Quien iba a decir que con cuatro modificaciones y unos recortes se iba a reducir el tiempo de espera hasta cero
No todo el que gobierna es por fuerza inteligenteMaravilloso. Increíble. Majestuoso.Los Cazadores recorrían la pendiente de la montaña esquivando rocas, saltando por el suelo por culpa del desnivel, y evitando a su vez las embestidas que el Seyler les lanzaba desde el subsuelo… y su consiguiente caída. El ruido de sus motores cambiar de marcha, frenar, igual que su amortiguación al saltar y al caer sobre aquel suelo tan irregular, era realmente hipnotizante… Así como sus movimientos. Como guinda final, los TyranodoS, grandes seres de cuerpo alargado y sólo dos patas, se movían con la gracia de los grandes dinosaurios de antaño por el irregular e inclinado suelo, persiguiendo como podían a sus compañeros Cazadores y ayudando en la caza del Seyler en aquella montaña. Todo ello unido a su despliegue de armas en cuanto les era posible para acribillar a aquella serpiente que en ciertas ocasiones volaba por encima de ellos… hacia de aquella cacería un espectáculo impresionante, agradable en todos los sentidos.
Gracias a las cámaras a control remoto (y los informes recibidos de los Cazadores y TyranodoS), Ter había podido saborear cada detalle de aquella cacería, como él la denominaba siempre que hablaba de ella. Nunca había asistido a una de estas expediciones en caza de Aylers, pero desde hace tiempo sabía que debían ser una cosa digna de ver. Hoy, lo había confirmado.
Se removía en la cama sin poder dormir, recordando los saltos del Seyler, sus repentinas y sonoras apariciones desde el subsuelo, intentando alcanzar con su duro cuerno a los Cazadores o TyranoS que lo perseguían. Y la agilidad de los Cazadores, que con sólo dos ruedas y la ayuda de unos dispositivos de levitación, eran capaces de realizar las más increíbles a acrobacias y maniobras de ataque jamás vistas en un vehículo así. Sus saltos por la montaña para evitar las embestidas, sus repentinos y vertiginosos cambios de dirección… Y sus potentes armas.
¿Y los TyranodoS? Ellos también se habían hecho un hueco en su mente. Le recordaban muchísimo a los viejos Tiranodontes, en otro tiempo grandes animales que poblaban las llanuras y algunos bosques de Terra. Los dos –el original y la copia- se movían con gran agilidad, movimientos infinitamente calculados… e infinitamente precisos. ¡Y rápidos!
Por alguna razón, los imaginaba cazando a algo más que robots sin sentimientos. Sabía que en unos años habría películas en las que los antagonistas del típico Terraptor heroico serían Cazadores controlados por el bando robot de la guerra. Y… no pintaba nada mal esa idea… Imaginó cuanto sobreviviría, no un Terraptor, sino, cualquier ser vivo medianamente equipado para la guerra, frente a una de esas motos con cerebro. No podían huir, no podían enfrentarse a ellas. Los Cazadores eran, por ahora, la mejor arma del Imperio, y en el que más se había trabajado. Velocidad, agilidad, resistencia, potencia de fuego… el mejor equilibrio entre ellos, ¡todo a niveles altos!
Su pensamiento pasó a los TyranodoS. Bestias de diez -¡diez!- metros de alto y varias toneladas de peso, con cañones y ametralladoras. Más ágiles aún de lo que su forma daba a entender, y, como siempre, precisos, rápidos de mente… y sin ningún tipo de sentimientos. Eso era lo que más gustaba a Ter. Sabía que los Aylers compartían esa cualidad… pero igualmente le gustaba. Mataban a sus enemigos. Protegían a sus aliados.
Un soldado no necesita más, pensó.
Armas que portan armas. Máquinas de matar. En ello los Aylers llevaban ventaja, pensaba. Sus soldados no tenían ningún tipo de sentimiento, por lo tanto su margen de error al cumplir una orden se reducía mucho. Ellos no tomaban decisiones influenciados por otros, no se preocupaban por que su enemigo le pidiera clemencia antes de matarlo, ni de que el objetivo a eliminar fuera un amigo. Ellos no tenían amigos. Sólo objetivos. Sólo se preocupaban de lo que se les ordenaba que se preocupasen. Nada más.
Sopesó la idea de crear ejércitos así. Rápidamente la desechó, por útil que fuera, los Rinara no le permitirían crear seres sin sentimientos para guerrear. Ni siquiera crearlos para trabajar… Los Rinara odiaban realmente a los seres sin sentimientos. Opinaban que un ser sin sentimientos no era un ser vivo, es más, era una aberración, un insulto hacia la vida. Los sentimientos son la parte más importante de la vida, decían.
Que estupidez. ¡Sentimientos! No dudaba en que eran uno de los bienes más preciados de los seres vivos. Era obvio que eran necesarios para vivir… para vivir como se debía vivir. Pero ¿en una guerra? Lo mejor que podía ocurrirle a un soldado, a un general, ¡puede que incluso al mismísimo Rey!, era que no estuviera influenciado por los sentimientos! ¡No se preocupaba más que de lo que era necesario! Se puso un ejemplo a sí mismo. Si, ahora mismo, raptaran a Tara y pidieran lo que fuera por su rescate, él, guiado por ese odioso sentimiento que llamaban amor, lo daría sin dudarlo. Su mismísimo puesto de Rey podría peligrar en esa situación, incluso su vida.
Si no tuviera sentimientos, nada, salvo la vida de una sola persona, peligraría. No la integridad de todo el Imperio.
-Una de las cualidades que hacen tan peligrosos a los seres vivos en una guerra es la cualidad que poseen de tener emociones- Esa conocida voz, con tinte robótico añadido adrede por su autor, apareció en su mente de improviso, difuminando todas las ideas que Ter había acumulado en su cerebro durante ese rato en la cama. Necesitó unos segundos para volver a darles nitidez y poder usarlas para responder a la Aylar.
-Peligrosos e increíblemente inestables. ¿Cuánta gente ha echado a perder cosas importantísimas por la vida de su pareja?
-La vida de su pareja era una cosa importantísima.-Sí, para aquella persona. Pero, ¿y para las demás, las que dependían de aquella persona? Si has leído mis pensamientos estos momentos ya tienes un ejemplo.
-Si Tara corriera peligro, no tardaría en quitarse la vida ella misma. Su amor hacia ti… y hacia el futuro que representas, es más grande que su amor hacia sí misma. Si ella muriera tú ya no estarías atado por su amor. Y, el imperio, no peligraría.Todos los sentimientos e ideas sobre gente sin emociones de Ter se esfumaron.
-…Vale, ahora me has jodido del todo- dijo con enfado.
-Y, antes de que me repliques con que “te referías a los soldados”, te advierto que si ellos no amaran al Imperio no lucharían de la misma manera.-Los Aylers no aman a su Imperio y mira los bien que les va –replicó Ter.
-Perfecto, les va perfecto. Un imperio sin sentimientos ni emociones, que arrasa todo lo que ve a su paso. ¿Sabes por qué lo hacen, Ter?-Siii… se lo ordenó Sect. Les ha prometido volver a estar vivos si se cargan a los demás seres vivos del universo- dijo con evidente desagrado- Realmente me gustaría saber porque no pueden volver a ser vivos por sus propios medios, con lo relativamente fácil que…
-Ese no es el tema que tratamos hoy, aunque si quieres saberlo, el propio Sect y sus esbirros impiden que los experimentos Ayler en ese sentido den frutos. Pero hablamos de sentimientos.-Si...
-Si. Si los Aylers, todos los Aylers, tuvieran sentimientos, el imperio Ayler haría mucho que se había destruido a sí mismo. ¿Quién con un mínimo de sentimientos va a querer matar a todo el mundo? La mayoría de Aylers se habrían negado a hacerlo desde el principio.-Ya. Pero te recuerdo que los Aylers en sus inicios eran seres vivos, ¿recuerdas? Además, ¿qué quieres decirme con todo esto?
-Cometieron el error de creer que robotizarse haría bien a su imperio. Pero lo que intento decir es que, al no tener sentimientos, los Aylers no han dudado en exterminar a todo ser vivo que han encontrado. Y tú quieres privar de sentimientos al Imperio.-Con lo que quieres decir que sin sentimientos… este Imperio se convertiría en el nuevo Imperio Ayler?
-Los sentimientos son parte de la vida. Sin sentimientos, la vida está condenada invariablemente a desaparecer.-Y me lo dice un robot -dijo Ter con sorna.
-
Un robot con sentimientos –respondió firmemente Aylar.
-¿Sentimientos? –Dijo Ter tras unos segundos de sorpresa- Lo que me faltaba… ¿Cómo puede un robot sentir emociones?
-Como lo hacen los seres vivos.-Si… claro. No me creo que sea tan simple. Con lo complejas que son las mentes… vivas… Dudo mucho que esa maravilla de la naturaleza se pueda emular artificialmente.
-¿Cómo puede un avión volar? Aún hoy usamos las alas que los pájaros usaban desde antes de existir los seres inteligentes, incluso hemos mejorado su funcionamiento. ¿Cómo puede alguien respirar bajo el agua? Como respiran los seres submarinos, cogiendo el oxigeno del agua en vez del aire. ¿Cómo puede una nave atravesar el espacio? No hay precedentes. Ningún ser vivo es capaz de hacerlo. ¿Cómo puede tener un robot sentimientos? Si los seres vivos los tienen… ¿porque no? Si ya existe, ¿por qué no se puede recrear?Ter se quedó sin palabras. Ni verbales, ni mentales.
-
Algunos robots recrean los cerebros de los seres vivos con tal fidelidad que su cerebro puede alcanzar la misma complejidad que la de éstos. Al igual que podemos recrear los músculos de un ser vivo en toda su complejidad, podemos hacerlo con el cerebro.
Ter seguía sin salir de su asombro.
-Entonces… bueno… ¿hasta tal punto ha llegado la tecnología para crear seres vivos artificiales?
-Seres vivos construidos con materiales diferentes a los que usa la naturaleza. Si.Con la de cosas que eso significa… la de reglas que eso cambia… la de cosas que se escapan a nuestro conocimiento! pensó Ter con asombro.
-Por ello estoy yo aquí –comentó Aylar-.
Pretendéis enfrentaros a un Imperio de máquinas sobre las cuales no sabéis ni su funcionamiento.-Eso no es del todo cierto. A cada momento aprendemos más de su funcionamiento. Armas, tipos de robot…
-¿Y qué hay de su forma de pensar?
-… Sobre eso no tenemos mucho.
-¿Porqué?Ter se quedó en silencio. Volvió a adivinar a dónde quería llegar Aylar con esas preguntas.
-No sabemos cómo piensan porque no hemos tenido a ninguno que nos lo haya dicho, lo hemos intentado y no hay manera de extraer esas cosas a un robot por la fuerza.
Aylar mantuvo silencio. No había más que decir.
Pero Ter sí tenía algo más que decir.
-¿Esto es lo que querías enseñarme hoy? ¿Que nos eres muy útil?
-Quería enseñarte que los Aylers son mucho más complejos de lo que tú y los demás Terraptors creéis.
-Bueno… Pero, contigo aprenderemos a comprenderlos en toda su complejidad, ¿no? Y así saber cómo podemos causarles mayor daño.
-Bien, encauzamos el tema hacia donde pretendía. ¿Cuántos efectivos usas ahora mismo para enseñarles a los soldados la forma de pensar del enemigo?
-Me parece más urgente que sepan cómo eliminarlos a que entiendan su forma de pensar –replicó Ter- Cuando aseguremos este mundo, empezaremos a entrenarnos de verdad.
-Considero que deberíais empezar lo antes posible. Al menos, tú, que eres quien nos guía.
Ter no respondió. Un nuevo pensamiento, una duda más bien, empezó a tomar forma en su mente.
-¿Es que acaso esperas un ataque por parte de los Aylers o algo parecido? ¿Tan urgente es que los conozcamos tanto?
-No sé si los Aylers van a atacarnos ahora o no. Los nuevos Reyes Ayler están empezando a cooperar y ya me han impedido acceder a las bases de datos Ayler, por lo que ya no sé de ellos más que lo que podamos investigar desde aquí. Por eso os apremio a aprender de ellos… Ahora no hay manera de saber cuál será su próximo paso… Sólo aprendiendo de ellos, para pensar como ellos y adelantarse a ellos.
-Tienes razón. Mañana mismo podemos… puedes empezar a dar clases. Porque se supone que tú eres la que más sabe de ellos, ¿no?
Aylar mantuvo silencio unos segundos, y envió un sentimiento de reproche hacia la mente de Ter.
-¿Cómo puedes confiar tan ciegamente en mí?- preguntó casi con tono ofendido, cambiando de teme repentinamente.
-No te considero una amenaza- replicó Ter inocente.
-Te fías de un Ayler ciegamente, Ter. Me parece bien tu decisión de dar clases sobre los Aylers, pero me parece muy poco prudente permitir que las dé un Ayler “aliado” que no lleva contigo ni dos semanas.
-¿Acaso vas a traicionarnos? –preguntó Ter con un tono acusador.
-¿Cómo puedes saberlo? –esta vez el tono usado por la robot fue muy amenazador. Segundos después, continuó-
Nada de lo que diga tiene porque ser cierto, pero tú te lo crees todo. No conoces casi nada de mí, y lo que conoces te lo he contado yo, por lo que es susceptible de ser falso. ¿Por qué confías tanto en mí?Ter se incorporó en la cama, pensativo. Realmente, Aylar llevaba mucha razón. Pero…
-No tengo manera de saber si lo que dices es cierto o no…
-Ter, ¿Sabías que mi misión original era venir hasta aquí, convencerte de que era tu aliado, y esperar la ocasión más propicia para matarte?La mirada de Ter clavó su atención en la pared de enfrente, como si Aylar estuviera ahí.
-¡Mierda! –Exclamó con ira- ¡Te has colado hasta el fondo del Imperio!
-
pero no cumpliré mi misión –Dijo Aylar rápidamente, sin dejar continuar a Ter.
-Pero he permitido que la cumplas hasta un punto crítico –respondió Ter con más furia cada vez. Sin encontrar nada con lo que pagarlo, cogió la almohada y la tiró con extrema fuerza contra una pared, rompiéndola durante el lanzamiento. Suerte que no tenía nada más a mano– ¡Completo imbécil el que gobierna este Imperio! ¡Mil oportunidades has tenido para hacerlo! ¡MIL!
Ter paseó por la habitación a oscuras por la habitación repitiendo decenas de veces cómo había podido ser tan imbécil. Cada obstáculo con el que se encontraba recibía un trastazo que lo apartaba inmediatamente del camino del rápidamente enfurecido Terraptor.
Pasados unos minutos, Ter se detuvo. Miró al frente fijamente, como si Aylar estuviera enfrente de él. Miró a la imaginaria robot muy fijamente.
-¿Por qué no, Aylar? ¿Por qué no cumples tu misión?
-Porque rechacé esa misión al conocerte de cerca.
Ter entrecerró los ojos mirando a aquel punto fijo de la oscuridad de su habitación.
-Conociste a un perfecto imbécil que gobierna pésimamente un imperio aún en construcción.
-Conocí a un ser dotado de un gran poder, y un gran don que no sabe que posee. Alguien que, sin ayuda, puede que se hubiera echado a perder, y probablemente hubiera llevado a este imperio a su destrucción, si. Pero, con un poco de ayuda… Podrías llegar a hacer grandes cosas, Ter. Muy grandes cosas. Eres la solución a millones de años de guerras, millones de años de muertes de inocentes… Tienes la oportunidad de detener esas guerras, de evitar más muertes. Eso cambió mis objetivos al conocerte. Pienso ayudar a que acabes con estas guerras, aportándote la sabiduría necesaria para que lo consigas.
-Aylar… acabo de dejar que un Ayler se meta hasta la puerta de mi casa y le he dado mil oportunidades de destruirme y de destruir al Imperio. Soy gilipollas. No soy ninguna solución.
-A su debido tiempo te demostraré que te equivocas.
-“A su debido tiempo” –respondió Ter burlonamente- ¡Dímelo ya, joder! Porque tengo ganas de nombrar un nuevo Rey y pegarme un tiro. Que me metan un cerebro de Cazador y me usen como arma con mis poderes. Sería más útil así.
-Tu ira actual no te permitiría aprender mucho de lo que tengo que enseñarte. Otro día, cuando estés más calmado… Hasta ese día, piensa en todo lo que hemos hablado hoy. Adiós…
Ter sintió que Aylar desaparecía de su mente.
¿Cómo demonios va a construir y mantener un imperio un tipo tan estúpido como yo? Pensó.