Al día siguiente, durante su día libre, decidió entrar al local enfrente del que había dormido, tenía curiosidad.

Resultó ser un bar de zumos. Como no vio ningún empleado supuso que era de autoservicio y se preparó unos zumitos. Tenía tanta hambre que eso no le bastó en absoluto.

Decidió salir en busca de algo para comer y se le ocurrió hacer unas cuantas salchichas a la parrilla, ahora ya le bastaba el dinero. Pero, siguiendo su racha, se le quemaron instantáneamente...

No estaba como para derrochar un plato lleno de salchichas, así que a pesar del estado horrible de la comida se la zampó gustosamente.

Después fue al gimnasio, que tenía que mejorar su físico para el trabajo. Nunca había utilizado una máquina del gimnasio, solo había ido allí a ducharse y ver la tele.

Llegó la noche y fue a un nuevo sitio a dormir, para cambiar de aires al menos.

Estaba rodeado de árboles y plantas. Se hizo una nota mental de coger algunas manzanas al despertarse. (¡Al día siguiente tampoco trabajaba!)

A la mañana siguiente se despertó con tanta hambre que ni siquiera podía recolectar las frutas de los árboles.
Mientras tanto... A su solar vino un señor con pintas extrañas que, ¡oh no!, le quitó su preciosa escultura estilo grecorromano... Por no pagar una maldita factura de 15 simoleones (de ya me dirás qué).

En su busca de comida, se acercó a la casa que tenía enfrente. Allí vivían un grupo de abueletes entrañables a los que enredó un poco para ganarse su simpatía.

Al final entró y cogió un bote de helado del frigorífico que engulló en pocos segundos. No, no se estaba aprovechando de unos ancianos, era un pobre vagabundo que necesitaba ayuda.

Ya que estaba allí se lavó en una ducha en condiciones y estuvo un rato con los vejetes. Se lo pasaron bomba viendo la tele.

Intentó acoplarse toda la noche y quedarse a dormir, pero no coló. Poco después de las 12 de la noche, cuando ya se había puesto en pijama, le echaron de casa.

Volvió al lugar donde había pasado la noche anterior y recolectó unas cuantas frutas y verduras.

Al día siguiente, antes de ir a trabajar, fue por el mundo en busca de cosas que le pudieran reportar algún dinero. Cogió algunas semillas e incluso insectos, ¿realmente alguien le pagaría por eso?

Pues sí, fue al laboratorio científico y le dieron más de 100 simoleones, ¡estupendo!

Pensó que hacía mucho tiempo que no volvía a “casa”, así que fue a ver qué tal estaba todo. Se habían acumulado los periódicos y la estatua había desaparecido, qué gentuza.

Con lo que había ganado ese día entre sueldo, bichos y manzanas se compró una cama. Podía parecer un poco cutre, pero en comparación con los bancos del barrio era una gozada. Lamentablemente tenía tanto sueño que antes de llegar a la cama cayó al suelo rendido.

Ya por la mañana, se comió un exquisito desayuno de patatas, tomates y pimientos morrones.

Fue a la biblioteca a divertirse con el ordenador para estar perfecto antes de irse a trabajar.

Elijah, en su línea, tuvo algunos percances.

Después volvió al sitio ese a coger algunas lechugas, limas y patatas. Ahora su dieta se basaba en eso.

Se leyó un libro que le habían mandado en el trabajo acerca de un asunto bastante extraño.

Tanto esfuerzo había valido la pena y ¡por fin decidieron ascenderle! Ahora era carterista, se sentía por primera vez ganador. Lo celebró comprando un inodoro y un frigorífico. Esto ya estaba empezando a tomar forma, ¡se estaba comiendo el mundo!
