
Gracias, bien:
Volvemos al presente (ese si está asegurado

) y a Ter, Lhaias y su espada:
El bosque entre cenizas [parte 2]
Ter se quedó mirando la espada con cara de tonto. ¡No pretendería Lhaias dársela!
La espada era bastante ancha, y grande, de algo menos de un metro de largo; gris, sin brillo, con la empuñadura dorada. Dibujos de todo tipo de reptiles estaban grabados en ella.
-Es tuya.
Ter miró a Lhaias con cara de burla.
-¿Una espada? ¡Mis Garras –mostró las Garras de Acero que llevaba enganchadas a sus muñecas- me sirven mejor! ¡Es muy grande! Pesaría demasiado. Además –sacó una pistola de uno de los bolsillos de su cintura– prefiero las armas a distancia.
Lhaias, con la velocidad del rayo, cogió la espada en posición de combate y la acercó al cuello de Ter. Ter ni la vio venir, un escalofrío recorrió su cuerpo cuando la fría espada tocó su vulnerable cuello, y se apartó. Lhaias dio una gran bofetada a Ter con la parte roma de la hoja de la espada, lo que lo mandó por los aires. Cuando Ter aterrizó, asombrado, Lhaias, que no se había movido, pronunció unas palabras en un tono muy peligroso.
-Aprenderás como es tu arma sufriendo su ataque.
Lhaias se lanzó a toda velocidad hacia Ter, que dio un salto bajo hacia un lado, medio sectundo antes de que la espada de Lhaias cortara la tierra tras él.
Justo al aterrizar, Ter vio atemorizado como Lhaias estaba junto a él.
-¡Defiéndete de tu propia arma!
Lhaias lanzó otro mandoble a la cara de Ter, este, sin tiempo a saltar, se protegió con las Garras de acero de sus muñecas. Las Garras de Acero salieron volando, hechas añicos. Ter aprovechó para saltar. Cuando aterrizó, sacó inmediatamente su pistola y disparó a Lhaias en un pie. Lhaias, que ya corría hacia él, interpuso la hoja de la gran espada en la trayectoria de la mortal bala de plasma. La bala rebotó y dio contra el suelo, donde hizo un pequeño agujero. Lhaias lanzó otro mandoble, siempre con la parte roma –plana- de la hoja de la espada. Ter volvió a saltar, alejándose de la espada y de la loca de su poseedora. Lhaias lanzó la espada con fuerza hacia Ter, mientras éste estaba todavía en el aire. La lanzó de manera que cuando la espada golpeó a Ter en la espalda, lo golpeó con la empuñadura. Ter soltó un rugido de dolor y cayó más lejos de donde había previsto, desequilibrado totalmente, dolorido por el golpe, y, al borde del precipicio que marcaba el fin de la casa de Lhaias.
Lhaias cogió la espada con una velocidad asombrosa y, antes de que Ter se levantara, la apoyó en su cuello.
Ter se rindió: -Vale! Vale, es muy buena...
Lhaias apartó la espada, Ter se levantó, bastante dolorido, pero sin ninguna herida. Sólo golpes.
-¡Pero tú eres mejor, por lo que veo! –continuó en tono enfadado, mirándola de frente.
Lhaias no dijo nada, sólo ofreció la espada a Ter por la empuñadura. Sólo cuando este se atrevió a cogerla empezó a hablar.
-Fue construida por unos seres místicos hace hoy mil años, junto con el talismán que cuelga de tu cuello. Fue construida para el ser que liberaría a su civilización de las máquinas, para un Héroe, como no. Su estructura es de Adiminio puro, por lo cual, como puedes observar –Ter balanceaba la espada de un lado a otro, y daba mandobles al aire- es muy resistente. También es muy pesada. Cercenará con más facilidad la cabeza de tus enemigos.
Ter dejó de dar mandobles en el aire y miró a su reptil instructora, serio.
-Eh, no, no pienso hacer eso. No me gusta ver volar la sangre.
-Es lo que deberás hacer si deseas sobrevivir y cumplir tu misión, Ter. El camino que estas recorriendo estará lleno de peligros y desgracias.
-Eso ya lo sé, pero... un momento, ¡no es con seres orgánicos con quien voy a luchar! Son máquinas...
-Ya no.
Ter se sorprendió.
-¿Cómo que no?
-Están aprendiendo a utilizar a los seres vivos en su beneficio, Ter. –Lhaias se acercó a un paso de Ter- Ten muy en cuenta que son máquinas, calculadores perfectos y sin sentimientos. Tostadoras armadas. No se detendrán ante nada ni nadie, no temen a nadie. Te arrancarán la cabeza con sus propias manos si les dejas.
Ter se quedó pensativo.
-Vale, vale, lo he comprendido. Pero.... ¿Una espada? –Dijo mirando a la espada que tenia en su mano- Hay armas mucho mejores que una espada, estos artilugios se utilizaban entre mi gente cuando todavía vivíamos en chozas de cobre y hierro...
-Es mucho más que una espada. A su debido tiempo, sabrás que más usos tiene.
Ter se enfadó bastante al oír esa frase.
-¿¡Pero es que no me pensáis decir el uso que tienen los artilugios que me dais!? Con Frip, ¡Spora me dijo lo mismo! ¡Nadie me ha dicho para qué sirve la cosa esta! –dijo levantando el talismán de su cuello
-¡Nadie te lo ha dicho porque eres tú el que debe descubrirlo! –Lhaias se acercó aun más a Ter, obligándole a retroceder- ¿No has descubierto todavía que Frip es un buen amigo? ¿Ni que puede servirte de montura si así lo necesitas? ¿Y que hay del talismán? ¿No brilla con luz morada cada vez que los dioses te otorgan un poder? ¿No se calienta al utilizar ese poder? ¿No te has dado cuenta todavía que los colores de tu amigo, tu talismán y tu espada coinciden?
Ter miró la espada. No tenía color morado.
Lhaias se la quitó de las manos y atizó un golpe al suelo con ella. La levantó rápidamente. La espada brilló con una luz morada un segundo, sobra decir que en el suelo se abrió un tajo bien apreciable.
Ter se sorprendió, no se había dado cuenta antes. Aunque, claro, antes no tuvo tiempo para darse cuenta, entre los mandobles de esa loca instructora...
-Todos fueron creados para un mismo ser. Tú. Y todos fueron construidos con un mismo fin.
Ter dudó.
-¿Acabar con los Aylers?
-¡Ayudarte en tu misión! ¡Esos objetos sin ti no serian nada!
Una figura apareció volando tras Lhaias. Ter la miró. Lhaias notó el terror en la cara de Ter y se dio la vuelta, para mirar a aquel ser. Alado, cuadrúpedo, y malherido.