CálidoSolUna figura azulada semejante a un dragón pequeño corría a toda velocidad por la llanura, algunos Ger –los habitantes de ese reino- detenían sus carros de mercancía al verlo pasar con aquella otra figura verde-rojiza montada en su lomo.
Ter se agarraba como podía a su amigo, muy sorprendido por el hecho de que este le había embestido y lanzado por los aires. Miró su talismán, colgado como siempre de su cuello. No parecía que se hubiera roto o algo parecido... Ter había dado por hecho que ya era superfuerte y superrápido para siempre... Decidió que en cuanto pudiera probaría si poseía los poderes todavía.
Tras menos de diez minutos galopando, Frip llegó al pequeño pueblo. Rodeado de altos muros de roca, con varias torres y muchos vigilantes paseando por los muros, el pueblo no parecía de lo más apacible. A Ter le sorprendieron todas estas medidas de seguridad, siendo el pueblo de poco más de un kilómetro extensión.
Frip se detuvo a unos metros del muro, donde había una gran puerta de madera y dos altos guardias que lo miraban más que desconfiados y muy sorprendidos. Ter descendió de su lomo y se acercó a los guardias.
Al acercarse, sin tiempo para hablar, el guardia lanzó su anadada de preguntas
-¿Quién eres? ¿Por qué quieres entrar a Cálido Sol? ¿Cómo has conseguido domar a semejante dragón?
Ter sólo se sorprendió de la tercera pregunta, al igual que Frip.
-Soy Ter Rawinston, aunque seguramente nadie me conozca por aquí. Vengo por que estoy perdido y quiero saber en que lugar me encuentro... y no he adiestrado a ningún dragón... es mi amigo, no mi mascota
El guardia que había hablado –el que estaba al otro lado de la puerta no paraba de mirar los cuatro ojos de Frip asombrado- pensó durante unos segundos. Tras esto, se decidió a preguntar
-¿Es peligroso?
Ter no supo a quien se refería hasta que vio que el guardia miraba a Frip.
-¿El? ¡No, para nada! Por mucha apariencia de dragón que tenga, es muy pacifico. No dañará a nadie ahí dentro. –dijo con cara bastante tranquila.
Los guardias se dieron la vuelta, quitaron la viga de madera que unía las dos hojas de la puerta y de un par de empujones abrieron la puerta, dejando paso a Ter y su
dragón.
El pueblecillo estaba hecho de calles estrechas, con muchas casas bajas hechas todas de madera y piedra. La mayoría de ellas se sostenían por vigas de madera y no parecían muy estables, a juicio del Terraptor. El suelo de las calles estaba cubierto por rocas lisas y normalmente iguales, aunque más de una sobresalía entre las demás y hacia tropezar a alguno de los pintorescos transeúntes. Estos eran todos de la misma especie –esto sorprendió mucho a Ter, pocas veces había tenido oportunidad de ver eso en su universo-, haciendo que Ter destacara aún más entre la multitud. Las carretas tiradas por animales semejantes a un canguro azul se detenían para verle pasar, mientras el caminaba sin rumbo por aquel pueblo, sin saber a quien preguntar ni sobre qué preguntar siquiera.
Paseando y paseando se decidió por fin a colarse en lo que parecía un bar. Más bien parecía una tasca de pueblo.
Entró -Frip se quedó esperando guera, nisiquiera cabia por la puerta- y se cercioró de que era efectivamente un bar. Gente hablando y bebiendo en mesas redondas... una barra -como no, de madera- sobre la que otros bebían y hablaban... Pero el caso es que bebían. Era un bar.
Ter se acercó a la barra. La mayoría de la gente le miraba –era el único de su especie en el lugar-, pero no decían nada. El camarero le preguntó que si deseaba algo.
-Si. Desearía saber dónde me encuentro. Soy extranjero y me parece que me he perdido.
-¿Extranjero? –el camarero soltó una risa- ¡Si parece que venga de otro mundo, amigo!
Ter no le vio la gracia, y siguió mirando al camarero sin pillar el chiste. Pues claro que venia de otro mundo...
El camarero se puso serio de repente ¿Acaso esta especie de lagarto venia realmente de otro mundo? Nadie nunca había venido de otro lugar que no fuera alguno de los pueblos de los alrededores o de la frontera con los Ger Civis... -El camarero miró por la ventana del bar- Además, demasiado extraño era que viniera con esa especie de dragón cuatro ojos y azul. Y la espada que llevaba atada a la espalda tampoco parecía de fabricación Ger... ni Mágis ni Civis. ¿Seria este el ser del que hablaban los sacerdotes? En cualquier caso, él debía ser amable con el extranjero.
-Estás en CálidoSol, un pueblo en las afueras de la zona sur del imperio Ger Mágis. ¿Te sitúas ahora?
-No. Ni siquiera conozco al imperio Ger Mágis... ¿En qué planeta estoy?
Esta vez la mayoría de gente de la taberna le miró. El devolvió la mirada a cada uno de ellos, hasta que dejaron de mirarle y se pusieron otra vez a hablar ya a beber. Bastante nerviosos.
-¿De verdad que vienes de otro mundo?
Ter cada vez se extrañaba más.
-¿No ve que soy diferente a todos los demás?
-He visto muchos seres totalmente diferentes a estas personas que han entrado aquí, pero todos afirmaban ser de este mundo –respondió le camarero-. Nunca he recibido visita de un ser de otro mundo... y menos un ser que hablara mi idioma. ¿Cual es el motivo de tu visita?
Ter no supo que responder en un rato.
-No sé si debiera decírtelo... digamos que me entreno para ser alguien importante.
-... No se si sabes que en estos lugares hay una profecía. Una que dice que un ser venido de otro mundo vendrá a traernos la guerra. Un ser mil veces más poderoso que cada uno de nosotros –el camarero apuntó con el dedo a todos los seres de la sala- sólo un loco afirmaría venir de otro mundo aquí.
Ter se sorprendió. La guerra... los Aylers. ¿Le habrían seguido hasta aquí? No lo creyó posible. Ni siquiera él sabía como había venido...
-Yo no he venido a traeros la guerra ni mucho menos... Es más, he venido aquí contra mi voluntad. Los dioses me han enviado... y me quiero ir cuanto antes, ahora que me cuenta eso.
La gente a su alrededor se apartaba disimuladamente, todos parecían algo nerviosos.
-Puede que sea mejor que me vaya de aquí...
Frip, desde fuera, en todo momento miraba a la gente de la calle, sorprendido por sus ropajes. Ellos a su vez lo miraban desconfiados y bastante sorprendidos de ver a un ser así. Nadie se le acercaba.
-Tendrás muchos problemas de aquí en adelante... Te aconsejo que vayas al altar que hay en Demn. Allí puede que sepas por que estas aquí.
Ter dio las gracias al azul camarero y salió de la taberna con prisa, seguido por Frip.
A paso rápido se internó en las calles de CálidoSol, intentando buscar la puerta de salida. Nunca había estado en ese lugar, por lo que se perdió.
Pasó minutos andando hasta que por fin vio, al final de una calle, la puerta de madera por la que había entrado al pueblo. Se dirigió a ella, pero de repente un ladrón se le cruzó. Éste inmediatamente le apuntó con una fina daga al cuello y le formuló su petición.
-¡Dame todo lo que lleves, desgraciado! Y rápido.
Ter, mirando al ladrón como si éste fuera tonto –lo era-, lo lanzó por los aires al tal velocidad que el ladrón atravesó la pared de un segundo piso. Al momento Ter se arrepintió de lo que había hecho.
Varios guardias corrieron hacia el desde todas direcciones, gritando “detente! En nombre de la Ley!” Ter salió corriendo a gran velocidad hasta la puerta, con Frip pisándole los talones. Cuando llegó a la puerta, vio que allí lo esperaban más guardias, por lo que sencillamente saltó por encima de la puerta y del muro entero. Frip, con un batir de alas también lo hizo.
Ter se detuvo fuera del pueblo, mirando hacia el mismo. Los guardias abrían la puerta y por ella salían guardias montados en esos seres que parecían canguros azulados y con patas más largas.
Ter dudó entre salir corriendo o quedarse a hablar con esos tipos, y solucionar el embrollo. Pero vio que sacaban arcos y flechas y salió corriendo otra vez. Frip se quedó un segundo y luego lo siguió.
Condenado ladrón... Ahora sabia que debía ir a Demn, pero no sabia donde estaba Demn.
