"La historia de Lexington que no quieren que sepas",
por Matt J. Adams (
La otra cara de América,
Teorías de la conspiración: ¿realidad o leyenda?), Central Breukelen 19-09-2011.
Cuando me propusieron unos amigos escribir un artículo sobre la historia de nuestra amada ciudad me quedé algo perplejo. Soy historiador, sí, y me dedico a investigar acontecimientos pasados, pero, ¿quién hoy en día no conoce los orígenes fundacionales y evolución posterior de LC? Caramba, ¡si incluso tenemos una asignatura durante la educación primaria y secundaria
sólo acerca de ello! Es más, como buenos patriotas no es que sólo sepamos, si no que deberíamos saberlo. Pero luego me quedé un rato pensándolo y me di cuenta de ello: dado que siempre hemos mamado lo mismo desde que teníamos 4 años, es muy fácil que todos aquellos acontecimientos hallan sido alterados por parte de nuestros dirigentes con el objetivo de "adoctrinarnos" o sabe Dios qué otras cosas... o si no alterados, interpretados y reinterpretados de alguna forma distinta o sesgada, por así decirlo. Y entonces me asaltó una duda, eh tío, ¿somos tan patriotas por nuestra propia genética o es que nos han lavado el cerebro de alguna forma? Y por eso me puse a investigar, con la finalidad de sacar algo en claro. Porque este es un país libre, ¿no? O al menos eso dice nuestra Constitución...
Bueno, pues en los días y semanas que siguieron a aquel momento de duda me puse como loco a consultar tomos históricos, notas de prensa desfasadas e incluso mis antiguos libros de la escuela, con el objetivo de esclarecerme las ideas. No hallé absolutamente nada fuera de lo común, pero, y aquí viene el gran pero, si bien la censura no explícita existe, me adentré en aquel lugar donde absolutamente nadie puede limitarnos: internet. Y buscando y buscando encontré a un erudito de la materia que lleva toda su vida buscando resultados e investigando sobre la historia de nuestra grandiosa ciudad, un historiador cuyo nombre, por motivos de seguridad, no escribiré aquí. No me quiero imaginar de qué podría ser víctima este buen hombre si publicara en un libro todos los escalofriantes y realistas datos que ha ido acumulando durante todos estos años. Sin embargo, después de entrevistarme con él y de revisar una y otra vez todos los documentos y pruebas que me aportó, estoy cada vez más convencido de que sus teorías tienen sentido y muy posiblemente pudieran haberse dado en la realidad. La historia que os voy a contar no está llena de grandes batallas, trabajadores lexintinos que llevaron la gloria a nuestra ciudad gracias a sus sabias labores de gestión e innovación, no, la historia que os voy a contar es una historia oscura y sangrienta, dominada por el único poder que hoy en día es aclamado y venerado en LC, y que es una de las máximas que rigen nuestro país: el poder del dinero.
La historia de nuestra ciudad no se remonta solamente a su fundación, si no que comienza con el poblado de indígenas que se instalaron en lo que hoy conocemos como la isla de Richmond. Este pueblo vivía en un sistema atrasado y escasamente dominado por la tecnología, donde el descubrimiento de la agricultura ya era considerado un gran avance y que, teniendo grandes cantidades de oro, simplemente lo usaban para fabricar sus utensilios y no para comerciar con él. Dicho esto, su forma de comercio era el simple trueque, el cambiar algo por algo. Este pueblo no se había asentado totalmente, si no que era nómada, iba de un lado a otro trabajando la tierra hasta que esta se agotaba. La llegada de los europeos, durante el siglo XVII, provocó un cambio radical en sus vidas.
Estos llegaron con ansias de poseer las mismas riquezas que siglos atrás habían encontrado los españoles en el Nuevo Mundo, y pese a que al principio fueron tratados hospitalariamente y les fue dada gran cantidad de oro en obsequios por parte de los indígenas, los holandeses les pagaron despojándoles de sus tierras a la fuerza, si no asesinándolos. Su codicia era tal que les obligaron a trabajar en las minas de oro tan cruelmente hasta que se agotaron, sin importar cuántos de los nativos murieran en la tarea, debido a las condiciones infrahumanas que soportaban. Ni siquiera podían mezclarse con los europeos, los cuales los consideraban no sólo como seres inferiores, si no como que cuyo destino era servir al hombre blanco. Según un documento que ahora mismo tengo en la mano, una carta del almirante Ewen Van der Vaart a sus autoridades en Ámsterdam, se les describe literalmente como "
seres infrahumanos con costumbres rudimentarias y atrasadas, adoradores de dioses paganos mediante sacrificios de sangre (...) que deben de ser contenidos y eliminados de la faz de la tierra por mandato de Jesucristo". Los holandeses lograron su propósito, puesto que la última generación de indios americanos de tribu wehtur desapareció a finales de 1690. Sin embargo, para entonces ya otros individuos habían aparecido en escena.
Los británicos llegaron con el objetivo de conquistar la colonia holandesa en 1661, pero, a pesar de la creencia popular y de cómo se relata en los libros de historia, los colonos opusieron una férrea resistencia que obligó a los ingleses a retirarse varias veces del campo de batalla. Según datos oficiales de tomos históricos la Biblioteca Nacional de Ámsterdam, aproximadamente 900 holandeses hicieron frente a 3.000 de los soldados británicos y vencieron en repetidas ocasiones, la más humillante con la destrucción de parte de la flota inglesa que se encontraba en dicha misión. Finalmente, tras ser sometidos a un bloqueo repetido, los colonos tuvieron que rendirse en 1664 debido a la falta de víveres, la aparición de enfermedades infecciosas y a revueltas sociales. Sin embargo, aunque la base colonial cambió de manos, el nivel de vida de los nativos americanos se vio incluso si cabe más reducido, hasta llegar a puntos de esclavitud. Pronto los nuevos colonos y terratenientes procedentes de Inglaterra, Gales y Escocia comprobaron lo rentable que era tener esclavos que se dedicaran a las actividades productivas, y pronto participaron del comercio triangular que traía nuevos siervos de África para servir en las plantaciones, minas y crecientes manufacturas que empezaban a aparecer en la ciudad. El tranquilo pueblo poco a poco fue creciendo. Su nombre era Lexington, impuesto por el general inglés que venció a los holandeses. Las crónicas lo presentan como un hombre cabal, sensato, un tenaz estratega, sabio y multitud de buenos adjetivos más, pero según me consta el hombre era mujeriego, maltratador y adicto al alcohol, impulsivo y solamente obtuvo el éxito en sus campañas debido a que tenía el don especial de saber rodearse de gente inteligente. Lexington se burlaba de los filósofos franceses y de aquellos que empezaban a propugnar la democracia y la separación de poderes, y era un leal seguidor del absolutismo monárquico y de la creencia que hay hombres que nacen para servir, y hombres que nacen para ser servidos.
A la muerte de Lexington y de la llegada de nuevos colonos procedentes de Europa (no sólo británicos) fue creciendo progresivamente el sentimiento independentista junto con otros territorios de Norteamérica. A pesar de sus grandes riquezas, muchos de estos colonos se sentían ciudadanos de segundas al ser marginados y discriminados política (e incluso a veces socialmente) por la Corona y los británicos. Fue tal vez una de las épocas más brillantes de nuestra historia, charlas y debates políticos se sucedían en las casas de los ricos. Ideas que se sucedían sobre Estado liberal, Derecho, democracia, separación de poderes,... nacidas en Europa pero con vistas de ser aplicadas en el Nuevo Mundo. Las tensiones crecían junto con las mayores cargas fiscales que imponía la Corona del Reino Unido. Finalmente, los disturbios estallaron, y se produjo la célebre Guerra de la Independencia. No es mi objetivo aquí detallar todas las batallitas que se libraron, pero he de decir que durante la guerra no se produjo nada de glorioso. La guerra fue ganada gracias a viles estratagemas, ayuda táctica por parte de los imperios francés y español, y donde la tortura estaba a la orden del día. Ni que decir tiene que los que más sufrieron fueron aquellos que ya anteriormente habían sido maltratados y marginados. La guerra terminó en 1783 y aquel día se proclamó a Lexington como un nuevo estado dentro de los Estados Unidos de América. Y así sucedió, que durante este período se produjo una expansión económica gracias a la esclavitud, que ahora no sólo afectaba a personas de color, si no también a refugiados y llegados de países europeos tales como los estados italianos, Francia, Prusia, etc... gente sin recursos y sin dinero que, sin nada más que su mano de obra para subsistir, se malvendían para vivir en unas condiciones incluso peores a las que habían soportado en sus países de origen. Lexington incluso fue capital de los Estados Unidos hasta el año 1790, pero finalmente quedó como una urbe dedicada exclusivamente a la producción protoindustrial y al comercio. De esta época datan edificios tales como la Divinity Church, edificada junto a la entrada a Willow Street, por entonces uno de los lugares menos recomendables de la ciudad por ser hogar de delincuentes.
Como todos sabemos, la historia de LC hubiera estado ligada incluso hoy en día a los Estados Unidos si no hubiera sido por la Guerra de Secesión que llegó durante los años 60 del siglo XIX. Como todos sabemos, empezaron a gestarse sentimientos de independencia otra vez por parte de algunos estados. Esto no es nada nuevo, pero en realidad los motivos aducidos no fueron las discriminaciones políticas y sociales que nuestros libros de historia sugieren, si no que la disputa vino de que pretendían seguir basando su economía en el modelo esclavista, mientras que otros estados basados en la igualdad abogaban por hacer de los Estados Unidos el paraíso de libertad al que tanto ansiaban llegar los inmigrantes. Como sabemos, muchos estados, entre ellos el estado de Lexington se opusieron a cambiar el sistema, y de ahí la guerra civil. Los separatistas, después de cuatro años de luchas intermitentes, perdieron la contienda, como todos sabemos, pero, para evitar más matanzas innecesarias, lograron acordar con el resto de los estados la separación oficial de Lexington City debido a la masiva y descontrolada llegada de inmigrantes europeos, para que conservaran un estatus diferente al de los americanos de nacimiento y poder limitar así sus entradas en el país, es decir, solamente se les permitía residir en la ciudad. Así fue como LC dejó de ser parte de los Estados Unidos para convertirse en una entidad aparte, pero estrechamente vinculada a su antigua nación. Debido a su condición de ciudad neutral, claramente multicultural y sin ninguna trayectoria política definida, la ciudad declaró a todos sus residentes como "libres", y se estableció un gobierno orientado exclusivamente a obtención de poder económico, acelerado por la llegada de la industrialización.
La Revolución Industrial hizo que, aunque en teoría todos los hombres y mujeres fueran libres, en la práctica se siguiera manteniendo un sistema casi esclavista debido a los bajos salarios y las pésimas condiciones en las que vivían los trabajadores. Así, a pesar de que ahora ya no eran los primeros americanos blancos los que regían la ciudad y tenían el poder, ahora lo eran aquellos que eran los bastante afortunados como para ser empresarios ricos y no proletarios. Desde esta época fueron gestándose fortunas que aún hoy en día perviven (no voy a dar nombres), gracias al malvivir de millares de personas. En estos años se creó la Bolsa de Valores de Lexington City y empezó a surgir una nueva clase financiera que tenía el poder y la capacidad para influir en la política de la ciudad, a pesar de ser constitucionalmente una "democracia". Durante los primeros años del siglo XX la ciudad se ganó un renombre internacional y esto se plasmó en la revolucionaria arquitectura de las calles de Richmond que pronto fue plagada de rascacielos. Los inmigrantes seguían llegando, aún más desde la I Guerra Mundial, y fueron expandiéndose a otros barrios como Breukelen (originariamente una aldea de pescadores, que se llenó pronto de irlandeses y rusos) o Saint Vincent (donde se asentaron los hispanos y afroamericanos). La ciudad salió muy bien parada de la I Guerra Mundial, y durante los años 20 se expandió la cultura del exceso que remató con una inesperada y trágica crisis económica, la Gran Depresión. Durante estos años la gente había estado invirtiendo sus ahorros en la bolsa, que estaba en una situación claramente alcista, hasta que, por motivos de escasa regulación financiera y de balances empresariales que mostraban una situación mucho mejor que la real, el pánico bursátil desató una crisis financiera que arruinó a millones de personas y destruyó muchas fortunas. Como siempre, los más afectados fueron aquellos que pertenecían a la clase trabajadora, y las consecuencias provocaron incluso hambre y delincuencia, cosas poco resaltadas en los tomos de la Biblioteca Nacional de Lexington.
A partir de entonces, y con la sucesiva recuperación económica, el poder financiero fue tomando cada vez mayor presencia en la política de la ciudad hasta que finalmente, desde los años 60, se ha autodeclarado como el gobierno permanente de esta ciudad. Es muy probable que no lo sepáis, queridos lectores, pero detrás de aquellos candidatos presidenciales están los lobbies económicos que presiden la ciudad, y cualquiera que intente acabar con el sistema y pretenda gobernar para satisfacer los intereses de la población, y no de los tiburones de Willow Street, no tiene absolutamente ninguna posibilidad de ganar las elecciones. Y si lo hace, por alguna casualidad, se toman medidas extremas. Como este es un artículo sobre historia y no sobre política no me voy a expandir más sobre el tema y no daré nombres, pues incluso mi propia vida podría estar en peligro. Esto fue lo que ocurrió. Que hay alguien que no quiere que se sepa, es evidente, pero ese alguien, a pesar de haber realizado muchos esfuerzos por maquillar la realidad, no puede ocultar ni contener de por vida lo que realmente pasó. Y los ciudadanos deberíamos de saberlo, deberíamos de saber que vivimos en una mentira, que nuestros derechos fundamentales son una patraña que realmente no existe, y que, por mucho que nos animen a ir a votar durante las elecciones y a participar en la política, nuestras voces nunca contarán para nada en la historia de esta ciudad. Seremos como los millones de esclavos que se desvivieron por hacer de Lexington City lo que es hoy en día, pero nunca jamás nadie nos recordará.
Tened en cuenta mis palabras, porque algún día el sistema tendrá que desmoronarse por sí mismo.
Un cordial saludo a todos, queridos lectores.
Firmado: Matt J. Adams.