintió solo.
La gente con la que se cruzaba no parecía gustarle demasiado, él sabía que su aspecto no causaba buena impresión, pero tampoco le importaba mucho.
Continuó andando hasta que llegó a un río, donde divisó un edificio que le llamó la atención. Le recordaba a los de su antiguo barrio.
Decidió entrar. Dentro, se encontró con una mujer que le ofreció un puesto de trabajo como señuelo, formando parte del mundo criminal. El sueldo no era mucho, pero pensó que era lo único a lo que podía aspirar.
Tras aceptar su nuevo trabajo, fue a la piscina que estaba al lado. Había bastante gente pero no habló con nadie. Tampoco nadie habló con él.
Empezaba a sentir hambre. No había comido desde que llegara por la mañana y no tenía nada de dinero, así que se puso a buscar comida por el barrio.
No encontraba nada, no había zonas de picnic y ni tan si quiera le bastaba para comprar unas salchichas para hacerlas en la barbacoa de la plaza. El hambre le estaba empezando a invadir.
Pero de repente apareció un coche tras él del que salió una mujer mayor. Parecía llegar a su casa.
Elijah, desesperado, fue a saludarla y a explicarle su situación. Tenía mucha hambre y cualquier cosa le bastaba.
Mientras trataba de convencerla, pasó una chica por detrás que le llamó la atención. Supuso que era su hija.
Al final, la señora accedió a darle algo para cenar. Elijah se comió una sopa calentita que le supo a gloria.
Con el estómago lleno, su siguiente preocupación era saber dónde iba a dormir. Había pensado preguntarle a la señora si le importaba que pasara la noche, pero ni si quiera le dio tiempo: la hija le echó de casa casi a patadas.
Elijah estaba enfadado consigo mismo y deseó estar en su casa metido en su cama. No pudo evitar tirar la basura de la familia que le había dado de cenar.
Al final, vio un banco justo enfrente de donde estaba y decidió que ese sería el lugar donde pasaría la noche. Tampoco tenía muchas alternativas...