Gracias a todos por los comentarios. Bueno, la aventura de los chicos en el bosque ya esta durando mucho, asi que va siendo hora de acabar.
19 – Un segundo tesoro Caminaban en completo silencio. Todos estaban destrozados por lo ocurrido. Continuaron andando de aquí para allá, pero lo único que hacían era perderse más.
Naethar – Voy a subirme a ese árbol a ver si veo algo.
Subió a la copa de un árbol enorme, pero no veía la salida. Da igual a donde mirara, solo había bosque.
Entonces oyó un potente rugido. Se giró para ver a una criatura parecida a un dragón que se dirigía en picado a por él.
Naethar - ¡CORRED!
El dragón (os hacéis una idea de sus dimensiones) Naethar bajó de un salto, justo antes de que el dragón arrancara la copa de cuajo. El cristal hacía rato que había dejado de brillar, así que no podían hacer nada contra ese impresionante animal. Salieron corriendo, el dragón les seguía muy cerca del suelo. Los árboles no parecían detenerle lo más mínimo, los destrozaba a su paso sin ningún esfuerzo. Estaba a punto de darles alcance.
Naethar – Tenemos que acabar con él. No volveré a huir.
Eressie – No seas estúpido. Si te pones en su camino acabarás como esos árboles.
Naethar – Solo necesito subirme sobre él y clavarle la espada.
Symat – Tenemos un problema. ¿Cómo piensas subirte sobre él?
Ni él mismo lo sabía. Era demasiado grande para sobrevolarlo. El dragón se acercaba más y más, y estaba listo para sentenciar con una dentellada.
Pero en ese momento una enorme pantera (distinta a las anteriores) se abalanzó sobre el monstruo, intentando detenerlo. Alguien bajó del animal.
Anvost – Perdón por la tardanza.
Naethar - ¡Anvost! ¡Estás vivo!
Todos se alegraron mucho de ver que estaba bien, pero no había tiempo para celebraciones.
Symat – ¡Vamos, ahora puedes subir!
Mientras las dos criaturas luchaban, Naethar escaló un árbol y se soltó para caer sobre el dragón. Este, al notar que se había subido, salió volando hacia arriba casi verticalmente. Naethar se agarró con fuerza a una de las púas de su espalda, y con la otra mano desenvainó su espada. Listo para clavársela, el dragón cambió de dirección bruscamente, y se dirigió en picado hacia abajo. Naethar consiguió mantenerse agarrado, pero el giro provocó que se le cayera la espada. Casi cuando llegó al suelo, el monstruo giró y continuó avanzando a ras del suelo, destrozando los árboles. Naethar se cubrió la cara con un brazo para evitar que algún escombro le diera.
Los demás le miraban impotentes. Naethar no sabía como bajar ni derrotarla. Justo entonces, se sacó el cristal del bolsillo, que volvía a brillar. Sonrió.
Naethar – Ahora sí.
Le golpeó, desestabilizándola y haciéndole caer. Para mala suerte, que resultó caer arrastrándose por un barranco. Como llevaba el cristal, apenas se hizo daño (una caída así le habría matado). Los demás se apresuraron en ir a buscarle.
Estaba un poco dolorido, pero no tenía nada grave. Cuando puso la mano en el suelo, notó una textura extraña. Era arena. Desvió la vista al suelo. ¿Qué pintaba la arena allí? Debía estar en un desierto. O una playa. Levantó la vista poco a poco. Más arena, y a pocos metros, una gigantesca masa de agua que se extendía hasta el horizonte. Miró a los lados, más agua. No podía contener la emoción.
Los demás le miraban desde lo alto del barranco.
Eressie – ¡Naethar, estás bien!
Naethar – ¡No podía estar mejor! ¡Mirad hacia delante!
Finalmente lo habían conseguido. Habían llegado hasta el final, allí donde acababa la tierra.