Un objeto importanteCaminaron por el largo pasillo, en la penumbra. Las rocosas paredes se estrechaban poco a poco a medida que caminaban.
-¿Qué lugar es este para construir un altar? –Preguntó Ter al aire mientras caminaban.
Al poco, los dos amigos vieron, al fondo de la cueva, entraba una ranura de luz. Caminaron hacia ella, dándose cuenta de que en realidad era una brecha en la cueva. No había más camino.
Ter se asomó por la brecha y miró alrededor. La brecha daba a un gigantesco agujero en el suelo, de decenas de metros de profundidad y varias decenas más de anchura.
Y en el centro, por encima de Ter, una construcción dorada, formada por cuatro pequeños pilares y una cúpula. Nada más.

-¿Eso es el altar? -Se preguntó a si mismo- No parece muy un lugar acogedor, normal que nadie se acerque...
En ese momento, un rugido bestial se oyó retumbar por toda la montaña.
Una gigantesca figura alada sobrevoló el gran agujero, tapando la luz del sol por unos segundos. Ter tragó saliva.
Pocos segundos después, el propietario de esa sombra se presentó.
El gigantesco dragón, negro como la noche y con una gran raya roja en su pecho y espalda, bajó al agujero y se posó delante del altar, rodeando este con su larga cola, acabada en punta.

Ter inmediatamente se metió por la brecha, rezando por que aquél gigantesco animal no le hubiera visto. Frip lo miró con preocupación.
-Creo que un familiar tuyo nos espera ahí fuera, Frip... Un dragón gigantesco.
Frip se sorprendió y preocupó mucho por la noticia. ¡Otro dragón! ¡¿Un pariente?!
Frip fue rápidamente hacia la abertura a comprobar que tipo de dragón era.
En cuanto lo vio sus ojos se tornaron serios. Un dragón Negro.
-Debemos llegar a ese altar, Frip. ¿Como distraemos a esa bestia?
Frip sonrió para sus adentros.
¿Distraer?
Frip salió como pudo de la brecha y levantó el vuelo, en dirección al gigantesco dragón, siete veces más grande que él.
El dragón lanzó una llamarada, Que Frip esquivó por poco. Tras eso, Frip se lanzó de cabeza contra el gran dragón, que seguía sentado frente al altar. Sin contemplaciones, el dragón pego tal manotazo a nuestro amigo que lo lanzó, aturdido, contra las rocas de las altas paredes, sin darle tiempo a estabilizar el vuelo. El brusco choque terminó de aturdir a Frip, que, mientras Ter observaba desde la brecha de la cueva, cayó desmayado contra el suelo. Un golpe duro.
Frip no se movió más, y el dragón levantaba el vuelo para embestir a su desmayado amigo, así que Ter –la furia de ver a un amigo se agredido empezaba a correr por sus venas- dio un gran salto en dirección al dragón. No le hacían falta alas para llegar hasta él.
En el aire, sacó su gran espada y la preparó para asestar un gran golpe en el lomo del animal, pero este fue rápido y le dio un fuerte manotazo sin detener su vuelo hacia Frip.
Ter se dio un gran golpe contra las rocas, y cayó hasta el duro suelo de aterrizando estrepitosamente. Pero era mucho más duro que su amigo.
Frip por su parte, tuvo la suerte de no desmayarse del todo, y despertó pronto.
Lo suficiente para ver como una mole de cien toneladas se le venia encima dispuesto a hacerlo puré contra la pared. Frip se levantó y dio un salto paralelo a la pared, menos de un segundo antes de que el dragón diera un gran cabezazo a la rocosa pared. En ese momento, Ter saltó otra vez cual saltamontes y, mientras el dragón se recomponía del golpe, le soltó un espadazo en la espalda. El dragón soltó un rugido de dolor, y una fina raya, más roja que su propia piel en ese lugar, apareció. Ter rebotó por culpa del golpe y salió volando hacia le suelo del gran agujero. Cuando se levantó, el dragón ya se disponía a embestirle a él. Antes de que el dragón cogiera velocidad, Frip le asestó un cabezazo en la nuca, que le desequilibró y le tiró de morros al suelo. Frip, aún aturdido, no mantuvo el vuelo estable y acabó cayendo de espaldas cerca de Ter. Éste miró a Frip, que se intentaba levantar, bastante aturdido por el anterior golpe. No se encontraba en el mejor estado, precisamente.
El dragón se encontraba demasiado cerca como para coger velocidad y lanzar un cabezazo, por lo que recurrió al arma más famosa de los dragones: lanzó una llamarada hacia Ter. Éste saltó rápidamente hacia arriba y un lado, encaramándose a las rocas, antes de que las llamas le incineraran... Frip se levantó y emprendió le vuelo como pudo, aterrizando en un gran saliente de la pared. Ahí se quedó a esperar su momento.
Ter, por su parte se lanzó contra el gigantesco animal, desde arriba, con la espada por delante. Otra vez en la espalda, esta vez la espada se hundió bien en la carne del dragón, que soltó un rugido estremecedor y dio un gran salto, emprendiendo el vuelo. Ter cayó, junto con su espada -sus tenaces manos no la soltarían bajo ningún concepto- del animal y aterrizó de mala manera en el suelo. Inmediatamente se levantó y miró al dragón.
Éste sobrevolaba al gran agujero sin saber que hacer. En sus cientos de años como guardia de ese altar, nunca se había enfrentado a un enemigo que le hubiera causado tantas heridas...
Pero era su dedicación protegerlo de intrusos, pensó. Y se lanzó al ataque otra vez. En picado hacia Ter.
En medio del trayecto Frip lo embistió de lado, yendo a caer el dragón de espaldas contra el suelo y Frip encima. Rápido de reflejos, Frip empezó a intentar morder la panza del animal, lugar donde es conocida su gran debilidad: los dragones tienen el estomago desprotegido de escamas fuertes. El dragón, no menos rápido, se dio la vuelta y lanzó con el movimiento a Frip contra lar rocas una segunda vez. Miró a su alrededor buscando al pequeño lagarto y su increíblemente afilada espada, pero, sorprendido, no lo encontró.
Sin moverse del lugar, miró por las paredes y a sus lados, pero no vio más que a Frip intentando levantarse, mareado por el golpe.
De repente sintió y doloroso y grave pinchazo en el estómago.
Se movió todo lo deprisa que pudo de ahí, dando unos rápidos pasos hacia delante y dándose la vuelta mientras; fatal error, Ter no había sacado la hoja de la recién abierta herida. La espada cortó la piel del vientre del dragón como si fuera mantequilla, hiriendo mortalmente al dragón. El dragón lanzó el rugido de dolor más potente de su vida, y también el último. Ter dio un salto hacia Frip, que se encontraba al otro lado del agujero, manteniendo como podía el equilibrio sobre sus cuatro patas. Juntos vieron como el dragón acababa por derrumbarse y no levantarse más, con un ahogado suspiro.
El talismán de Ter, que había brillado durante toda la batalla, apagó su luz muy lentamente.
Ter, aunque debiera, no estaba en absoluto cansado, por lo que de un salto sobrepasó al dragón y aterrizó –esta vez bien- ante el altar. Dentro de la estructura no había más que un anillo, tirado en el dentro exacto del suelo del altar. Frip llegó segundos después, cansado y aún mareado y aturdido por los golpes.
-Esto es a por lo que veníamos.
Se acercó al anillo y lo cogió. Dorado, pequeño, de bordes lisos, demasiado pequeño para ponérselo él.
Acercó el anillo a su cara para mirarlo de cerca...
Unos extraños símbolos se dibujaban a lo ancho de anillo.
De repente, en menos de un segundo, el Talismán brilló con tal fuerza que la luz cubrió por completo a Ter y al mareado Frip. Una décima de segundo después, la luz desapareció, junto con Ter, Frip y el anillo.
Aparecieron en un lugar desconocido para dos de ellos. Una gran sala, de paredes grises, lisas y vacías.
A un lado de la sala, un ser que Ter al principio reconoció como Ger Mágis dormitaba sentado en una silla.
No había nada más, ni puertas, ni ventanas, ni nada de nada, salvo cuatro paredes, un techo y un suelo, todos del mismo color y material. Y el tipo dormitando en la silla.
Ter se acercó silenciosamente, pronto se dio cuenta de que a aquel ser le faltaban las orejas características de los Ger, pero que en todo lo demás se parecía asombrosamente.
Frip se acercó también sigilosamente, o, al menos, todo lo sigilosamente que pudo sin perder el equiibrio.
El tipo seguía dormido, aún con los pisotones que daba Frip...
Al fin, Ter se decidió por hablar
-Oiga, disculpe...
El ser abrió levemente los ojos, murmurando algo de que “que deseaban”... hasta que vio el anillo que Ter llevaba entre las manos.
-¿Es suyo este anillo?- Preguntó Ter.
El ser había abierto tanto los ojos que parecía que se le fueran a caer de las cuencas.
-¡¡Por fin, tras cientos de miles de años...!! ¡¡Viene el ser que cambiará nuestro tenebroso futuro...!! ¡¡Y yo me quedo dormido!!